Hay días en la vida en la que una, directamente, no tiene cabeza para ver películas. Pero el reto es el reto y lo prometido es deuda, y aunque yo hoy haya hecho un examen que me ha dejado las neuronas totalmente exprimidas, aquí estoy a mi cita con Diciembre de cine. Eso sí, me he permitido ponerme una peli que tampoco me pudiera pedir demasiado, y entre mis títulos olvidados en la vieja carpeta de películas de mi ordenador viejuno me encontré, como una señal divina, con Las chicas de la cruz roja, y dije ¡claro que sí!
A esta película, principalmente, lo que le pasa, es que buena no es. Tampoco fue una película pensada para hacer historia, sino para hacer propaganda. Como bien sabéis, queridos lectores, en España tuvimos un "presidente del gobierno" todavía más pesado pero igual de incompetente que Mariano Rajoy, y ese fue don Francisco Franco. Pues bien, a este tal Franco le gustaban mucho los valores tradicionales y las cosas de toda la vida, y las chicas de la cruz roja era lo más por aquel entonces, porque ya sabéis que la caridad es un valor muy cristiano.
Puede que Las chicas de la cruz roja no tenga nada destacable dentro de la historia del cine, pero sí lo tiene desde un punto de vista sociológico y es que es la perfecta película publicitaria. Para empezar, y aún siendo estrenada en el año 1958, fue rodada a todo color y a propósito, porque en Hollywood ya se rodaba así y había que dar la impresión de que España ya no era lo que fue, y ya brillaba con sus colores propios. Además, las hermosas chicas de la cruz roja protagonistas de esta película (cuatro jovencitas preciosas entre las que se incluye Conchita Velasco) se van a pasear, por exigencias del guión, por los rincones más selectos de Madrid, para que quede bien claro en la gran pantalla que la capital del reino estaba tan bonita como las cuatro chicas. La gente acudió en masa a los cines, convirtiendo así a esta película en una de las más taquilleras del año, y, sin quererlo, también, en una de las películas populares más recordadas de nuestro cine español.
Más de cincuenta años después de su estreno, merece la pena ver esta película solamente por saciar la curiosidad, porque no hay más chicha que sacarle, así que un ojete de dromedario para las postulantas.