Revista Historia

Diablos marinos, una especie no apta para machistas

Por Ireneu @ireneuc

Diablos marinos, una especie no apta para machistas

Diablo marino (vista lateral y ventral)

Por mucho que nos empeñemos los hombres a negarlo, hemos de reconocer que, en una relación, ellas son siempre las que llevan los pantalones y las que hacen con nosotros lo que quieren. Esto que casi es un axioma de jerarquía en las relaciones humanas, también se encuentra en una infinidad de especies animales, en la que se repite el patrón de que quien es el elemento fuerte no es el macho, sino la hembra. Y ello es así porque la hembra es, para la evolución de una especie, muchísimo más importante que un macho: Mil machos para una hembra o mil hembras para un macho. Usted mismo puede ver quién es más prescindible para reproducir una especie. El macho, por tanto y en cualquier especie, es un mero portador de esperma con alguna funcionalidad añadida... si es que la llega a tener, porque hay en algunas especies que ni eso. Tal es el caso del Diablo marino de triple verruga, en que el macho no pasa de ser una simple gónada enganchada de por vida al cuerpo de la hembra.

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Se ilumina en la oscuridad

Efectivamente, el Diablo marino de triple verruga o Anzuelo Diablo (Cryptopsaras couesii) es un raro pez de color negro que vive en los fondos oceánicos en profundidades de entre 200 a 4000 metros, de unos 30 cms de longitud y que está caracterizado por tener una boca enorme (al estilo del rape). No obstante, lo que lo hace especial es un largo pedúnculo que le sale de la cabeza, el cual acaba en una bolsita llena de bacterias que generan luz. Y es que, en un fondo marino totalmente a oscuras, esta pequeña luz es una potente forma de atraer a sus presas hacia su enorme boca y alimentarse con cierta facilidad.

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"Eso" de abajo es el macho

Esta descripción es solamente la de la hembra, pero bien se podría definir como la descripción general de la especie, ya que la diferencia entre los dos sexos es tan extremo, que el macho del Diablo marino bien podríamos definirlo como "pobre diablo" marino y usted mismo me dará la razón.

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El "pobre diablo" marino

El macho, al contrario que la hembra, tiene una longitud que no supera los 3 centímetros, lo cual ya te está marcando quien es la voz cantante de la pareja. Sin embargo, no acaba aquí las substanciales diferencias con su "partenaire", ya que cuando es adolescente, el macho -prácticamente trasparente- vive libre en los inmensas profundidades marinas, hasta que encuentra una hembra, atraído por su pedúnculo luminoso y se engancha a ella con su boca... y aquí se le acabó la feliz vida de soltero al pobre pez.

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Machismo a la mínima expresión

Es entonces cuando, enganchado a la piel de la hembra, el macho prácticamente se fusiona con ella, dejando de alimentarse por sí mismo, compartiendo sistema circulatorio y atrofiando todo el resto del cuerpo (ojos, branquias, aletas...) excepto las gónadas -los testículos, vamos-, las cuales empiezan a crecer desmesuradamente. Ello convierte al macho en un simple pene andante... bueno, ni eso, porque vive adherido a la hembra permanentemente.
En el momento de la reproducción, la hembra emite sus huevos y, se supone que inducido por la carga hormonal de la hembra en el momento de la ovulación, el macho (o lo que queda de él) emite su carga espermática también, fecundando los huevos. La hembra, por su parte, puede llevar varios machos enganchados tranquilamente vista la colosal diferencia de tamaños, los cuales vivirán en proporción de lo que viva la hembra, ya que, en el momento que la hembra muera, el macho lo hará también irremisiblemente. Una historia que, sin duda, será muy del agrado de los machistas.

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Pedúnculo luminoso

La naturaleza, en general, ha dado la supremacía vital a las hembras, siendo el matriarcado la forma habitual de organización social y dejando al patriarcado reducido a una simple aberración fruto del complejo de inferioridad de los machos. Las necesidades biológicas de crianza y desarrollo de los hijos para asegurar la descendencia en una especie han dado a las mujeres -y por extensión a todas las hembras- una mayor resistencia tanto al dolor como al sufrimiento en general, lo que se traduce en una mayor longevidad. Es en esta tesitura que el hecho de que los machos tengamos más o menos fuerza física no atiende a ninguna jerarquía social, sino a que somos simples herramientas a manos de nuestras hembras: ellas, sean mujeres, leonas o diablesas marinas, son las que escogen en proporción de las necesidades de la especie. Los machos, solo copulan... y siempre que a ellas no les duela la cabeza, claro.
La próxima vez que viendo La que se avecina escuche "¿Qué somos? ¿Leones o huevones?", recuerde la vida del Diablo marino y responda sin dudarlo: huevones.

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"Diabla marina" con diversos machos parásitos


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