El pasado 22 de septiembre España tembló. No quedó pista rápida, tierra batida o hierba en toda la geografía española en la que no se sintiera el terremoto. El presidente de la Federación de Tenis de España había designado a una mujer para entrenar a los santos varones que deben disputar la Copa Davis, después del sonado batacazo que este año se ha pegado el equipo capitaneado por el campeonísimo Carlos Moyá, que llegó a ser número 1 de la ATP.
Lo curioso del nombramiento es que al final se ha convertido en un debate sobre vestuarios masculinos y femeninos en vez de centrar el análisis en los méritos o deméritos de Gala León para asumir la responsabilidad deportiva que le ha sido asignada. ¿Realmente importa el sexo? ¿No debería haberse obviado cualquier comentario al respecto?
Los fundamentos de la crítica contra este nombramiento debieron estar centrados sobre sus conocimientos y aptitudes para asumir la tarea. Incluso, podría haberse debatido sobre la idoneidad de la forma en la que la Federación de Tenis elige a la persona a la que se atribuye esta responsabilidad deportiva.
Pero, como España sigue siendo España, el análisis se ha centrado en lo apropiado o inapropiado de la posible presencia de una entrenadora en un vestuario masculino.
¡Por favor! Antiguos, se queda corto.
Si de verdad queremos hablar de deporte, como dijo Rafa Nadal en defensa de su tío entrenador, hagámoslo, y olvidemos de una vez polémicas entre faldas y pantalones.
¿De verdad alguien aún cree que es relevante que la persona que entrena a un equipo en cualquier disciplina deportiva sea hombre o mujer, mujer u hombre? Qué más da cuando se trata de elegir a las mejores personas para formar un equipo, analizar los puntos fuertes y debilidades del rival y trazar las estrategias adecuadas para ganar una competición deportiva.
El “deuce”, tan clásico y característico en el tenis, es la respuesta más que evidente.
Importa el conocimiento, la experiencia y la capacidad de cada persona como estratega, y no si los deportistas se ruborizarán por ver a una mujer cuando salen de las duchas en paños menores.
Soy aficionada al tenis. Disfruto de este deporte desde pequeña. Eso sí, lo practico desde mi pista particular, el sofá, y con mi peculiar raqueta, el mando a distancia.
Pese a las necedades varias vistas la semana pasada, seguiré disfrutando de la competición en Copa Davis, con la esperanza de que a Gala León se le conceda una oportunidad, la misma que se le ha otorgado a cualquier otro entrenador masculino del equipo español hasta la fecha.
Y cuando triunfe o fracase en su cometido, espero que todos los argumentos y críticas sean sobre aspectos deportivos y no referidos a cuestiones sexistas de difícil encaje en este espacio y este tiempo que nos ha tocado vivir.
En contraposición, más allá de las palabras y las polémicas mediáticas, la retirada de la reforma de la Ley del Aborto nos da una tregua. Una batalla ganada, por el momento, pero sin bajar la guardia, que aún queda muchas personas convencidas de que las mujeres no tenemos la misma capacidad que los hombres para tomar decisiones y dirigir equipos. Mucho, mucho aún por andar.