Revista Cultura y Ocio

Diario de estos días (XVI)

Publicado el 28 marzo 2020 por Malama
Diario de estos días (XVI)«El aire está en tiempo presente» (José Emilio Pacheco)Sábado, 28. La palabra del día de hoy en la página del Diccionario de la Lengua Española de la RAE es totora. En países como Argentina, Chile, Ecuador, Perú, Uruguay y Venezuela designa una planta perenne, propia de esteros y pantanos, de tallo largo, que se usa para construir techos y paredes para cobertizos. Qué extraña coincidencia. Tengo en mi escritorio una edición de hace cuarenta años de la novela de Arguedas Los ríos profundos, en la que el personaje de Ernesto alude en un par de lugares a los bosques de totora de los grandes lagos y más adelante a que unos niños de aldea jugaban con barcos hechos de papel y totora que soltaban en la corriente. Como dije aquí este pasado lunes, estamos con ese texto en clase, y en cuanto he visto la palabra totora en la web académica he recordado el relato del peruano. Mi edición más moderna de la novela, la que publicó, al cuidado del poeta y crítico Ricardo González Vigil, Ediciones Cátedra en su colección Letras Hispánicas, quedó en mi despacho de la Facultad antes del confinamiento. Por eso tengo avisados a A. y a M., del curso de 3º, para que me ayuden si necesito que me miren algo en sus ejemplares que tienen en casa. Sin duda, va a ser un curso muy especial. Da igual que sea sábado y que nos quiten esta madrugada una hora. Es todo tan distinto. Resultó ayer nuevamente raro asomarse al balcón la noche de un viernes y no sentir la actividad de las terrazas cercanas o el transitar de la gente hacia la zona de copas de la calle Pizarro y constatar la responsabilidad social de la mayoría. No parece sábado y da la sensación de que la luz preciosa que ha entrado desde la calle tiene algo de engaño; pero lo cierto es que cada día trae razones de celebración por compartir con los demás una circunstancia así. Ayer escribí a mi amigo I. una frase insólita: «Qué ganas de abrazarte». Y más insólito fue que mi amigo A., a quien llamé a Madrid por sus ochenta y tantos, me dijese que me quiere mucho, que no sabía por qué, pero que me quería mucho. Literal. Yo creo que estaba algo calamocano. Bueno, me despido por hoy con que tendremos que darnos cuenta en este tiempo en el que vivimos de que la mayoría de las respuestas que llevamos dando a todo —a la convivencia, a la educación, a lo útil y a lo superfluo, al bienestar global, al valor y al precio, a la justicia social…— van fracasando; pero que todas las preguntas van a seguir estando ahí.

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