Revista Viajes

Día 21 – El mango

Por Marikaheiki

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Soy una niña absolutamente caprichosa, ¿nunca te lo había dicho? Me gusta regalarme cositas pequeñas, a veces libros, otras veces unas flores, otras chocolate. Hoy me he regalado un mango, y he vuelto a casa con él entre las manos como si fuera un tesoro. El señor me ha dicho: tienes que dejarlo que madure unos días. Debe ser que no vio mi boca haciéndose agua y salivando cual perruno, de tanto que llevaba soñando un mango, y es que lo que me pasa es que estos días estoy echando mucho de menos Asia, y todo continuamente me lleva hacia ella.

Hace un año estaba preparando ese gran viaje que me iba  a llevar casi hasta las antípodas, o eso creía, me pasaba los días en la terraza planificando la ruta, leyéndome todos los libros habidos y por haber y las guías de viaje, y viendo películas y empapándome de Vietnam, Filipinas e Indonesia. El viaje había comenzado en cuanto se me ocurrió: “me voy a Asia. Sola”, y todavía dura un poquito, aunque sea me sea una sensación ligera. El calor de la retrospectiva está achuchándome estos días como el sol del verano y me pica la piel. Es como si hubiera llegado el momento de hacer balance de aquél viaje, ahora que se ha fijado sobre mi piel lo importante.

Saco mis cuadernos del viaje y empiezo. En primer lugar, un decálogo que me compuse, para tranquilizarme ante el viaje: “abre los ojos y vívelo al máximo”, “no te dejes llevar por María (María es mi doble personalidad furiosa, ahí fui lista en avisarme)”, “viajar consiste en compartir”, “no mires el reloj”, “todo se soluciona”, “quiere a las niñas” y mi favorita: “todo lo que hagas, que sea con los cinco sentidos. Piensa mucho, piénsate y piénsalos a todos”. Ahora me veo en retrospectiva con un cuaderno nuevo entre las manos, estrenándolo con estas palabras, y sonrío. Y sigo leyendo, encontrando fragmentos que ni me parece haber escrito yo. Entonces me pregunto quién era por entonces.

Ayer, en la placita del MACBA, hablábamos de esto: de quiénes somos y de los roles que jugamos con quienes nos relacionamos. Para explicarlo les decía que es como una reacción química: que el oxígeno no se comporta igual cuando entra en contacto con el hidrógeno o con el fósforo. Con uno se hace agua y con otro fuego. ¿No es precioso pensar que un solo elemento pueda ser el origen primigenio de los opuestos? Así creo que nos ocurre también a las personas, y no tiene que ver con mentir ni esconder, sino que las otras personitas, los elementos de esta tabla periódica gigante que se llama mundo, con las que de repente nos sale ser dulce, o borde, o interesante, o triste, o complejo, o divertido, o quejica o infantil, o responsable o inferior o lo que sea. Todo vale.

Sigo leyendo los cuadernos de los Mares del Sur y encuentro referencias a esto mismo cada día: al principio fui exploradora, luego hermana, luego dulce, luego creyeron que necesitaban cuidarme. Después fui familia y fui equipo y fui la Marina de siempre, después fui solitaria e introspectiva y fui indonesia y por último fui esposa y fui zen. Y todo eso se contiene en un solo cuerpo, y no puedo deshacerme de ninguna de estas facetas ni roles, porque todos soy yo.

Hace mucho tiempo tenía un novio que me decía que amaba a todas las Marinitas, pero creo que no entendía a ninguna de ellas. Una vez un jungiano me dijo que tenía que leer Sybil, pero aún no lo he encontrado, y creo que voy a descubrir muchas cosas de esta personalidad múltiple que todos tenemos y que yo acepto y exploto, porque me encanta ser cada día alguien distinto.

El día que regresaba a casa, en el avión, escribí las últimas palabras, y ahora me hacen sentirme allí de nuevo: “me mato por averiguar qué vendrá después. ¡Quiero bailar!¡Danzar! Reírme sin parar todo el tiempo. ¡Llorar incluso!”

Fusión de mundos. Hoy estoy aquí, un año después, y llevo 21 días escribiendo, lo que convierte a esta práctica oficialmente en un hábito. Llego tarde a clase y me quedo con ganas de más. Au revoir!

 


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