Revista Cultura y Ocio

Día de la violencia contra el profesor: ¿para cuándo?

Por Bcmt
El martes 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Lucha contra la violencia de género y, en mis clases, nos solidarizaremos con ese grave problema social realizando actividades que unen canciones e informaciones sobre la cuestión y que quedarán plasmadas en collages. Pero hoy quiero hablar de un tipo de violencia sorda y silenciosa, cada vez más frecuente, mucho menos aparatosa que el de la violencia de género pero igualmente destructivo para la sociedad: la violencia contra el profesorado.Las estadísticas que han salido en la prensa en estas últimas semanas son alarmantes pero en ningún caso novedosas para los que ejercemos la profesión. No salimos con moratones en los ojos, en general, ni tenemos heridas físicas que podamos denunciar, pero sí cada vez más psíquicas y emocionales. Y, de la misma manera que hay que denunciar la violencia de género, conviene que empecemos a llamar las cosas por su nombre.Dentro de las aulas, tenemos que seguir a rajatabla el draconiano código de conducta que hoy se exige a un profesor y que es descaradamente poner la otra mejilla en todas las situaciones. Nos faltan al respeto pero nosotros no podemos decir una palabra más alta que otra. Nos insultan y no podemos insultar. Nos agravian y no podemos agraviar, etc., etc.Pero esta es la realidad: Nuestros alumnos cuestionan el principio sagrado de la libertad de cátedra de un profesor en 2014 tanto o más que se hacía en tiempos de Franco. Y se les permite.Frivolizan sobre la atención a la diversidad, un avance tan importante para que todo el mundo pueda acceder a la enseñanza. Ya no solo hay que tener en cuenta una situación física, psíquica o vital particular de un alumno, sino sus gustos personales. Opinan sobre lo que no saben, exactamente igual que los tertulianos de la televisión basura. Levantan falsas calumnias y acusan con vehemencia a los profesores de lo que sea y cuándo sea, sea responsabilidad del profesorado o no.* * *He reflexionado mucho en estos últimos años sobre cómo ser docente porque he vivido diferentes formas de violencia psicológica tanto cuando he querido defender los derechos de los alumnos como cuando me he negado a ceder ante el alumnado; he sufrido y visto sufrir a compañeros cuyo currículum solo un 1% de nuestros alumnos —y está por ver—llegarán a alcanzar.El tiempo me va dando clamorosamente la razón y muchos de mis ex colegas del Conservatorio Superior de Castilla y León saben muy bien de lo que estoy hablando y, por ello, estas son mis conclusiones:1.- El alumnado arremete contra un profesor cuando no quiere aceptar su parte de responsabilidad. Nunca ataca un alumno que esté trabajando bien o que tenga capacidad para auto examinarse. Nunca.2.- El haber retirado o bajado la nota de corte de entrada en las carreras ha tergiversado la realidad. Se está calificando con 7-8 a alumnos que, hace diez años suspendíamos con 2-3.3.- Consecuencia, en parte de lo anterior: el paro no se resolverá únicamente con la mejora de la crisis y una actitud más responsable por parte de los gobiernos. Alumnos con una y dos titulaciones no encontrarán trabajo. En algunos casos será injusto pero en otros muchos no. Una empresa, un colegio, una institución no se puede arriesgar a contratar o acoger a una persona con una actitud tan inmadura.4.- En muchas especialidades no habrá relevo generacional. La Administración educativa española es cada vez más exigente con los profesores y menos con los alumnos. En el tiempo que muchos alumnos se dedican a cuestionar a los profesores buscando, literalmente, tres pies al gato, un profesor escribe otro libro, se acredita en el Ministerio en una categoría superior, aprende un nuevo programa informático o un idioma.
* * *Muy atrás quedan, aunque solo hayan pasado 10 años, esos tiempos en que yo llegué a España en 2004 y me sentaba en los jardines de la UAM a charlar con mis alumnos y alumnas. Tiempos en que yo permitía que me llamaran “Bea” porque había afecto y respeto. Clases en las que podía innovar y proponer contenidos que no se estaban haciendo en ninguna universidad española y que eran recibidos con receptividad y admiración. Clases en que yo veía alumnos tan estimulantes que me animaba a hacer yo misma otra carrera.Como muchos de mis compañeros he vivido y estoy viviendo situaciones inadmisibles desde el punto de vista profesional y humano. Las puedo resistir y afrontarlas cada día con más valentía gracias a los que fueron mis maestros. Dejé que educaran y moldearan no solo mi cabeza sino mi sensibilidad. Ellos me dieron sus herramientas para sobrevivir… en un aula, en un claustro y en un escenario, porque, a pesar de ser una mente muy crítica, nunca les ataqué, nunca les ofendí, nunca estuve un segundo a su lado sin respetarles, estarles agradecida y quererles. Cada éxito de mi vida, profesional y personal, es, en parte, gracias a ellos.Cumpliré lo mejor que pueda cada obligación que me es encomendada en la docencia y me adaptaré a estos tiempos profundamente ingratos, pero no permitiré que nada ni nadie cuestione mi libertad de cátedra, así tenga que renunciar a ser profesor. Y mi castigo, a estos alumnos que se permiten creer que están al mismo nivel que nuestros 20 años de carrera, será privarles de esas herramientas vitales y profesionales que no figuran en los planes de estudios ni en las asignaturas y que son la clave del éxito profesional.El alumnado fue para mí un conjunto de individuos a los que conocía con nombre y apellidos, edad, expediente, situaciones personales si la compartían conmigo, sueños, ilusiones y mucho más. Muchos de ellos se han ido convirtiendo en colegas y amigos. Hoy, salvo contadas excepciones, son una masa anónima de la que desconfío y de la que no tengo una buena opinión ni intelectual ni humana. No me crea inseguridad nada de lo que dicen porque, ni de casualidad, tiene fundamento intelectual, didáctico, legislativo y no digamos científico. Sí me supone un esfuerzo considerable no decirles lo que pienso y que, fuera del aula (presencial o virtual), si alguien me hablara como a veces ellos intentan o lo hacen con mis colegas, no me callaría.Se nos presiona para que les tratemos como clientes (y hablo de la universidad pública), clientes que siempre tienen razón. Pero me niego a hacerlo. Son alumnos, así se disfracen de clientes, líderes o tertulianos de la televisión basura: solo alumnos. Nada más que alumnos.El principio de igualdad en la vida cívica y académica no implica saltarse el sentido común: 4 años de estudio en una especialidad no es igual que 20. Nacer con talento no es igual que nacer sin él. Estudiar media hora cada semana no es igual que estudiar media hora al día. Haber conseguido una cátedra no es igual que haber conseguido matricularse en un Máster o que una beca. Haber llegado a ser un especialista en algo no es igual a tener un expediente de Grado de notable o sobresaliente.
¿Qué tal, si como dice el sabio refranero español, dejamos de «mezclar churras con merinas»?

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