(Dirigida por Robert Bresson – Francia 1950)
Los justos sólo pueden ser juzgados por Dios
A un pueblo apartado del mundo, llega un cura (Claude Laydu) muy joven. Es la primera parroquia que le otorgan, para él es todo un reto el que se le presenta. Hay que indicar un detalle, él goza de mala salud pero no se lo cuenta a nadie. Cuando le preguntan por su aspecto todo ojeroso y sudoroso, él dice que lo que tiene es problemas de un estómago caprichoso. Debido a su enfermedad, él ha suprimido el consumo de carne y verdura, suplantando estas comidas con pan mojado en vino. El cura sufre mucho con esos dolores en la boca del estómago que siempre lo aquejan, es un tipo al que se le nota el dolor inmediatamente ya que tiene ojos de hombre bueno, de hombre fiel. Es un idealista, sin espíritu práctico en absoluto, es de los que piensan que hay que hacer algo por el mundo, en un pueblo así se puede hacer mucho, sólo necesita que las autoridades le den una mano. Diariamente apunta en un cuaderno todas sus ideas y los sucesos que le ocurren.
El joven sacerdote comienza a darse cuenta en los primero días lo complicado de su delicada labor cuando un tipo se le acerca a solicitarle que se celebre el funeral de su esposa pero quiere pagar una suma irrisoria. Acude a un cura viejo (Andre Guibert) y experimentado de un pueblo vecino y este le dice que es muy joven (un niño metido en el cuerpo de un hombre) y egoísta, que todavía le faltan años para comprender que los 3 aspectos básicos que deben cumplir los sacerdotes son el respeto, la obediencia y el orden. Él sólo busca unas palabras de compasión, de ternura pero no recibe eso, sólo reproches por su juventud. Por su mente pasa que hubiera pasado en su vida si en vez de la ordenación hubiera preferido “el amor de una mujer”.
Ya de regreso en su pueblo, es objeto de burla por un grupo de niñas que asisten a las clases de catecismo. Él anota en su diario que la muchacha líder de ese grupo de chicas se llama Seraphita (Martine Lemaire). También anota que existe una señorita (Nicole Maurey) que asiste a misa diariamente (es la única que va). Lo que ocurre con ella es que es la institutriz y amante del Conde del pueblo (Jean Riveyre). El cura sabe lo que ocurre, pero mantiene silencio, más bien le pide apoyo al Conde para los proyectos de ayuda al prójimo que tiene en mente. El Conde lo escucha y le responde que aprueba sus ideas pero condena su aplicación porque la población de aquel lugar tiene mal espíritu.
En el fondo lo que dice el Conde es muy cierto, la población odia que el “nuevo sacerdote” sea un hombre bueno, es más, le comienzan a llegar cartas anónimas donde le dicen “¡Váyase!”, la hija del Conde (Nicole Ladmiral) lo insulta, la esposa del Conde (Marie-Monique Arkell) lo desprecia, unas mujeres corren el rumor (obviamente falso) que él es un borracho, otras personas dicen que el cura tiene “malos hábitos”. El pueblo lo juzga por ser bueno, por ser honesto, odian su simplicidad y sencillez. Todo lo que él habla, lo tergiversan. En el colmo de males, hasta le echan veneno al agua que él solicita cuando pretende evangelizar en aquel lugar. Ese día es salvado por la niña Seraphite y esta le cuenta lo que hacen en el pueblo con él.
¿De qué me acusan?
- De ser como es.
La gente es tan perversa, que maquinan entre todos para hundirlo al cura y que este se vaya pronto. La salud del cura empeora, pero él tiene fe tanto en que su salud va mejorar como que esas personas van a cambiar y deponer esa actitud hostil. Acude a un doctor (Balpetre) de un pueblo cercano y este le dice que él pertenece a una raza particular: “la que aguanta”. En otras palabras, a esa raza de hombres que hacen frente a la vida, a pesar de tantas dificultades. Le da unas indicaciones para su alimentación (hasta ese momento desastrosa). Luego de un tiempo el cura empieza a mejorar de salud y le pone otra vez ganas a realizar obras en ese lugar. Nada lo va parar ni detener. Sin embargo, lo encuentran muerto al doctor, cosa rara dicen que se ha suicidado pero no han dado tiempo para investigaciones. Otra cosa extraña, la mujer del Conde, que al parecer se había puesto del lado del cura, también aparece muerta y también dicen que se ha suicidado. El pueblo le echa la culpa al cura de las muertes. Y ¿ahora qué ira a pasar?
Estremecedora, impactante, demoledora cinta de Robert Bresson que muestra la realidad humana en forma descarnada.