Revista Cultura y Ocio
6/03/2000
Una placa. Así los conmemoraron a los fallecidos en la escuela. Una placa y cerrando aquel aula. Intente mostrar empatía por ellos, pero no pude. Cada recuerdo que se me viene al leer sus nombres grabados en negro, ordenados alfabéticamente, en ese metal dorado de viejo, rectangular, con forma de hoja de cuaderno quemado es... odioso.
De treinta y dos, quedamos solo quince, diecisiete se cambiaron. Quiero irme de aquella escuela también, se lo suplique a mis padres, pero ellos y su "legado familiar" de que todos nos recibimos ahí. Parecen robots.
Lo único bueno de hoy es que al menos tuve alguien con quien hablar. Estábamos solos. Sin amigos. En un recreo extraño, con miradas perdidas, adornado por los gritos de los grados inferiores, que parecían no entender la situación. Y como dos extraños con unas golosinas que compartir la charla se dio. Espero me acompañe todo el año.