Revista Música
Los acordes fueron conducidos lentamente hacia la guillotina. Uno tras otro, incesantemente, inevitablemente. Así fue la imagen que anunciaba la agonía musical que todos esperaban en el fondo pero que nadie se atrevía a contarlo. ¿Qué es la creatividad sino aquello que permite al Hombre inventarse a sí mismo eternamente? Y sin embargo, con cierta osadía, nos atrevemos a juzgar día tras día sin aprender a valorar en primer lugar aquello que se presenta como una genialidad ante nuestras narices.
Evidentemente el arte se ha prostituido hoy día hasta tal extremo que ya no distinguimos quién es el talentoso y quién el necio. No podemos hallar virtud en un mundo donde la mediocridad es primicia perseverantemente. No obstante, para el viajero amante que sabe apreciar con nitidez la cristalina raya que separa dos mundos revueltos, se enfrenta constantemente al ineludible poder sabiendo perfectamente su anticipada derrota.
Estas lineas no son palabras de consuelo para el artista sino para su admirador. El artista conoce perfectamente la envergadura de su creación. Exactamente reconoce el vínculo entre él mismo y su obra así como su obra y el espectador. Consecuentemente cuando dicho vínculo se concibe, el artista sabe de sí mismo y reconoce al otro a través de su creación. Así pues, pretendo expresar mi humilde simpatía hacía el artista y mi desprecio hacia el mediocre. Pues bien sea dicho que el primero consigue revelar aquello que queda oculto a simple vista y el segundo consigue hastiar excesivamente lo ya conocido.
Como dije anteriormente, la mezquindad campa a sus anchas y consigue robar el protagonismo a la excelencia humana. Sin llegar a satisfacer su hambre, prosigue hasta conseguir convencer a todos de que lo bueno, lo bello y lo justo, deben ser mediocres. Razón que puede justificarse en la idolatría que la sociedad produce y consume incesantemente en todo tipo de ámbitos artísticos, otorgando el sustento necesario para la maquinaria del todo-poderoso sistema. Aunque estas palabras puedan entenderse fuera de lugar, en realidad deben interpretarse a lo ya ocurrido, lo que sigue sucediendo y acontecerá en el mañana próximo. El triunfo de la mediocridad.
Pretendo finalizar este escrito como una obra personal que pretende crear un vínculo entre el verdadero artista y su audaz espectador. Un vínculo que sirve para el reconocimiento existencial y mutuo de ambos dentro del arte y no en el interior de un mundo que se subastan los valores. Pretendo finalizar este escrito denunciando el menosprecio a la creatividad y el triunfo inevitable de la vulgaridad. Pretendo finalizar, una vez más, aclarando rigurosamente que ningún juez impersonal podría valorar una obra de arte, pues carece de toda condición necesaria para recrear el vínculo con el artista y su obra. Se hace evidente declarar de forma legítima que hoy es día de luto para la auténtica creatividad que se ha atrevido, con cierto desparpajo, a desafiar la mediocridad consumiéndose inevitablemente pero con orgullosa dignidad.