Desperté ese día con ganas de honrar al sol naciente, y de vivir y sentir el amanecer en la ciudad Sagrada. Así que bajé a las 7:05 de la mañana y tuve la oportunidad de presenciar ese espectáculo mágico que es ver el sol salir entre la bruma sobre el Ganges.
Caminé por el Meer Ghat a Lalita Ghat viviendo el ritmo acelerado de la mañana; habían muchas personas apostadas en las escalinatas meditando, orando y viendo el transcurrir ininterrumpido de cientos de botes, ocupados por turistas y fieles que dejaban sus ofrendas en el río Sagrado.
Las personas además de orar y meditar hacían sus abluciones purificadoras (se cree que el agua del Ganges limpia de las malas acciones) y efectuaban con total tranquilidad sus labores de aseo diario, incluido en lavado de dientes, con una pasta de cenizas y hierbas ... "no hay nada blanco en la naturaleza para que las cremas dentales sean de ese tono" me explicaba un hombre cuando le pregunté de que estaba hecho su dentífrico.
Seguí caminando hacia Manikarnika Ghat con igual de poco éxito que las veces anteriores: tan solo me asomaba al área de cremaciones- en pleno funcionamiento- alguien se ponía de pie para indicarme que no estaba permitido tomar fotos (y eso que yo había guardado ya la cámara), así que me quedé en la orilla conversando con el vendedor de collares de mostacillas de sándalo quien me contaba que en un día pueden llegar a incinerar 200 cuerpos, liberando así al alma del difunto, quien si murió aquí queda liberado del ciclo eterno de las encarnaciones...
Me contó además que la llama desde donde se toma el fuego para encender la pira funeraria y que preside el crematorio ha ardido ininterrumpidamente por más de 3.000 años.
Me devolví pensando en la solemnidad del lugar, claramente - después de 5 días de circular como una más por sus calles y ghats- tengo una versión romántica de una ciudad sagrada, mística e histórica, así como del Ganges- Mama Ganga- llevándome la idea de un río Sagrado nacido de los cabellos de Lord Shiva... pero no soy ilusa y reconozco que es uno de los ríos más contaminados del mundo, se bañan igual en él búfalos y personas, y sirve de albergue para miles de ofrendas, pero también de restos humanos que no alcanzaron a incinerarse, en el caso que las familias no hayan tenido suficiente dinero para comprar madera de buena calidad.
Afortunadamente más que las moscas, el olor de los callejones (neutralizado con Zandu Balm), la contaminación del río, me llevo la mejor imagen de la que sería una de mis ciudades favoritas de India, si no la más: contradictoria y una lección en sí misma para mi: de humildad principalmente, de tener la certeza que se puede ser feliz con poco, que creer en un ser superior y adorarlo públicamente no es una forma de esclavitud, ni de control de masas, y que la muerte no es el fin; es que aquí no se esconde, ni se sufre con ese dolor desgarrador de la pérdida, si no que se vive, con la certeza que lo que está ardiendo es sólo materia y que el alma ya está en el equivalente a nuestro paraíso.
Después de estar mucho rato observándolo todo y tratando de absorber al máximo subí por Lalita Ghat y caminé por unos pasillos bien oscuros y delgados, donde habían algunos Sadhus entonando sus cánticos y leyendo sus libros en voz alta.
Llegué al contiguo Nepalí Ghat donde hay un templo precioso erigido con el diseño Newarí, en forma de pagoda, al cual pude ingresar previo pago de 15 rupias.
Casi llegando de vuelta al Ganpati Guesthouse, me encontré con Ganesh Baba, un hombre ataviado sólo con un pareo blanco quien se acercó sólo para conversar me contaba, mientras yo jugaba con el perro negro que estaba ahí, que "no hay que confiar en los perros Indios", pero el morocho resultó ser inofensivo.
Y Ahí nos quedamos sentados por mucho tiempo, enseñándome él las técnicas del Pranayama sobre la respiración a las que añadía además un movimiento muy suave de la cabeza de arriba a abajo, asegurando que sólo controlando la respiración se podía tener una vida sana y larga... me hubiese encantado conocerlo antes...
Subí a tomar desayuno al restaurante del Hostal (Shenu Restaurante), comenzando ya mi despedida de toda la gente amable que me atendió y me recibió muy dispuestos a enseñar y a ayudarme a descubrir la ciudad. Me encontré con New Yorker quien partía a su viaje de 17 horas a Delhi en tren, y con Orest el canadiense que partía también con rumbo a Mumbai y Goa, de quien también me despedí feliz de haberlos conocido...
Apenas terminé mi desayunó bajé al check out, tan solo pagué las 1.000 rupias que por noche salía mi habitación y los 800 rupias del traslado al aeropuerto en auto y me despedí, ellos me sorprendieron en recepción con una polera roja de Lord Ganesh de regalo y muchos calendarios para que no los olvidara, yo les dejé unos marca páginas de cobre pintados a mano (metal muy producido en Chile) , que afortunadamente llevaba conmigo para este tipo de casos.
Recorrimos en un jeep lindísimo con aire acondicionado del mismo hostal los 22 kilómetros que separan la ciudad del aeropuerto y luego de un control férreo del equipaje de mano y una declaración referida a que no sacabas divisas Indias del país, tomé el vuelo Air India, que había comprado on line desde Chile por 8.655 rupias y que 40 minutos más tarde me dejaría en Kathmandú ... con 40 minutos de retraso...
Me despedí de la ciudad Sagrada, pero no de India, pues volvería 5 días después a Delhi, en mi ruta para seguir con el último tercio de mi viaje.
Dhanyavaad Banaras, Namasté !!!