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Cumplimos. Nos levantamos a las 10 de la mañana, bajamos a comer y nos fuimos hasta el Palacio de Bellas Artes. Entramos a deslumbrarnos con los murales de Orozco, Siqueiros y Rivera. Siempre pasa cuando has visto algo mucho en libros o películas, cuando estás en frente, te parece aún más increíble, como si el camino para encontrar esa obra por fin llegó a su fin. Me pasó con las Meninas, o el Guernica, por fin llegas a saber la magnitud de eso que tanto te han contado.Salimos de allí con la intención de almorzar en el Café de Tacuva. Caminamos por una calle mexicana que nos muestra la verdad que nos ha ocultado el tour programado, mendigos se cruzan con hombres de traje formal, mujeres en tacones elegantes piden permiso para adelantar a mujeres evidentemente indígenas en traje tradicional. Atravesamos largo pasillos donde funcionan ventas improvisadas de libros, muy a la europea; cruzamos ventas de chapulines y especias que nos conducen a la entrada del restaurant centenario Café de Tacuva. Almorzamos entre turistas y mexicanos que abarrotan el local, burritos de Oaxaca, chile en Nogada, tacos al pastor, el ambiente se hace un circo de olores y sabores que junto con el servicio de su gente se convierten en la mejor postal de México.Decidimos caminar hacia el hotel porque en la noche nos espera el restaurant Bellini´s, el restaurant giratorio más grande del mundo. En la noche tomamos un taxi en el hotel hacia el World Trade Center, nos dirigimos a girar en el piso 45. El taxi nos cobra una exageración, eso nos recuerda que no estamos tan lejos de casa, nos recuerda que esa mala maña venezolana no es lo único que nos aleja del turismo en nuestra Venezuela. Sin embargo, todo se nos olvida cuando llegamos al restaurant, la atención, la elegancia, la perfección de su menú nos devuelve al cariño por México. Me como un lenguado a la mantequilla que es pura memoria, que será puro recuerdo, y me enfoco en lo positivo, se me olvida el taxista, porque lo más seguro es que él nunca llegue a probar ese lenguado, así que todo pierde importancia, hasta que llega la cuenta y Cadivi nos juega una mala pasada, resolvemos de otra manera, y también nos olvidamos de eso, porque mañana nos devolvemos a Caracas, y la balanza es positiva. Conocimos un país más, comimos divino, y paseamos mucho. Tenemos suerte, tenemos salud, y estamos juntos, qué más nos puede importar.
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