Estimado Capitán:
Estoy muy preocupado. Como ya sabe el día del nacimiento de los mellizos perdimos su manual de instrucciones, así que vamos improvisando día a día. Están a punto de empezar a andar. Lo notamos. Cada día están más espabilados y despiertos y nosotros más dormidos y embotados.
¿La última? Han aprendido a subirse al sofá.
Empezó Antón Jr. hace un par de semana. El pequeño lechón descubrió que si levantaba una pierna le era muy fácil encaramarse al sofá. El pobre se cree que lo de levantar la pierna le sirve para todo y si lo metes en el parque pues, convencido de su éxito, también la levanta. Es su primer silogismo.
Tomás empezó esta semana a subirse a cosas (así en general) y ahora a la mínima que uno se despista los tiene a los dos conquistando el sofá con una actitud tan reivindicativa como feliz. Esas dos sonrisas que expresan: “Nos hemos subido al sofá. Es la mejor experiencia de nuestras vidas y queremos compartirla contigo extraño hombre barbudo”.
Crecidos por esta sensación de poder lechón se excitan y ríen, se dan la vuelta, comen alfombra y se inmolan. Kamikazes en estado puro. Levantan los brazos y aterrizan con la cara en los cojines que su madre y yo hemos dispuesto con mimo y desesperación en el suelo para evitar males mayores.
Digamos que el suelocojín es exactamente lo opuesto a un campo de minas. Mientras que el campo de minas intenta arrancar vidas el suelocojín las salva.
Ellos están felices. Su madre y yo Capitán, pues como porteros en la tanda de penaltis.En estas situaciones es cuando uno se da cuenta que hay dos conceptos que los bebés tardan en aprender: altura y peligro. Se tiran, aterrizan y dirigen su cuerpo que cae un picado al suelo (mullido y tuneado) del salón.
Su último descubrimiento es la ventana. Se suben a los brazos del sofá y la golpean. Es como estar viendo “Cadena Perpetua”. Se ve que la calle les llama. Golfos.
Creo que la sensación de felicidad e impotencia que tengo al verlos así rodando a carcajadas, golpeando puertas y ventanas e intentando escapar debe ser similar a cuando Joe Dante gritó acción en la escena del bar de “Gremlins”. Un entrañable desbarajuste.
Seguiremos informando Capitán.