Era una tarde tormentosa del 15 de agosto de 1982 cuando José cerró los ojos y besó la rosa para lanzarla con tristeza a la fosa donde yacería su mujer junto a muchos sueños compartidos el resto de su vida. Acababan de ser abuelos de dos preciosas gemelas: Rocio y Charo. Con lágrimas en los ojos abrazaba a su única hija Matilde recién parida a la que acababan de diagnosticar en el hospital varios tumores de mama. Finalizaba una lucha para empezar otra. Mientras se oía el rutinario responso de don Pedro, el cura del pueblo, recordaba la primera noche en la que no pegaron ojo cuando don Marcial le hizo un volante de urgencia porque notaba en el pecho unos bultos. Atrás quedaron los días de lucha, días de hospital, noches de insomnio, tardes de lágrimas. La abuela Julia fue una gran luchadora y vivió tres años junto a la enfermedad y con la enfermedad. No pudo más. Eran otros tiempos. La medicina ha avanzado mucho, aunque no lo suficiente. Hoy las expectativas de vida son muy altas.La abuela Julia no pudo vencer la enfermedad como lo hizo su hija, pero su lucha como la de cientos y cientos de mujeres no será en vano. Este domingo, 32 años después de ese mediados de agosto del año del mundial, Matilde junto a sus dos hijas Rocio y Charo, agarradas de la mano, participaron en la carrera solidaria que tiñó la ciudad de León de rosa, al igual que muchas otras en el mundo. Cada paso en la carrera, es un paso al frente de solidaridad y valentía. La lucha por la vida continua. Hoy miles de mujeres corrieron por Julia y otras muchas que fueron y serán. Hoy es el día en el que habrá muchos días. Hoy es el día de la esperanza. Hoy es el día de todos los días.