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Diálogo con Xavier Fina, autor de Sense treva, els cent primers dies d'Ada Colau

Publicado el 28 enero 2016 por Jordi Jordi Corominas @jordicorominas
Diálogo con Xavier Fina, autor de Sense treva, els cent primers dies d'Ada Colau



Diálogo con Xavier Fina, por Jordi Corominas i Julián

Xavier Fina abre la puerta de su despacho a las cinco en punto. Acaba de publicar Sense treva, els cent primers dies d’Ada Colau (Pòrtic) y desde que recibí el libro tengo ganas de charlar con él sobre esas jornadas donde se supone, un imposible en nuestro tiempo de velocidad mediatizada, se concede clemencia al gobernante en su tarea. Sin embargo no hace falta ser barcelonés para darse cuenta que un proyecto como Barcelona en Comú no ha gozado de esa paz ficticia, y muchos son los motivos entre polémicas y la absoluta novedad que supuso su victoria en las elecciones municipales de mayo.
Jordi Corominas i Julián: ¿Bastan cien días para entender o intuir la gestión de Barcelona en Comú al frente del Ayuntamiento?
Xavier Fina: No. Lo que ocurre es que ellos mismos se han puesto la presión encima al ser los primeros en decir que en poco tiempo se notarían los resultados. Es injusto juzgarlos tras cien días, pero ellos mismos lo mencionaron y además han dado mucha importancia a la política de gestos.

¿Y crees que la política de gestos esconde la imposibilidad de ofrecer resultados en apenas cien días?
Los medios han juzgado esa política de gestos desde una homogeneidad que no existe. En primer lugar usan una política de gestos errática y absurda y otra con sentido que considero sobreactuada y quizá ni urgente y tampoco prioritaria.
Cuando Ada Colau ganó por catorce mil votos a Xavier Trias pensé que se volvía a reproducir el modelo de dos Barcelonas, algo que sigue percibiéndose en la calle, donde la alcaldesa tiene seguidores acérrimos y otras personas reacias a su figura. ¿Crees que se ha superado esta dualidad en tan poco tiempo?
No creo que se haya superado, pero creo que Ada Colau durante estos cien días no ha perdido apoyo y sí los ha ganado. Muchos seguirán sin votarla, pero se tiene la sensación que su propuesta es seria y va institucionalizándose, ya tiene el peso de la alcaldía.
Y como por otra parte es comprensible el cargo le da una proyección que antes tenía, pero de otro modo.
Sí, mucha más y ahora genera más confianza que antes. No se ha producido ningún cataclismo pese a las portadas de algunos medios. La ciudad sigue funcionando.
Y sus propuestas, si las comparas con la predominante en el actual contexto catalán, convierten a Barcelona en una especie de rara avis.
Sí, pero también debemos valorar que muchos ayuntamientos dejaron las cuentas muy saneadas, y eso permite generar políticas, pero efectivamente su gestión demuestra la posibilidad de alternativas, la posibilidad de proponer otras cosas.
Todos hablan del Procés y ellos hablan de política de cercanía. 
Sí, y cuesta mucho salir del tema, la mayoría de preguntas sobre el libro giran entorno al Procés cuando aparece tres o cuatro veces en el libro. Eso demuestra cómo son una alternativa.
Y la misma Colau desde el primer día habla de políticas inclusivas, para los 73 barrios, no para unos pocos como el anterior alcalde. 
Sí, pero esto se demuestra con los hechos. Trías también diría lo mismo, te hablaría de los setenta y tres barrios.
Es una cuestión de comunicación política.
Sí, pero claro, la diferencia está en que ahora mismo no recuerdo ninguna foto significativa de Xavier Trias en Nou Barris, mientras que Ada Colau conoce estos barrios. Esto muestra que sí existe una sensibilidad diferente que se ratificara cuando las políticas con sustancia den sus frutos.
Con el tema de los barrios aparece otro factor. A veces algunos critican la nula presencia en las propuestas en cultura y urbanismo, pero si vas a los barrios entiendes que restaurar equipamientos es una forma de urbanismo igualmente válida. No siempre se debe caer en la grandilocuencia. 
Y en cien días no tienes margen para actuaciones de este tipo. Su reto es conjugar el discurso rupturista con la gestión cotidiana, necesitan un relato y un planeamiento que se ubique en un territorio intermedio.

En el libro hablas de radicalidad institucional.
Y esta radicalidad institucional debe aspirar a un equilibrio. Su programa de cultura es rupturista al 100% y sus propuestas sólo son realizables si se trabaja en ellas durante veinte años. El verdadero plazo son cuatro años y dar con algún elemento que ayude a fomentar los cambios y se noten. Creo que no pensaban ganar las elecciones y por eso una parte de su programa no está bien hilada.
Como si hubieran lanzado un programa de máximos que se debe adaptar a la realidad. 
Su programa de máximos requiere años y ahora deben adaptarse al corto y al medio término con el ingrediente añadido de pactar cosas, porque tienen once regidores de cuarenta y uno. No hablo de ingenuidad. Su programa era más teórico que práctico, muy universitario y poco de la gestión pública.
La comparación con Podemos parece inevitable.
Sí, pero sólo un poco.
Probablemente se han dado cuenta que voltear el modelo de ciudad es muy complicado y que se enfrentan con dificultades que no tenían del todo en su guión.
Sí, con toda probabilidad ha sucedido. Sus propuestas hablan de redefinir el modelo, como ocurre, por ejemplo, con los equipamientos culturales. Sus ideas son reformistas sin llegar a su extremo anterior. No puedes cerrar el Liceu.
Han renunciado al palco, pero tú argumentas que el Ayuntamiento debe tenerlo por su rol institucional. No puede ser que si a la alcaldesa de París le apetece ver ópera se deban comprar las entradas en taquilla.
Y menos si debe pagárselo de los dos mil doscientos euros de su sueldo. El Ayuntamiento da dos millones y medio al Liceu y me parece muy bien. Según su programa esto debería cambiar. ¿Podemos prescindir de un teatro así? En determinados rangos que determinan la importancia de las ciudades esto puntúa muy positivamente. Sé que es un ejemplo demagógico, pero es el más claro.

Vayamos a otro.
El Mobile es otro caso claro.
Pero el del Mobile es un caso de lo que decía antes de las dos ciudades, es como cuando se efectúa la moratoria de turismo. Muchos sectores ciudadanos la juzgan positiva y en cambio determinados poderes económicos reaccionan como fieras ante la situación. Es la lucha entre dos modelos.
Claro, pero no debemos olvidar que es una moratoria, que debemos ver cómo quedará. En un año se debe formular una propuesta sobre planeamiento hotelero. Veremos si llegan porque se quiere lograr con formas participativas. Colau ha dicho en algún acto que se ha dado cuenta de la realidad de la complejidad y cómo tiene intereses legítimos contradictorios. Eso es gobernar, y no sólo se trata de grandes poderes. En un acto participativo en la Barceloneta una mujer con graves carencias económicas se quejaba de no poder alquilar su apartamento a turistas.
En nuestro tiempo pecamos de blancos y negros cuando la mayoría de cosas tienden al gris.
Sí. Chocan infinitos intereses. Un hindú se quejaba de no tener campos de cricket para jugar y le respondieron que habilitarían plazas, a lo que una señora mayor dijo que las plazas son para pasear.

Y los niños querrán jugar a la pelota.
Existen mil intereses. Podían haber previsto toda esta complejidad, sobre todo si piensas en gobernar por barrios. ¿Cómo conjugas lo de los niños con las ancianas?
Se trata de conjugar un equilibrio. Con lo que hablamos otra muestra de querer cambiar el modelo sería el tema de las terrazas.
La realidad es la que es. No puedo criticarlos en este sentido, deben ir encontrando su camino. La lección de todas estas problemáticas es entender que no se puede ser tan contundente en determinados aspectos porque la realidad es muy compleja. Creo que a cierta parte del equipo de Colau le falta cierto aprendizaje.
¿Les ha faltado, por falta de tiempo y poca previsión electoral, crear un organigrama con las personas justas para cada puesto?
Sí, y creo que hay nombramientos acertados y otros no tanto. Deben relajarse y generar confianza hacia un gran número de funcionarios que llevan mucho tiempo en el Consistorio, conocen bien la ciudad y son afines ideológicamente a Barcelona en Comú.
¿Cómo en el caso de Jordi Martí y el presupuesto municipal?
Más que un enfrentamiento con relación a Jordi Martí existe la voluntad de Gerardo Pisarello, primer teniente de alcalde, de tener todo muy controlado.

Lo defines un poco como si fuera un político del Politburó.
Un poco sí, pero lo veo más como Alfonso Guerra, y es una figura necesaria para que existan Felipes, cuando uno lucía complementándose con el otro.
Diálogo con Xavier Fina, autor de Sense treva, els cent primers dies d'Ada Colau
Y el carisma de Ada Colau juega un papel importante rodeándose de gente de confianza como Jaume Asens, Pisarello o Adrià Alemany, a quien se ha acusado injustamente de enchufismo.
Y no sólo con relación al Ayuntamiento. No hay enchufismo pese a que se pase el día en el Ayuntamiento. Su papel clave es el de estar en el núcleo que ha creado todo esto. Era el secretario de Organización de Guanyem aun sin que existiera el cargo.
Sin olvidar su implicación en la PAH y otras iniciativas.
En el Ayuntamiento le llaman el representante, pero no lo veo negativo. Ella es la estrella y él es el ideólogo y gestor en cierto sentido de la alcaldesa.
Es nueva política, pero si la vemos desde este punto de vista responde a parámetros antiguos. 
Entre lo nuevo y lo viejo es complicado definir diferencias. Cuando Ada Colau dice que está en contra de liderazgos me la creo, pero ella tiene un carisma y un ascendente muy bestia sobre todo lo que ha pasado.
Se vio el 27S, a Catalunya si que es pot le faltaba una Ada Colau, Rabell no lo era. 
No lo era, desde luego. Ada Colau lideraba y lo transmitía. Sin ella no hubiera existido nexo de unión entre los que forman Barcelona en Comú. Generó confianza.

Y ella se convenció porque con anterioridad la CUP y otras plataformas la tentaron. 
Y su actuación se ha instrumentalizado en ocasiones porque dijo que no ingresaría en ninguna formación política.
Técnicamente ha sido así, al fin y al cabo ha creado su propia plataforma. 
Exacto, es un movimiento de confluencia y eso no es entrar exactamente en un partido político.
Y ahora debe consolidar la imagen de esta confluencia desde la gestión municipal.
Ella es la garantía, mucho más que la marca de un partido. Si preguntas a los barceloneses por cinco regidores quizá no te los saben decir, pero sí conocen el nombre de Ada Colau.
En el libro comparas el entusiasmo que levanta en ciertos sectores con el que levantó en su primera etapa Maragall.
Claramente, y lo digo desde el punto de vista de alguien que es capaz de entusiasmar a la ciudad o que tiene la capacidad de generar la ilusión maragalliana. En cuatro años muchos que nunca votarían una formación como Barcelona en Comú optarán por Ada Colau, tal como pasaba con Maragall.

Por otra parte hasta en las ideas sobre el nomenclátor se percibe una voluntad de aglutinar, aunque quizá algunos no lo vean así. Se trata de generar un callejero más democrático.
Sí, eso es integrador. Las opciones que buscan cambios radicales deberían ser prudentes con el ruido.
 Y lo digo por lo del Busto. Tarradellas hablaba de fer les coses d’una certa manera. Se le da demasiada importancia al ruido y creo que sería recomendable una cierta discreción opuesta a tanto barullo.

Lo dices al principio del libro con ironía, según los que mandan vivimos una época con sobredosis de días históricos.
Sí, cada semana tenemos uno. Si en vez de quitar el busto como lo hicieron hubieran prescindido del exhibicionismo quizá no hubiera pasado nada. Nos hubiéramos enterado dos meses más tarde. Creo que haciéndolo sin tanto ruido hasta tendrían mucha ironía.
Y a veces parece que Ada Colau no sea la artífice de estos gestos más de performance.
Creo que su idiosincrasia se acerca más a la mía en este sentido.
Pero esta es otra dificultad, porque mucha gente no piensa en Barcelona en Comú como la mezcla de siglas que es. 
Y toda su mezcla de sensibilidades, como cuando Gala Pin dijo que votaría el 27S la CUP cuando tiene tres miembros de ese partido en la oposición. Digo esto para mostrar cómo las diferencias a veces son más de idiosincrasia que de diferencias ideológicas.


Diálogo con Xavier Fina, autor de Sense treva, els cent primers dies d'Ada Colau


En el libro muestras a Gala Pin como el patito feo de la formación, la que más perplejidad te causa.
Es una mujer trabajadora, entusiasta e ilusionada con el proyecto, pero aún no asumió que es regidora del Ayuntamiento. Ellos quieren mantener un pie en la calle y otro en la institución. Una cosa es esto y otra ir en manifestaciones contra el Ayuntamiento si eres regidora, que no era exactamente contra el Ayuntamiento, pero sí podía tener rechazo para con la institución.

Hace poco apareció un artículo donde se mencionaba la extrañeza de los antiguos compañeros de viaje cuando llaman al Ayuntamiento y para hablar con los regidores tienen que pasar el filtro de la secretaria. 
Lógico. El móvil de Colau lo tendrá mucha gente, pero ahora no debería ser así, es la alcaldesa y su situación ha cambiado. Dicen que tienen todo el tiempo ocupado en reuniones, pero esto es trabajar en el Ayuntamiento.

En este sentido en el libro criticas su agenda de transparencia, donde parece que tengan muy pocas reuniones a lo largo de la semana. 
Supongo que mejorarán en este aspecto. Joan Llinares es el responsable de Transparencia y es un gran fichaje. Ahora aparecen dos reuniones, y me parece normal que muchas otras no salgan en la lista, pero claro, según su versión ni comen ni cenan con nadie, y para una alcaldesa hacerlo es normal y necesario. ¿Es esto vieja política?

Los italianos usan la expresión, clarísima, fare politica. 
Hay mil reuniones, pero quizá es eso, tampoco es necesario que nos enteremos de todas y cada una de sus reuniones. Poco a poco suman apoyos de todo tipo.
Errejón dijo hace poco que ellos habían Podemizado España pero que ahora, una vez en el sistema, habían integrado a su ADN cosas de la misma.
Esto es así. Lo que está bien es aceptar estas pequeñas contradicciones y explicarlas como tales. Unas se aceptan y otras no.

Si las aceptan lograrán transmitir a la ciudadanía sensación de normalidad absoluta. 
Exacto. Deberían aceptar ciertas cosas con más naturalidad y así calarían más hondo en el conjunto de la ciudadanía. La decisión de no dar apoyo a Catalunya si que es pot fue una decisión a cuatro: Colau, Pisarello, Asens y Alemany. Lo decidieron en una reunión privada. Lo decidió una cúpula, como siempre. Tienen mecanismos de control, pero la idea vino de arriba, existe un sistema piramidal mínimo. Son más transparentes y democráticos, pero no deberían presumir tanto de ello.
A modo casi de conclusión creo que no puede hacerse un balance negativo de estos cien días, si se sigue así pueden obtenerse buenos resultados.
Se va por buen camino si de verdad mantienen un pie dentro y un pie fuera mientras se toman todo esto, tal como reivindican desde hace tiempo, como un proceso de aprendizaje. La mezcla de seguridad ideológica e inseguridad por la novedad a veces te blinda en exceso, algo comprensible, pero una vez blindado debes abrirte de nuevo. Quizá no convenzan a ciertos medios, pero a buen seguro existe un gran número de ciudadanos que si te abres quizá te apoyen.
A partir de actuar lograrán más consenso.
Me preocupa más la vivencia interna dentro del Ayuntamiento, creo que deben relajarse. Lo están haciendo bien y queda mucho tiempo. Existen motivos para la esperanza. Me interesa mucho más lo que dicen ahora que lo que decían durante la campaña electoral.

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