Revista Cultura y Ocio
¿Quién no ha habla consigo mismo? ¿No? Pues vigílense por si son extraterrestres. Y sobre todo no se lo digan a nadie. Tenemos al menos dos voces que se interrumpen y algunas otras que están ahí al acecho. También las hay de esas equizoides. Tenemos voces, en definitiva, por todas partes, y cada una con su cantinela. Desde siempre lo he sospechado (eso es lo mío, sospechar), y el resultado es que todo lo que hablamos con nosotros mismos, exceptos aquellos que son extraterrestres, son voces que salen del mismo pensamiento. Es como eso de que cuando uno está en fase de premuerte, aparece una imagen que te da soluciones y te guía para salvarte. Eso dicen algunos supervivientes extremos. O será aquello del Ángel de la Guarda. En nuestro caso: muchas voces interiores. La cosa es que no tenemos un diálogo con nosotros mismos, sino "diálogos". Interiores. Están ahí para yo qué sé qué (me ha quedado bien los tres acentos en monosílabos. Sí, que está en desuso. Pero soy de la vieja guardia y de esa "p-" inicial que se pierde ante -s-). ¿Íbamos? Por esos diálogos interiores que tanto sirven para alabarnos a nosotros mismos como para torturarnos. Esta dualidad ha dado para mucho de eso de ángel y demonio; el bien y el mal; Dr. Jeckyl and Mister Hyde. Etc. Hoy en mi contra, diré que he perdido, si se dan cuenta, la noción de los puntos y las comas. Será una de esas graciosas voces del interior.