Tomamos cafecito con leche en un puesto situado en el estacionamiento y nos fuimos a ubicar a la laguna, donde habíamos visto el atardecer el día anterior, para tomar palco y ver el amanecer, el que realmente fue espectacular, no obstante lo lleno que estaba.
Conforme iba saliendo el sol, y tiñéndose de rosados y anaranjados el cielo, el edificio -considerado el Templo religioso más grande del mundo, aunque no me consta- iba tomando forma entre una tenue neblina y dibujándose al mismo tiempo su reflejo en la laguna.
Yo me alejé un poquito de la multitud y me senté por el lado, maravillada además con la belleza de los lotos que también se iban abriendo a medida que aumentaba la luminosidad, declarándome desde ese minuto enamorada de esa flor.
Saliendo del estado de ensoñación que supuso este espectáculo iniciamos el recorrido ingresando finalmente al Templo (el día anterior no obstante vimos el atardecer ahí, lo recorrimos sólo por el exterior para guardar la sorpresa).
La historia de la ciudad de Angkor, ha estado marcada por su construcción en el siglo XII, que tardó cerca de 37 años, los casi tres siglos de ocupación Khmer, con invasión de los Cham Vietnamitas y reconquista incluidas, el tránsito de sus gobernantes desde el Hinduismo al Budismo, el abandono en siglo XV- excepto por los monjes budistas-, su re descubrimiento –aun cuando discutido- por un naturalista francés en el siglo XIX y la declaración de Patrimonio de la Humanidad por Unesco en 1985.
La placa que nos recibe explica sobre la estructura: “El Templo Central muestra dos elementos definitorios de la arquitectura Khmer: una pirámide y galerías concéntricas. La pirámide data del siglo VIII y simboliza el monte Meru, el centro del Universo Hindú.
Las galerías emergen como elemento arquitectónico a principios del siglo XI, como una manera de unificar los edificios que rodeaban el santuario.
Las casas de AngkorWat probablemente son el más fino ejemplo del arte Khmer, bajo relieves que se extienden por cerca de 600 metros despliegan escenas del épico Ramayana y Mahabharata Hindu, así como historias de la procesión de Suryavarman II, benefactor del templo”.
El Templo de Angkor fue el más grande de los templos Khmer, extendiéndose sus muros exteriores por poco más de un kilómetro de largo, protegidos por un gran foso de agua. Sus muros interiores están decorados con ricos bajorrelieves, que relatan batallas, escenas propias de la tradición Hindú y los movimientos de las Apsaras.
El templo central se configura con una estructura piramidal de 3 niveles, siendo rodeado por patios concéntricos de forma cuadrangular, los que rodean bibliotecas y otros templos menores, y su finalidad, según teorizan, era servir de tumba del rey.
Me llama la atención la libertad que hay para circular entre el Templo, no hay guardias, uno puede tocar y pisar todo, siendo el único límite el horario acotado para subir a las torres, lo mismo en el Bayón, donde sólo se encuentran acordonados las partes donde los rostros están más cercanos a los visitantes.
Cuando llegué al otro lado del templo me quedé largo rato mirando sentada, recibiendo los rayos del sol naciente en esa fuente de energía que es el templo. (Me pareció en un minuto que todos los demás visitantes no estaban, pero quizás fue porque era muy temprano y simplemente me dormí unos segundos … )
De regreso me tope con varios Templos en uso y con un monje Budista que me invitó a sentarme, me dijo algunas cosas que obviamente no entendí, calzándome una lanita roja en mi muñeca, que yo entendí como una bendición y, me fui con esa idea en paz y muy agradecida.
Luego de haber recorrido los pasillos y recovecos del Templo, volvimos a la laguna, para enfrentarnos con la postal de ensueño que era el Templo delante del sol ya levantado y reflejado sobre la laguna, así que nos quedamos largo rato boca abierta celebrando la imagen y nuestra suerte de ver esta maravilla además bajo la luz del sol, dos días seguidos :) … realmente conmovedor …
Me fui queriendo quedarme, pero sabía teníamos que continuar camino y visitar otro de los grandes durante la mañana, así que nos dirigimos a nuestra próximo parada.
No sin antes encontrarnos con turistas profesionales…
Cruzamos Angkor Thom, raudos, cruzándonos nuevamente con amigables elefantes ya trabajando…
Una vista rápida de Bayón …
Minutos después llegamos al tercer Templo de la trilogía imperdible de Angkor, junto con Angkor Wat y Bayón, que es el magnífico Ta Prhom (dicen las guías que si se tuviera un solo día para ir a Siem Reap habría que reservarlo sólo para estos tres sitios).
Este templo, también data del siglo XII y fue levantado en honor a la madre del gobernante Jayavarman VII, sirviendo de asiento al Monasterio Real y Universidad para los monjes Budistas, respondiendo a todo el cliché Angkoriano.
Lo más bonito del lugar, es que en algunas porciones el Templo se mantiene en estado natural, supuestamente por decisión deliberada, logrando notarse con total claridad la fusión total de los árboles (higos y algodón) con la estructura de piedra formando una unidad, resultando una imagen conmovedora… (la guía que nos dio el conductor resume: “offering a jungle athmosphere and best tree-in-temple photo opportunities at Angkor”).
La luz del sol nos acompañó (con harto calor además) haciendo más magnifica aun cada esquina…
Nos encontramos al inicio de la visita con un guardia, muy jovencito, quien espontáneamente se olvidó por unos minutos de su labor, para servirnos de guía y fotógrafo, revelándonos las mejores esquinas y locaciones para unas fotos increíbles (de nuevo me concentré disparando la cámara como enajenada).
Desafortunadamente a esa hora también llegaban los grandes grupos por lo que lograr una buena foto se tornaba cada vez más difícil, sobre todo las irónicas.
Sin embargo, al dar vuelta por algún pequeño recoveco, se podía encontrar con algún espacio solitario que permitiera dimensionar la suerte y la bendición de poder presenciar una maravilla así.
Terminada nuestra visita medias tristes por despedirnos de un lugar tan magnifico, disfrutamos nuestro snack con el conductor y nos fuimos durmiendo en el tuk tuk, ensoñadas aun probablemente con la belleza que acabábamos de disfrutar, y llegamos de regreso a Siem Reap, para nuestro siguiente destino.
Paramos en el centro para comprar los tickets al lago Tonla Sap, que nos permitiría además conocer las aldeas flotantes.El precio con guía es de 20 dólares, desde el embarcadero distante a unas 20 minutos en tuk tuk (igual para Camboya el precio es bien caro, después descubrimos que cobrarían por nacionalidad, aun así vale la pena cada centavo, porque es un lugar que a mi me conmovió). Recorrimos pelo al viento, rumbo a uno de los ríos afluentes del Mekong, uno de los tres ríos más largos de Asia, encontrándonos a la orilla de una angosta carretera con varias casas estilo palafito y lo más lindo de todo con campos interminables regados de flor de loto (lo digo en forma metafórica porque en realidad eran lagunas regadas de flores) Nuestro tuk tuk se detiene en la ribera del Sap y subimos a una embarcación de madera con motor, bastante rudimentario y comenzamos a navegar por las aguas medio fangosas del afluente.
El río corría bien fangoso, empezando nosotros el camino en un ritmo apacible, cruzándonos con varias lanchas, una caleta de pescadores y varios pesadores echando su red.Una vez que el río se comenzó a abrir, el guía nos permitió que condujéramos la lancha por unos momentos a lo largo de un pequeño canal secundario que ambas corrimos raudas hasta que entramos al lago, enorme y café donde recuperó los controles.
El panorama que nos encontramos no tiene ningún precedente, ni nada conocido, ni siquiera las aldeas de Halong Bay, que eran pequeñitas, acá flota una aldea de cinco mil habitantes, con casas, huertos, almacenes y escuelas, templos budista, hinduista y mezquita.
Los habitantes de cada casa hacían sus actividades cotidianas, que comprendían cocina y baño para los niños, quienes agitaban felices sus manitos para saludarnos. Mayormente se trata de pescadores, que viven en total armonía no obstante de ser de origen
Khmer, Cham y vietnamitaNuestro guía Babe, nos convenció de visitar la escuela local, que funciona en el contexto de la iglesia católica; el tema es que la visita comprendía también una parada en el mercado local para comprar una donación para los niños, dibujandonos el guía un drama de aquellos … No se si será verdad o estafa, sin embargo con mi amiga Mariela decidimos limitar el aporte a 20USD cada una, para comprar su equivalente en noddles, aún cuando sospechábamos que iba derechito de la escuela al mercado para reventa a otros turistas incauto… verdad o mentira aportamos de muy buena fe, esperando solamente que la plata la aproveche alguien que necesite ... pensé en que era la mínima ofrenda que podía hacer por tener la tremenda fortuna de poder conocer lugares así y además tener familia, trabajo y salud.
Finalmente visitamos la escuela, nos presentaron a los niños, con quienes conversamos un poquito, presentándole a Chile en el mapa, enseñándole algunas palabras en español y cantando (Fue extraño que estuvieran con su pelito teñido rubio), pasando un momento muy agradable.
Visitamos además la parte de atrás de la iglesia, donde las mujeres preparaban el almuerzo en la cocina. Las chiquillas se reían a todo pulmón no se si con nosotras o de nosotras y por nuestra inocencia.
Saliendo de ahí, reanudamos el paseo hacia una granja de cocodrilos, que era “la” parada turística clásica: habían 8 cocodrilos durmiendo aletargados y un restaurante donde compramos algunas bebidas, arrancando de unas niñitas que andaban con unas culebras autóctonas en los hombros para sacarse fotos con los turistas. (La instrucción del guía era no darles dinero para no incentivar la explotación comercial infantil)
Saliendo del restaurante volvimos a recorrer la aldea, encontrándonos con cuadros de la vida diaria, que conmovían por la precariedad de las instalaciones de las casas, incluso vimos un niño haciendo sus necesidades colgando de la ventana y yo pensé que estaba jugando… una pena !
La verdad este es un lugar que me tocó el corazón, no sólo por las condiciones en que se generó el poblamiento, pues muchos de sus habitantes son vietnamitas que escapando de la persecución de los Jemeres Rojos se asentaron acá, viviendo al margen de toda política de inmigración, y tampoco por la falta absoluta de todos los servicios que permiten la calidad de vida más básica, como agua potable, luz y sistema de evacuación, sino por la generosidad de las personas en abrir su mundo, recibirnos con un sonrisa y batir las manos, casi saliéndose de su embarcación, para saludarnos gratos porque hayamos elegido ir a visitarlos.
El viaje de vuelta lo hice llorando , mientras me cruzaba con pescadores y personas que iban de regreso a la aldea con la sonrisa abierta y sus ojos achinaditos, esperando llegar a su casa y ver a su familia ( ... y uno que se queja de cosas mínimas, fue la mayor reflexión).
Nos despedimos en el puerto con el corazón apretado de nuestro guía Babe, prometiendo dar a conocer su tierra, que es lo único que nos pidió, más un tip para el conductor de la lancha, nos dejó junto a nuestro tuk tuk y nos devolvimos a la ciudad.
Regresamos tranquilas de vuelta al pueblo, no sin antes detener mi atención en varios talleres donde exhibían pequeñas casitas, muy grandes para ser de pajarito, pero muy pequeñas y elevadas para ser para otras mascotas: el conductor nos explicaba que la usanza religiosa indica que al situar una de estas casitas frente a la casa donde vivían las personas se evitaba que los espíritus ingresaran a ella, por lo que las personas las alhajan, dejándolas impecables para que aquellos moren felices en ella.
Una vez en el hotel yo subí a la piscina a escapar un poco del calor, y a hacer hora para almorzar y dar una vuelta antes de volar a Bangkok.
Pudimos utilizar, no obstante haber hecho el check out, todas las instalaciones del hotel, incluidas las duchas y custodia de equipaje, así que ya duchadas y arregladitas, salimos a buscar donde comer.
La vista frontal de nuestro hotel, precioso !
Caminamos un par de cuadras y siguiendo el rico aroma, llegamos al restaurante Il Forno, en la zona de Pub Street, instalándonos en una de sus coquetas mesas del exterior. Como hacía tanto calor, ordene sólo una ensalada Capresse, la que estaba perfecta, la mozarella fresquísima y el tomate y la albahaca muy aromáticos, acompañados de un pan casero de otro mundo.
Saliendo de allí caminamos otro poquito a visitar a nuestro amigo de Dr. Fish y nos quedamos tratándonos nuestras patitas felices de la vida por 2 dólares, hasta que llegó la hora de partir.
Nos fueron a buscar para llevarnos al aeropuerto (desde la recepción trataron el taxi por 7 USD) y abordamos puntuales el vuelo de Bangkok Airlines que por 140 US nos condujo en una hora y diez minutos precisos a la capital de Tailandia.El aeropuerto me impresiono por lo enorme, pareciéndome más gigante que Heatrow, que ya lo encuentro colosal. Buscamos un taxi de pre pago (bien caro la verdad), porque no nos dio confianza tomar uno sin más (luego comprobamos que era seguro y mucho más barato, a razón de unos 18 dólares aproximadamente). Llegamos después de 45 minutos a nuestro Hotel Riva Surya (www.rivasuryahotelbangkok.com, 140 dólares por noche, sin desayuno) situado en el barrio de Khao San Road, pero alejado de la bulla, y al ladito del Río Chao Praya, incluyendo un embarcadero, casi a la puerta.La habitación era limpia y linda, además de grande, e incluía una terraza con vista en primera línea al tránsito non stop del río.
Salimos a caminar un rato por el barrio, comercial al máximo y parrandero a ratos, pero como no teníamos Baths y a esa hora estaba todo cerrado, decidimos mejor descansar y aprovechar el hotel, plan perfecto para ese agitado y largo día J