Estaba yo el otro día cotilleando por mis estanterías posibles libros que me sacaran de mi parón lector, cuando me topé con algo que me hizo sonreír. Mucho. Hay que matizar que tengo la manía de hojear los libros de forma compulsiva, no sé por qué; hay una fuerza superior a mí que me obliga a abrirlos aunque ya lo haya hecho cientos de veces. Pues bien, de esta forma me topé con un detalle monérrimo que tenía olvidado: las ilustraciones caseras de Dune [Frank Herbert]. Cierta persona me regaló el libro hace bastante tiempo y, siendo ella una friki del mismo, se le ocurrió adornar esa edición de bolsillo con todo tipo de dibujos. Algunos de ellos tienen relación con la historia en sí -como los que he elegido para enseñaros a continuación-, otros en cambio son más bien mensajes personales que seguramente sólo tengan sentido y gracia para nosotras debido a alguna anécdota extraña. La cuestión es que me hizo pensar en el valor sentimental que le añade a un libro un simple detalle de este estilo. Incluso en los casos de intercambios hechos con personas que apenas conoces, esos post-it o notas deseándote una feliz lectura son de agradecer. Un gesto de amabilidad tan sencillo es una gran forma de comenzar una lectura. En mi caso con una sonrisa, que no es poco. ¿No os parece?