Revista Cultura y Ocio
Para festejarlo, narradores y poetas decidieron compartir una velada en la biblioteca del pueblo. Buscaban juntarse, mimarse. Deseaban gozar de la compañía de iguales, o de distintos, pero amantes de letras, tinta y papel, al fin. A medida que aparecían, eran recibidos con abrazos y lágrimas de ausencias. Julio comentó que faltaban la comida y el etílico, lo cual despertó la nostalgia en la mayoría de los rostros. De inmediato, y para que el entusiasmo no se derrumbara, Gabriela y Alfonsina recitaron una poesía. Los pequeños grupos acallaron sus voces y así las historias ganaron el espacio. Adolfo tomó la posta, leyendo un cuento corto de fantasía. Luego compartió párrafos de otro que escribió Jorge Luis (este, ante las miradas interrogantes, tradujo lo que había querido expresar). Edgar narró sobre fantasmas y Pablo borroneó unos versos rápidos. La noche avanzó entre rimas y relatos, hasta que los primeros rayos la diluyeron junto a los participantes. Las cámaras de seguridad del lugar no registraron ninguno de estos hechos.
© Sergio Cossa 2012Pie de página del feed