Estimado Capitán:
Hoy le quiero hablar de dos figuras vitales en el correcto desarrollo de los lechones: la pediatra y la enfermera. Inseparables como Batman y Robin; como Bud Spencer y Terence Hill; como Sánchez y Rivera.
La verdad Capitán que hemos tenido la suerte de tener una pediatra y una enfermera muy molonas. Me dejan grabar como van evolucionando mes a mes los niños (parezco un turista japonés) y además responden a nuestras dudas muy amablemente.
—¿Podemos darle agua a los bebés?
Ellas responden que las madres les hacen mucho esa pregunta y que con la leche están perfectamente hidratados, pero que bueno, que en un día de calor pues como que no pasa nada. Seguramente hayan respondido a esta pregunta tres mil veces en una semana, pero nunca pierden la compostura. Iba a ser yo.
—¿Puedo darle agua al bebé?
—Vamos a ver señora…sí. Y también puede darles de comer después de medianoche. Si les da el sol y se derriten vuelva por aquí y vemos.
Esa es una. Después está el tema de ir introduciendo la fruta.
—¿Y cómo le vamos introduciendo la fruta?
Y ella nos lo explica con calma, pero yo no me entero de nada. Que si primero plátano y luego a esperar dos días, después naranja y pera. Un master hay que hacer. Yo le daré todas y así no fallo fijo.¡Qué paciencia! Iba a ser yo.
—¿Y como le vamos introduciendo la fruta?
—Vía anal no…a ver, piense.
—¿Y puede tomar carne?
—Sí, un churrasco. Siempre para cenar.
Y un sinfín de preguntas, pero ellas son cariñosas, profesionales y cabales que es lo que más cuenta. Normalmente una visita de estas empieza poniendo en pelotas a los chavales para que pasen por caja: peso y talla. Los ponen en una báscula en ese momento en el que los veo transformados en rollizos criollos; comprueban la altura (¿Es muy bajo? ¿Es muy alto? ¡Es su hijo señora que más da!): miden el diámetro de la cabeza…
De hecho en la exploración les tocan siempre los testículos, supongo que para comprobar que sean mulliditos o para contarlos:
—Este mes tienen dos, apunte ahí en el Libro Verde.
—Y yo escribo: 3 de marzo mi hijo tiene dos testículos. A ver en abril.
Hoy se los han tocado Capitán y les he dicho que se acostumbren. Que te toquen los huevos es una constante en la vida de un humano. Ahora que lo pienso debe tener muchos conocidos con vocación de pediatra porque no paran. Es más, me atrevería a decir que el sector audiovisual al que me dedico …hay mucho pediatra frustrado.
¿Dónde estábamos? ¡Ah sí! Peso, talla, cráneo, testículos, pilila (que aquello parece un gusanito taponao) y al final llega lo que yo llamó, y creo que ya lo he comentado alguna vez, el momento “El Padrino III”. EL momento de más dolor para un ser humano bebe. El del pinchazo de la vacuna. Como a un no articulan van al pediatra engañados con una sonrisa en las labios y una sensación de falsa seguridad que ríete tú de de una abuela en la autopista. Y yo que soy un poco cabrón me río porque sé la que se les viene encima.
Momento previo a la vacuna.
Y para entenderlo hay que ver “El Padrino III” y esa sublime última escena en la que …(atención spoilers. ¿Qué es un spoiler? Si te desvelo que es un spoiler estoy haciendo un spoiler sobre qué es un spoiler y así hasta el infinito. Es como el cuento de la buena pipa, pero en moderno)…y esa última escena en la que la hija de Michael Corleone muere y él toma su cuerpo sin vida, inerte entre sus brazos. Mira al cielo, abre la boca y chilla, pero el espectador no oye nadie, todo sucede a cámara lente, Corleone grita desencajado, llora, pero no se oye nada…hasta que alguien se acordó de subir el volumen y el grito de dolor desgarrador te perfora hasta el alma.
Pues así lloran mis criollos cuando les pinchan. Primero entran en estado de puchero, abren la boca, toman aire que parece que van a ir buceando hasta Cabo Cañaveral y después…se hacen un Corleone.
Pobres hijitos Capitán, pero es por su bien. Ya sabéis.
Espero respuesta pronto.Saludos desde La Tierra.