"Es hora, creo, de contar mi historia.
En este momento, mientras el sol extiende sus bruñidas manos sobre el mundo, tengo por fin la sensación de desasirme del tiempo. Algo se acerca y presiento que la claudicación está próxima. Una dulce rendición. No tengo miedo. Ya no. He visto lo bastante para saber que el miedo araña todo sentimiento de los corazones y no tengo deseo alguno de reducir el mío a un músculo desnudo y trémulo.
Aun así, después de lo que ha pasado, en este momento de luz de miel, cuando el aire es un incensario de eucalipto, me pregunto cuántos días me quedan y si, en caso de irme sin dejar testamento, no se perderá algo necesario".
Hannah Kent (Adelaida, Australia, 1985) es una escritora australiana conocida por sus dos anteriores novelas, “Ritos funerarios” (2013, ganadora de varios premios literarios) y “Los buenos” (2016), vinculadas ambas a crímenes históricos reales. “Devoción” es su última obra publicada (Alba Editorial, 2021) y la primera que yo leo de ella.
La trama, sin spoiler
Hanne, cree estar viviendo sus últimos momentos en lo alto del bosque y le grita al mundo que va a contar su historia, que va a lanzar su testimonio de amor al viento, nos hace partícipes del profundo dolor que siente por haber perdido a su amada.
Si doy mi testimonio, nadie me oirá. ¿Tiene menos valor una historia que nadie oye? No puedo creer algo así. Quizá el viento me oiga. Quizá el viento transporte mi voz hasta el valle. La lleve hasta el oído de un niño que un día se maravillará ante misterios más insondables, ante milagros heredados. Con eso me basta. Un testimonio de amor es la columna vertebral del universo, la raíz primaria de la que brotan todas las historias.Escucha, viento. Esta es mi pequeña brizna.
Y su historia comienza en el otoño de 1836, en Kay (Prusia), la aldea luterana donde Hanne Hussbaum vive con sus padres. Es por aquel entonces una adolescente rara, solitaria, sin amigas. Se considera una “hija de la naturaleza”, porque es capaz de escuchar sus cánticos y solo anhela perderse en el monte, porque allí es donde el mundo le canta sus canciones.
Para ella no existe mayor felicidad que escuchar el rumor de la hierba de los prados, el chirrido de los insectos o hundir los pies en la nieve virgen hasta tener las medias empapadas y los dedos de los pies adormecidos.
¿Qué has oído ahora? –preguntó. Le brillaban los ojos en el resplandor de la lámpara.Cánticos –dije–. Como si el árbol le cantara al agua y la lluvia le cantara a la tierra. Le conté a Thea que oía el zumbido agudo de la luz del sol en un campo. Que el sonido de la nieve al caer era como un campanilleo. El frío suena como un respingo. Como una voz que canta mientras coge aire. Y los árboles dicen cosas entre dientes.
Con casi quince años, ya no es una niña e intenta, sin conseguirlo, acostumbrarse a la difícil tarea de ser mujer en esa época, en ese lugar y en esa comunidad tan estrictamente religiosa y cerrada en la que viven, donde las mujeres no aspiran a ser más que esposas y madres. Lo que peor lleva es su reciente pérdida de libertad y no poder dormir en la misma cama que Mathias, su hermano gemelo
Ha llegado el momento de decir adiós a las niñerías. Dios está preparando tu cuerpo para bendecirlo con hijos, así que tú también debes prepararte para las otras bendiciones que tiene ser mujer.
Pero todo cambia cuando los Eichenwald llegan a Kay. Anna Maria y su marido han alquilado la casita del guardabosques. Tienen una hija, Thea, de la misma edad que Hanne y sus mismos intereses, otra chiquilla rara y solitaria que también gusta bailar solo al son de su propia música. Dicen de ellos que son ateos, muy supersticiosos y con creencias profanas. Anna María, la madre de Thea es además partera, curandera y utiliza tratamientos a base de hierbas. Las malas lenguas dicen que también es bruja y hechicera.
Hanne y Thea pronto congenian, se hacen amigas inseparables “con la naturalidad con la que cae la lluvia al suelo, o se hunden las piedras en el agua.”
La mayoría de las familias de Kay son luteranas de la vieja fe, y corren tiempos difíciles para ellos, disidentes que se niegan a recibir instrucción en la doctrina del Estado y la Unión de Iglesias. Reprimidos y perseguidos, la comunidad decide zarpar rumbo a una colonia de Australia del Sur.
Traté de imaginar cómo sería vivir en un lugar tan diferente de Kay. Era como tratar de imaginar un color que no existía. Seis meses en un barco. Nunca había visto el mar. Dejamos un lugar de opresión y tiranía para zarpar hacia una tierra donde podremos practicar nuestra fe libremente y saldar nuestra deuda de amor con Dios santificando Su nombre.
Seis meses interminables en el Kristi, con casi doscientas personas a bordo, y únicamente ochenta literas. Un viaje terrorífico, un auténtico calvario de escasez, dolor, enfermedad y muerte, en el que Thea y Hanne experimentan un sentimiento entre ellas que no saben ubicar, que no comprenden y les crea dudas y sufrimiento.
Ojalá hubiéramos tenido el lenguaje necesario para hablar de lo que nacía entre nosotras en aquellos momentos. Ojalá, con el pelo de Thea en mi mano, con su presencia cerca de mí resonando como un aleluya, como una canción febril, me hubiera permitido considerar la posibilidad de otras devociones. Quisiera haber comparado el peso de una pera madura en mi mano con la promesa de su jugo bajándome por la muñeca.
No todos sobrevivirán, algunos se irán quedando por el camino engullidos por las aguas del grandioso mar.
Los puntos fuertes de la novela
✔ Los personajes son todos una maravilla, incluso los secundarios. Además de las dos chicas protagonistas, destacan y tienen su peso en la trama Anna Maria, la madre de Thea, a la que todos toman por bruja y Mattias, el hermano gemelo de Hanne.
● Anna Maria es para Hanne la madre que siempre ha querido tener, de ella recibe más cariño y atención que de la suya propia. Encuentra entre los Eichenwald, su segundo hogar, el refugio emocional que en esos momentos necesita.
Anna Maria me abrazaba más de lo que lo hacía mi madre y cuando oía a Friedrich hablar a su hija deseaba que mi padre me demostrara el mismo interés, me hablara con llaneza y no mediante la palabra prestada de Dios.
Aunque en realidad, no es que Johanne no quisiera a su hija, no, solo que no sabía expresar su amor como los hijos necesitamos que nos lo expresen nuestras madres. Pero eso Hanne lo supo después.
Es duro recordar esos momentos con mi madre. Ojalá hubiera sabido entonces lo que sé ahora. Que la circunspección de mi madre no se debía a que yo no le gustara ni a que sospechara que yo no era buena, como creí entonces, sino que era señal de un temor que era incapaz de verbalizar. Temía demostrarme su amor: no quería tentar a la suerte haciéndolo. Desde que yo también, y a mi manera, he tenido un hijo, entiendo el terror que siente una madre ante la posibilidad de perderlo, y también la facilidad con que la superstición se cuela hasta en el más insignificante de los gestos.
● Con Mattias también tiene una unión muy estrecha, es el único que la cree y no se burla de ella, de su nexo especial con la tierra, los árboles, los animales del bosque.
Matthias, mi eterno consuelo, brindaba momentos de luz en medio del trabajo y la crítica constantes. Durante la semana yo vivía para las escasas horas en que podíamos disfrutar de estar juntos: saboreaba sus patadas debajo de la mesa, la habichuela escondida bajo su labio superior cuando pensaba que madre no miraba. Pero Matthias pasaba sus días bajo el dominio de mi padre y yo estaba atrapada en el de mi madre.
● Hanne y Thea son geniales, inolvidables, ambas. Pero sobre todo Hanne es un personaje fascinante, una mujer sinestésica, capaz de sentir el mundo como una melodía y con un sexto sentido para percibir la naturaleza, para escucharla.
Os cuento que hay personas que tienen “sinestesia” en la vida real, un término que se refiere a la posibilidad de ver sonidos, oír colores, notar el gusto de ciertas palabras, ver determinados caracteres (letras y números) en colores o notar un gusto al tocar algo. Según algunos estudios científicos, podría ser debido a fallos en la conexión de los nervios entre las distintas áreas cuando el cerebro se desarrolla en el interior del útero, pero tampoco están claras las causas. Podéis leer sobre ello aquí y aquí.
✔ La entrañable y devota relación que surge entre Thea y Hanne es la base de todo, lo mejor. El lector es testigo de su amor infinito, casi un vínculo sagrado que traspasa fronteras, que traspasa límites, que va más allá de lo terrenal.
Thea, no hay línea de tu palma que no haya recorrido con el dedo, crujido de tus nudillos que no haya escuchado y el azul de tus ojos es el revestimiento del ataúd del mundo. Mandaría cantar salmos dedicados a ti y al suave vello de tus muslos, y a las pestañas que se te han caído en los campos en los que has faenado. Mandaría que, de rodillas e inclinados, tendieran ramas sobre el latido de cualquier suelo en el que has descansado. Thea, si el amor fuera una cosa, sería el tendón de una mano abierta con la esperanza de asir algo. Mira, mis manos te buscan. Mi corazón es una mano extendida.
✔ Como a la mitad del libro sucede algo primordial en la trama, que la secciona en tres partes importantes bien diferenciadas: el “Antes”, el “Después” y el “Ahora”. Reconozco que al principio, ese giro inesperado no me hizo demasiada gracia, pero después me pasó todo lo contrario, y me resultó fascinante lo que vino “después”.
La historia que se cuenta es preciosa, transmite mucho amor, ternura, auténtica “devoción”, devoción de la pagana, no de la religiosa (aunque también de eso hay), una lectura que en conjunto me ha resultado mágica y hechizante. Y cuando digo “mágica” me refiero a los dos los sentidos o acepciones principales que se le suelen dar a la palabra “magia”: por una parte, en cuanto a que se adentra en el terreno de lo sobrenatural, porque hay brujería, realismo mágico, supersticiones, y por otra parte, en cuanto a que es fantástica, maravillosa, misteriosa.
✔ En el trasfondo del argumento tenemos un pedacito de la historia colonial de Australia del Sur, el tema de la migración de luteranos a ese país y las relaciones que estos mantuvieron con los aborígenes del lugar en la realidad. En una nota al final de la novela, la autora, originaria de Adelaida, se dirige al lector y nos da a entender que, aunque totalmente ficticia, está basada en lo aprendido e investigado sobre "el viaje de 1838 del Zebra desde Altona hasta Adelaida, así como de las vivencias de luteranos viejos quienes, una vez llegados a Australia del Sur, fundaron la ciudad de Hahndorf (Bukartilla) en territorio Peramangk" y que, aunque “hay escasa constancia de enfrentamientos violentos entre los luteranos viejos y los Peramangk de Hanhdorf –es casi seguro que los segundos salvaron a los primeros de morir de hambre durante los meses siguientes a su llegada enseñándoles a buscar alimento”.
Durante la lectura me ha llamado la atención un detalle: si bien la comunidad luterana de Kay es prácticamente expulsada de allí, de su lugar de origen, ellos, los colonos, tan religiosos, tan piadosos y con el nombre de Dios siempre en la boca, intentan hacer prácticamente lo mismo con los aborígenes del territorio que ocupan en su destino. Incongruencias que siempre me sorprenden. Y según se nos cuenta en esa nota final, “los efectos de la colonización persisten hoy y no se han firmado tratados con ningún pueblo aborigen.” La autora nos anima a visitar la web de ANTAR, una organización no gubernamental que trabaja desde 1997 en apoyo de la justicia, los derechos y el respeto de los pueblos aborígenes e isleños del Estrecho de Torres en Australia.
✔ La prosa de Hannah Kent es poética, musical, inmensa… Sumergirse en ella es una delicia para los sentidos, te deja con ganas de más.
Resumiendo: “Devoción” es una lectura emocionante de una autora con una habilidad narrativa excepcional. Como dicen por ahí, esta novela es “un himno queer cargado de lirismo” que encierra además de lo que ya he contado, el tema del fanatismo religioso y sus estragos, algo que vemos cada día en nuestra vida actual.
¿Y qué más os puedo decir? que os la recomiendo, que os recomiendo adentraros, dejaros seducir por esta historia increíble y no descartarla por el mero hecho de saber que contiene realismo mágico, porque entonces os estaríais perdiendo una novela muy bonita, de las que no se olvidan. Tal vez en algún lugar, en algún momento, alguien oirá mi voz y sabrá que, aunque yo ya no estoy, aquello que sentí permanece. Aquello que sentimos la una por la otra.