No hay dos sin tres antes de llegar a treinta. Y después de ir #alacompraenbici (gloriosas xardas, fresones sublimes y celestiales tomates, entre otras fruslerías) hoy se me vino a las mientes la relación entre la tripa y la bici. Y me he acordado de una gran barriga que aspiró a confundirse con el mundo, la del anarquista Ubú, y de su ciclista padre literario.
Recuerdo que alguien, en una presentación de Bicicleta o Barbarie, me preguntó cual era el escritor ciclista que más me había influido. Sin dudarlo, dije que Alfred Jarry, verdadero precursor del Teatro del Absurdo y pionero de la bicicleta en el sentido más genuino de esta palabra.
Alfred Jarry, amante del deporte y el aire libre, todo un sport man vanguardista, cuando se trasladó del campo a la ciudad adoptó la bicicleta como su modo de transporte cotidiano. Él llevó su vínculo con su bici más allá de lo que Aristófanes hubiera considerado razonable. Aunque quizás ‘razonable’ no es precisamente una palabra que encajara mucho con Alfred, más partidario del irracionalismo y de dar primacía al músculo, la barriga o el corazón por encima del «embrionario» cerebro. Pero volviendo a Jarry y la bici, ese vínculo feroz se apoderó del hombre hasta que ambos fueron un todo indistinguible. Incluso la ropa ciclista se hizo su atuendo cotidiano, lo que le granjeó no pocas enemistades y escándalos.
La cuadrupleta patafísica formada por Jarry, su Clement Luxe 92 (comprada a crédito y nunca pagada), su revolver (de incierta carga) y su botella de absenta (siempre cargada) es la vanguardia de la vanguardia del ciclismo urbano.
Ubú en bicicleta es pitanza de primera para cualquier letraherido o letraherida que se precie de serlo, incluso para aquellos que padecen ese trastorno social llamado cochismo. En este librito se recopilan once escritos velocipédicos de este genio, siempre adolescente, que murió casi a la misma edad en que yo morí por primera vez.
En Bicicleta o Barbarie, detrás del sublime gobernante de las tres ciudades, Octavio Lápiz, late un homenaje a Jarry. Y en toda la saga hay un rastro patafísico indudable. Ya tenéis dos trabajos: Leer Ubú en bicicleta y rastrear su rodada en la Historia de Tres Ciudades.

