Revista Coaching
Agotadora semana de trabajo con paradas y sesiones en Madrid, Sevilla, Albacete y Barcelona. Entrañable taller para el Master de Tecnologías Web de la Universidad de Albacete e interesantes entrevistas para seleccionar un Director Financiero para una importante empresa nacional. Pero sin duda la sorpresa de la semana me la llevé el lunes, camino de Sevilla, nada más empezar la semana.
Tomé en Pamplona el IB8531, operado por Air Nostrum con destino a Madrid. Cuando el avión tomó la altitud de crucero el comandante salió de la cabina y se acercó hacia mi asiento. Yo ya me veía a lo George Clooney en Up in the Air recibiendo la Iberia Plus iridiada con diamantes incrustados. Pero la sorpresa fue todavía mejor. El Comandante Javier Ortega había asistido a una de mis sesiones en Zaragoza y me reconoció al entrar en el avión. Me ofreció hacer la aproximación y aterrizaje en Barajas con él en la cabina.
La climatología era adversa: mucha lluvia, mucho viento y las nubes muy bajas, así que volamos rodeados de “niebla” hasta apenas 2 km de la cabecera de la pista 36L del aeropuerto madrileño. Javier se lastimaba de haberme invitado a un vuelo en el que no vimos nada. Pero aproveché la ocasión para preguntarle por todas aquellas voces que sonaban, todos aquellos relojes que giraban y todos aquellos botones y luces que parpadeaban. Disfruté como un niño.
Un hombre caminaba por la playa una noche de luna llena. Pensaba: "Si tuviera un coche nuevo, sería feliz. Si tuviera una casa grande, sería feliz...”. Un golpe de mar, dejó sobre la orilla delante de sus pies una bolsita de plástico llena de piedras. La abrió y continuó su paseo arrojando las piedras al mar. Con cada piedra que lanzaba, él repetía: "Si tuviera un excelente trabajo, sería feliz. Si tuviera una mujer perfecta, sería feliz...".
Así lo hizo hasta que solamente quedó una piedra en la bolsita, que decidió guardar en su bolsillo. Una vez en su casa, al quitarse la ropa, la piedra cayó al suelo de su dormitorio, y el reflejo de la luz le hizo ver que era un impresionante diamante.
¿Te imaginas cuántos diamantes arrojó al mar sin detenerse a pensar? Así somos los humanos. Arrojamos nuestros tesoros esperando lo que creemos perfecto o lo que soñamos, deseando lo que no tenemos, sin darle valor a lo que tenemos cerca de nosotros. Si mirásemos a nuestro alrededor, observando con profundidad, percibiríamos lo enormemente afortunados que somos.
Cada uno de los instantes de nuestros días (preparando la cena con nuestra pareja, tomando café con unos amigos, lavando el coche con nuestros hijos, esperando el embarque de un avión, llenando un depósito de combustible…) puede ser considerado un diamante precioso, valioso e insustituible. Depende de cada uno aprovecharlo o lanzarlo al mar del olvido para jamás volver a recuperarlo.
¿Y tú como estás lanzando tus piedrecitas? Como dice Paulo Coelho, "el mundo está en las manos de aquellos que tienen el valor de soñar y correr el riesgo de vivir sus sueños."