Estimado Capitán.
La vida sigue como siempre aquí en La Tierra. Mucha elección, mucho debate, pero el sol sale y se pone cada día como si nada. Casi hemos completado otra vuelta más al sol y se acerca ese momento que los humanos denominan Navidad. No sé si tendrá que ver, pero los niños han empezado a arañarse la cara justo en el momento que El Corte Inglés inauguraba su iluminación navideña. Sus primeras navidades acechan.
En la tierra, querido Capitán, la Navidad es la época del año en la que la familia se une para discutir. Una familia puede no verse nada o verse mucho, eso no importa. Las grandes discusiones, esas que merecen ser recordadas, suelen tener un villancico de banda sonora original. El abuelo eructa, el cuñado se toma dos copas de más y los bebés, pues eso, se arañan.
Es como si estuviesen pensando:
—¡¡¡¡Joder, qué coñazo!!!!
En mi época de niño en este planeta la cosa se llevaba mucho mejor. Los humanos han inventado unos paquetes con sorpresa, ellos les llaman “regalos” y cuando uno es pequeño, pues bueno, como que se disimula más el mal ambiente que genera ese cabrón de Santa Claus que, si lo analizas bien, no deja de ser un puto gordo que se te cuela en casa de noche no sé sabe muy bien con qué intenciones. De momento no me lo he encontrado, pero como lo pille lo pongo de verano.
Y todo eso por no hablar de los Reyes Magos, que son como una pandilla de Ñetas a los que les ha tocado la lotería. Nuevos ricos que diría alguno. Con esas pieles, esas barbas: los primeiros hispters del planeta. A ver como les explico yo a mis hijos el tema de los regalos, las zapatillas, el oro, el incienso, la mirra y la estrella esa de Belén (el primer GPS). No me diga usted Capitán que no son los ingredientes de una telenovela.
Mientras tanto, los chavales, “los hijos de Sperman”, como son conocidos en este mundo, se están poniendo nerviosos. Notan que la gente babea más de lo normal. Antón, al que para darle seguridad y empaque le denominamos Antonciño cada vez que escucha la palabra “Navidad”, “Nochebuena” o “Corticoles” mueve la cabeza muy rápido de un lado a otro en una negación acelerada que hace que se parezca a los Jackson 5. A los cinco.
Tomás, al que para enaltecerlo y que en un futuro sea un hombre que rebose autoconfianza, le llamamos Tomasito, es más pachón. Si escucha la palabra Navidad o villancico, pues nada; se echa un eructo de sultán y ancha es Castilla. Con él no va la cosa.
También me he dado cuenta esta semana de lo rápido que crecen. Están gorditos como lechones hormonados y cada vez más atentos a todo lo que les rodea. Levantan su cabecita cual periscopio y escudriñan atentos los muebles, lamparas, puertas…todo apunta a que van ser decoradores.
Mientras ellos analizan tendencias del hogar uno les haces carantoñas y ello sonríen. Les cuesta un rato, pero al final arrancan. Casi puedo descifrar su diálogo.
—Oye tú.
—Dime…
—Este tipo que sonríe y habla como un minion retrasao…
—¿A ti también te suena, no?
—¡Sí, muchísimo! ¿A ti te pasa lo mismo?
—Pues sí, pero no caigo, o sea, la cara me es familiar, pero no acabo yo de…
—Es que aún somos muy pequeños para retener caras.
—Ya, eso sí…
SILENCIO INCÓMODO MIENTRAS LADEAN LA CABEZA Y ME OBSERVAN
—No para el tío, ¿eh? A ver si se calla un ratito y mamá nos pone un rato más entre sus pechos.
—¿Cuales son los pechos?
—Eso que tiene forma de teta.
—Si te fijas el tío este también tiene tetas.
—¿Mamá es la de las ojeras, no?
—Sí, la que te come los pies y te habla como si fueses un pitufo.
—¡Que ridícula es a veces, pero mola! El otro día casi le hice pis encima.
—Será por pis…
—Ya. Oye tú, que acabo de atar cabos. ¡Este tío podría ser nuestro padre!.
—¡No, por favor, nooooooooo!
—Sonríe, tú sonríe.
Y de ahí los arañazos que parece que el chaval acaba de llegar de Crimea.
En fin, poco a poco Capitán, poco a poco.
Saludos Capitán.