EL DIA DE LOS VIVOS
Hace calor y un heladero es en este cementerio más solicitado que un cura; aparece uno que empuja con incomodidad la bicicleta atascada entre el polvo y las piedras; la gente le rodea como a un oráculo. Le compro un helado y conversamos un poco luego le pregunto cómo va el negocio: “Hoy salgo grueso, hay que aprovechar a los muertitos”.
Al lado de unos nichos veo una sombrilla de colores encendidos y debajo a una mujer atrincherada entre ollas y cacerolas de gran tamaño que usa las tumbas como un mobiliario extraño para poner algún cucharón, un cajón, un balde o un plato. Mientras que esta mujer va escogiendo presas encebolladas y trozos de papa de una gran olla y los sirve a los comensales reunidos alrededor de un nicho como en un pic-nic dominical, una chica joven sale rauda a todos los rincones del cementerio cargando cajas de cerveza que los visitantes le solicitan, toda la tarde haría lo mismo. “Amiguita, una caja de cerveza”, “Amiguita, tráete pa´ca una gaseosita”; salud por los ausentes… y por los presentes también, claro está.
Día de los muertos en Perú, cementerio de Carabayllo - Lima.
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Se me acerca un niño llevando una botella con agua y una escoba, en los bolsillos de su pantalón raído se apelotona una franela: “Seño, le limpio a su muertito”. Su cabeza parece un trapo exprimido arrojando gotas de sudor por los surcos en su piel cetrina, tostada por vivir expuesto el peso solar de todos los días. Cobra 50 céntimos por limpiar las tumbas con sus pequeñas manos, dándoles, al menos por un día, un aspecto menos doloroso. Le doy unas monedas y no le pido que limpie a mi muertito porque yo tampoco lo encuentro. Me mira extrañado y se va a ofrecer sus servicios a otras personas.
Día de los muertos en Perú, cementerio de Carabayllo - Lima.
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Un hombre toca a ojos cerrados un arpa andina, lo acompañan cuatro saxos y un clarinete. Los parientes de un difunto le han pedido tocar “Adiós juventud” porque “al viejo le gustaba esa canción”. Los músicos se ponen frente a la tumba y empiezan a tocar. Los familiares beben cerveza y sonriendo canturrean estrofas del huaynito, sonríen pero entre ellos advierto a una mujer que escucha en silencio con los ojos empapados de memoria líquida, ojos brillantes como charcos iluminados por los más tristes astros. Alguno tira un poco de cerveza al suelo, ese suelo que contiene ahora los restos de quien alguna vez estuvo, como bebiendo con esa ausencia. Acabada la música los parientes hacen una colecta y les pagan a los músicos que agradecen y se van a buscar otra familia que quiera cantarle a sus muertos las canciones que aviven su recuerdo.
Día de los muertos en Perú, cementerio de Carabayllo - Lima.
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Un muchacho mezcla en unos baldes la pintura azul con el que adornará un nicho, le han contratado para poner presentable la iglesia en miniatura que adorna la tumba mientras que otro, pico en ristre, ofrece ensanchar el espacio, el hueco, el rincón de tu muertito. Un tipo barbado, alto y flaco como una cruz incompleta se abre paso entre las rocas con sus sandalias empolvadas, se dirige a las familias ofreciendo “ayuda espiritual”. “¿Cuánto cobra hermano?” le preguntan. “Su voluntad nomás” responde. “Ah, entonces récele”. “Oremos hermanos…"
Día de los muertos en Perú, cementerio de Carabayllo - Lima.
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ENCONTRAR - ME
Los niños juegan a las escondidas, corren sobre las losas frías bajo las cuales la muerte reina silenciosamente: la inocencia de la vida extiende sobre la oscuridad sin límite su patrimonio de alegría y felicidad. Sobre alguna tumba, un hombre totalmente ebrio dormita en brazos de su amante como si durmieran juntos en la banca de un parque. Algunas personas comen sentados sobre los nichos, otros lavan el cemento de las tumbas como quien baña un niño, con delicadeza, con paciencia. Más allá un hombre se arrodilla sobre el polvo. Habla, conversa, prometiendo lo que hará, recordando lo que ha hecho. Una mujer se pone en cuclillas frente a un nicho, susurrando posa sus manos sobre el cemento como quien toca un tacto prohibido: despacio, delicadamente; luego pone flores, caramelos y agua. Más arriba tres hombres hablan casi a gritos, ríen y se llenan la boca de recuerdos. A sus pies muchas botellas de cerveza y unas ramas de flores pisadas. A sus pies tres cruces y tres nichos, a sus pies la continuación de lo que un día serán sus inevitables destinos.
Día de los muertos en Perú, cementerio de Carabayllo - Lima.
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Por fin, a lo lejos reconozco uno rostro. Mi tía Fortunata llega con toda su parentela y se ubican en una tumba. He venido a buscar una tumba y la he encontrado. De no haber visto a mis parientes nunca lo hubiera hecho. “Aquí yace Paulino Velarde” jugueteando con un nieto de 2 años, y más atrás otro nieto, angelito que estuvo de paso por el mundo un solo día. El tío Paulino era uno de esos hombres que no se iba a morir nunca. El tío Pauli y la tía Fortu eran una pareja de leyenda, se amaban mucho y no se separaron nunca. El amor es también pasión y se mandaron a pedir 11 hijos. “Todo niño viene con su pan bajo el brazo” solía decir él. Tierno y ocurrente, contaba sus anécdotas con tal gracia que te destornillabas de risa. Por vez primera conozco a mis primos, nunca antes les pude ver. Se sorprenden de verme allí y poco a poco vamos ganando confianza. La tumba del tío está muy bien cuidada. El amor después de la muerte continúa en manos de Fortu: ha mandado a barrenar parte de la ladera y con las piedras que han sobrado ha hecho un pequeño espacio para que la numerosa parentela tenga un lugar cómodo donde sentarse cada 1ero de noviembre.
Día de los muertos en Perú, cementerio de Carabayllo - Lima.
El tío Pauli hubiera deseado ser enterrado en su Tambo natal (Ayacucho), pero no se pudo, la muerte como todo evento que pareciera imposible y lejano se hizo posible y demasiado cercano un día. Tenía que ser enterrado allí, en ese cementerio de la periferia limeña. Pero Fortu fue hasta Tambo, recogió tierra del lugar y lo trajo hasta la tumba de su amado: “Te he traído tierra de tu pueblo, ahora puedes estar tranquilo…” le dijo. Tía Fortu me cuenta que ha mandado a hacer la escalera que conduce a esta parte elevada del cementerio y que yo usé. Mi primo Jesús, que ahora vive en Madrid y ha venido a visitar a su padre, manda a pedir cervezas y empezamos a tomar, sentados sobre la tumba de Pauli. Cambio de mirada, ya no soy yo quien observa lo que los demás viven, ahora soy yo quien vive, quien forma parte de este ritual. Estamos hablando de nuestro ausente y casi sabemos que nos oye, que está allí mirando como corren sus nietos y tataranietos, como seguimos a su lado.
FIN DEL DIA
El sol ya casi es un fanal cayendo en picada sobre un horizonte incendiado de colores agónicos. Se encienden las primeras luces de las velas aquí y las artificiales de los postes abajo, en la ciudad. Alguna fogata emana un olor a plantas, el humo se eleva sobre las cruces, las personas se desdibujan. El viento esparce la música que no se ha detenido en toda la tarde, la revuelve con las risas, con el griterío convirtiéndolo en un solo y distante sonido, sonido que trae fragmentos de memoria, que lava la herida de la ausencia.
Día de los muertos en Perú, cementerio de Carabayllo - Lima.
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Ya casi a las 7 las cortinas de la noche se han corrido sobre el ventanal del cielo y ha extinguido totalmente la luz; el día es un recuerdo pero la vida sigue aquí en todos estos hombres y mujeres que no quieren dejar a sus muertos más solos de lo que ya están. En la cruz de la entrada del cementerio las velas siguen ardiendo, espantando con tenues fulgores la oscuridad total: han sido encendidos por todos aquellos que no pudieron ir a visitar a sus difuntos por tenerlos lejos y que allí al pie de esa cruz, mirando la cerrazón infinita del cielo, rezan pidiendo por los que se fueron porque hoy no podrán estar allí donde estén sus restos, bebiendo y comiendo, cantando un huayno, riendo, pero no habrá trecho que la lucecita de su esperanza no cruce, reflejo de un amor que se pronuncia a lo lejos, cruzando los abismos de la muerte, la distancia y el tiempo.
Día de los muertos en Perú, cementerio de Carabayllo - Lima.
Pablo
Día de los muertos en Perú, cementerio de Carabayllo - Lima.