Hace ya cinco años que nos lo planteamos y hubo una breve discusión.
No creo que haya mejorado: la utilización de psicotropos ilegales abunda. Entre las personas en edad pediátrica, niños y adolescentes, también. Las estadísticas de los sociólogos—y de algunos investigadores médicos—nos hablan de inicio en la experiencia en edades muy tempranas.
De nuevo la pregunta es que, si eso es así, ¿no deberíamos introducir el “screening” para drogas en la evaluación del niño y adolescente sano? El análisis de orina es simple y no es algo tan caro que el sistema no pueda permitirse.
Las cuestiones están en si debe anunciar esta medida, qué hacer en caso de que el menor o los padres se opongan, qué hacer con los positivos e, incluso, qué hacer con los negativos. Y, por descontado, los compromisos éticos que una medida de éste tipo comporta
No se si llegaríamos a poner controles de “doping” a la puerta de las escuelas e institutos, pero no deja de ser una idea. Cómo decíamos en otro post, nadie se preocupa si un magistrado, un cirujano, un clérigo, un maestro, un agente de la autoridad, un banquero, un ministro o el mismo rey, ejerce su ministerio bajo la influencia de substancias psicoactivas. O por lo menos, nadie se plantea algún método de control. Y no digamos simplemente a alguien que vaya por la calle sin más. Y aún muchísimo menos si un niño va por el mundo bajo los efectos de la exposición a substancias de las que catalogamos de “dopantes” o “drogas”.
En cualquier caso, la alternativa es no hacer nada. Dejarlo a que nos lo cuenten los pacientes durante la anamnesis con la seguridad de no obtener una respuesta válida, si lo hacemos delante de sus padres. O esperar a la próxima situación de sobredosis, de detención por la policía o afrontar situaciones de hurto doméstico relacionado, cambios de carácter o cualquier otra cosa peor.
Realmente ¿es mejor no hacer nada?
X Allue (editor)