Supongo que la cuestión está en sentir. Esas palabras escribí sobre la nieve, en uno de los muchos bloques que forman el Monumento del Holocausto, en uno de los más altos, para que nadie más lo leyese y para que los nuevos copos lo cubriesen más pronto, para que se llevasen las palabras y las enterrasen. La cuestión está en sentir. Supongo que lo pensé al pasearme sola por ese laberinto de hormigón, por esos pasillos en los que la mente conseguía perderse por completo. Sola, me hacía falta estar sola por un rato. Supongo que la cuestión está en sentir, las pequeñas cosas sobre todo. Hay que aprender a parar, a descansar, a poder no hacer nada, a disfrutar del silencio, de un paseo bajo un cielo gris. De una canción que se repite una y otra vez, recuerdo de alguien muy importante, un vídeo, un sonido, una voz, un testimonio, una novela, una película, un poema, una frase, un símbolo, un gesto que emocionan. Te paras, lo observas con atención y lo sientes. Te emocionas.
No dicen “fühlen”, utilizan la palabra “spüren”. Que una ciudad rezume historia. Quedarte con tus pensamientos. Que te den la oportunidad de pedir un deseo y que tú no sepas ni qué pedir, porque queremos muchas cosas, pero cuando solo nos dejan elegir una tememos equivocarnos. Y una cosa es formular el deseo, pero escribirlo… Eso que te piden ya es más difícil. En tu cabeza todo suena mejor, pero a la que lo escribes sabes que ya no hay vuelta atrás, que lo has pedido y que puede que se cumpla, pero no quizá como tú esperabas.
Una taza de chocolate caliente, cocinar para alguien, bailar en la mesa del bar, hablar con un griego sobre la crisis, verlo todo, palpar las paredes del muro, cerrar los ojos mientras el sol te da en la cara, respirar muy hondo, mucho, un helado de pistacho, conversaciones ebrias, un beso inesperado, un mensaje diciéndote que alguien te quiere, una buena cerveza, escribir, una historia extraña de alguien extraño, una anécdota, cantar, un plan improvisado, correr porque pierdes el bus, que el viento seque las lágrimas de tus mejillas, conocer a alguien en la parada, amar, atreverse a amar.
Que te llame a la ventana por la noche, que se acuerde de ti al ver un anuncio gracioso en el tren, que se fije en tu color favorito, o en que te has cambiado los pendientes y ya no llevas tus favoritos, que te cuide cuando has bebido o que se ría de ti porque cantas en la ducha y bailas mientras cocinas. Esos detalles. Que no te decepcione.