Revista Libros

Diario de 1926

Publicado el 20 enero 2015 por Libelulalibros
Robert Walser, La Uña Rota. Trad. Juan de Sola.
Diario de 1926A Robert Walser, cuando decidió enloquecerse, primero en Waldau y luego en Herisau, le gustaba quedarse horas separando habas y lentejas. Dicen que lo que sufría, más que algún tipo de demencia, era uno de autismo de esos que le da a los genios: Asperger. Sebald lo dirá mejor: “esa silenciosa catástrofe”. Quedarse sentado escribiendo o separando semillas.
Amaba la escritura, o incluso más que esto, amaba la sensación de estar trabajando en un escritorio, alejado de todos: “la irrealidad aparente tiene para mí más importancia, es decir, es mucho más real que eso que tanto se elogia y glorifica y que de hecho existe y llamamos realidad” (pág. 64). Este libro es una especie de nota al pie a El paseo, la obra que mejor muestra lo que es el estilo de Walser: el de escribir como quien parpadea, exaltando lo pequeño que se esfuma, “hablar de esto y de lo otro”. No es un libro para empezar a leer a Robert Walser, el “I progress as I digress” es aquí llevado al límite: si en El paseo lo recorrido se vuelve infinito tiempo, en este Diario no hay ni siquiera paseo o camino y todo es cavilación y fijación, añadidura y desorden. Y si esto hace parte de lo último relativamente largo que escribió Walser, queda una sensación terrible: el descaro de la digresión es acaso el aviso de su viaje a sí mismo, el de decidir encerrarse y decir no más.Pero quizá es por esto que me gusta tanto, que lo releo sin entender muy bien la fascinación; es como cuando intentamos recordar un buen sueño y la memoria no alcanza, decide dejar todo igual y no angustiarse. Uno se levanta: empieza a caminar.Tomás David RubioLibélula Libros

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