Revista Belleza

Diagnóstico de la piel: la complejidad de un bien minusvalorado

Por El Rincón De Ika @rincondeika

by · Published enero 14, 2019 · Updated enero 14, 2019

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Parece absurdo decir que el diagnóstico de la piel es básico para encontrar una rutina de belleza adecuada para cada tipo de piel. Sin embargo, cada día me encuentro con más personas que recurren al autodiagnóstico para tratar sus afecciones de la piel o que recurren a supuestos profesionales que en realidad tienen poca más idea que yo sobre el diagnóstico facial. Hoy veremos algunas claves a la hora de recibir un buen diagnóstico facial para entender su importancia y qué debemos tener en cuenta.

Entender el cuerpo como un todo es básico para conseguir un buen tratamiento facial, ya que no se pueden tratar las alteraciones estéticas de forma aislada puesto que a menudo entran en juego variaos factores como causantes de la afección. Normalmente pensamos que con conocer si nuestra piel es mixta, seca o grasa tenemos suficiente, pero la realidad es que conocer la relación que existe entre los órganos y dichas alteraciones es lo que permite acertar con el tratamiento y conseguir resultados reales.

El diagnóstico facial deben, por tanto, ser tanto global a nivel de la piel y hábitos, como local, observando las alteraciones estéticas concretas de cada tipo de piel, lo que permite tratar las afecciones desde sus causas más allá de un efecto visual de rejuvenecimiento momentáneo. Por ejemplo, una piel de fumador estará por lo general más apagada y tendrá tendencia a la aparición de puntos negros por la acumulación de suciedad.

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Es importante que el profesional que examine nuestra piel pierda el tiempo con nosotros. Esto significa que no solo debe mirar y tantear nuestra piel, también debe hacernos preguntas para saber más sobre nuestro estilo de vida y las posibles causas que dan origen a nuestras afecciones de la piel.

Un buen diagnóstico facial incluye un examen de nuestros hábitos de vida, como la actividad física y laboral, exposición de la piel a agresiones como si se trabaja en exterior el clima agresivo o en oficina con calefacciones o climatizaciones que resecan, etc. Si por ejemplo la piel está expuesta a polución es posible que pueda desencadenar procesos acnéicos.

También se deben tener en cuenta los factores hormonales. Por ejemplo, siguiendo con el acné los ciclos menstruales pueden relacionarse también a brotes de acné, al igual que, en muchos casos, cambios hormonales, embarazos o anticonceptivos influyen en la aparición de manchas. En ocasiones estos cambios hormonales pueden desencadenar, incluso, un problema de rosácea. Otra alteración hormonal que tiene una influencia muy directa con el estado e la piel según los profesionales de la estética, es la disminución de estrógenos (como en la menopausia) que influye en la flacidez, en el envejecimiento cutáneo o las arrugas, por el cambio y pérdida en la estructura en la dermis.

Ten en cuenta que por un tratamiento muy bueno que te hagas en un centro estético, más de la mitad del cuidado de la piel es el que realizas en casa, por lo que no se trata de aplicar un tratamiento muy fuerte que nos de un efecto flash momentáneo, sino de elegir un tratamiento adecuado a las necesidades que se pueda mantener en el domicilio en base a nuestras necesidades y estilo de vida, además de incluir pequeños hábitos saludables.

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Otro de los aspectos que deben valorarnos a la hora de realizarnos un tratamiento facial son los hábitos alimenticios, que habitualmente están directamente relacionados con el estado de la piel. Una buena alimentación ayudará a la regeneración celular, lo que frenará el proceso de envejecimiento de la piel como arrugas o flacidez, al igual que influirá directamente en la capacidad para eliminar toxinas que afectan incluso a la circulación generando distintas afecciones como pesadez en piernas, acné, celulitis o, incluso, cuperosis si la circulación es mala y el cuerpo no se deshace correctamente de los deshechos. Debemos recordar que en el caso de la cuperosis tomar alimentos excesivamente calientes, picantes o el alcohol pueden influir en su aparición.

Precisamente esa capacidad de deshacernos de deshechos y toxinas es fundamental para entender el estado de nuestra piel y en un buen diagnóstico facial deben preguntárnoslo. Respecto a la función renal, debe, por ejemplo, haber equilibrio entre el agua ingerida y la que se orina (más o menos su se bebe litro o litro y medio se irá a orinal unas 5-6 veces). Si se produce una retención de líquidos (por abuso de alimentos salados, poca actividad, etc.) puede ser un factor determinante en la aparición de bolsas o flacidez. Así como si se eliminan demasiados líquidos (pérdida excesiva de minerales) afectará en los tejidos favoreciendo la flacidez o la deshidratación.

Por otro lado, la función digestiva tiene mucho que ver con el estado de la piel. Una función digestiva lenta, pesada o alterada como en el caso de la acidez, puede influir tanto en el acné o sobrepeso como en la cuperosis. En este apartado es de vital importancia el estreñimiento, que supone un cúmulo de toxinas y tiene una relación muy directa con la aparición de acné, piel apagada o asfixiada.

Más allá de las enfermedades diagnosticadas como las alergias, en un buen diagnóstico facial nos preguntarán por las horas de sueño, ya que es el ciclo en el se reparan células y se recupera energía. Es tan importante la cantidad de horas como la calidad del sueño, si es reparador o no. Un sueño escaso o no reparador afecta en el aspecto, acentuando arrugas, surcos, bolsas, ojeras, visible falta de energía, etc.

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Evidentemente, el 90% de los casos, la persona que analiza nuestra piel no es un doctor o dermatólogo en el centro de estética, por lo que no va a poder determinar nuestro estado de salud, si bien debe ser capaz de reconocer sus síntomas en la piel. Por ejemplo, la función circulatoria tiene relación tan directa con la aparición y agravación de las alteraciones estéticas faciales y corporales.

Así, si bien un esteticista no tratará el problema de circulación a nivel médico, si debe diferenciar entre un problema de retorno venoso (sensación de pesadez de piernas, hormigueo, edema, varices…) que aumentará la retención de líquidos, la posibilidad de sufrir cuperosis o flacidez, o si, por ejemplo, son problemas arteriales (causante de frío en las extremidades, alteraciones de tono como palidez o un tono violáceo, etc.) que repercute en el aporte de nutrientes y oxígeno a las células, a veces insuficiente en las zonas más lejanas al corazón, por lo que favorecerá la deshidratación, desnutrición, arrugas, ojeras, flacidez, etc.

Después de recopilar toda esa información de nuestro cuerpo, incluidos los hábitos de vida, y analizar la alteración estética de forma local, es importante que nos identifiquen los factores que influyen o determinan la aparición de las alteraciones en nuestra piel, atendiendo a su origen, de forma que podamos determinar si se debe a un momento concreto o a un problema global de la piel.

Por ejemplo, si tenemos arrugas y trabajamos sobre ellas, pero no sobre la elasticidad de la piel o sobre la mejora en su nutrición el tratamiento no será 100% efectivo, al igual que en el caso de la deshidratación.

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