"Soy un niño que juega en un equipo de base y hoy he decidido
abrir mi diario para empezar a escribir lo que vivo cada semana con mi equipo
de fútbol con el fin de poder verlo cuando sea mayor y, poder decir, si de
verdad merecía la pena esto. La semana pasado hemos ganado 6 - 1 después de
mucho tiempo sin ganar y, aunque parezca raro, prefiero haber perdido. Ya
durante la semana, durante el entrenamiento, el entrenador y el delegado nos
decían constantemente que el partido del domingo era el nuestro, que íbamos a
ganar. Al final de cada entreno los dos nos reunían en semicírculo para
escuchar las indicaciones que nos hacían sobre lo que habíamos hecho y alguna
cosa sobre el partido venidero. Esa semana a mí y a mis compañeros se nos hizo
eterna, era tanto lo que nos habían dicho que íbamos a ganar asegurando que
sería por paliza, que después de tantas semanas sin ganar estábamos ansiosos de
que llegara el partido. Pero las indicaciones no habían acabado una vez
finalizado la práctica deportiva, me costó un calvario llegar a casa. Al salir
de la caseta, estaban algunos padres y aficionados entre el camino que me
separa de la caseta a la puerta de salida. A medida que iba pasando, los
comentarios que me hacían eran diferentes pero todos con el mismo mensaje:
¡esta semana vais a arrasar! ¿Por cuántos goles ganaréis? ¿Cuántos vas a
marcar? Cuando ya llegaba a la puerta y pensaba que ya por fin iba a dejar a
todo el mundo me viene un directivo interesándose por mí, pero acabando con los
mismos mensajes que había escuchado anteriormente. Después de todo esto POR FIN
llego a casa. Al llegar mis padres me preguntan cómo me había ido, a lo que yo
les conté todo lo comentado anteriormente. Su respuesta fue aún peor que las que
había oído anteriormente ¡Es que si no ganáis el domingo no ganaréis nunca! Ese
fue el primer día de entrenamiento de la semana, ya en el segundo el discurso
cambió. Lo que antes nos decían los entrenadores de una victoria segura, ahora
era el mismo discurso utilizado por mis padres el día anterior. Al final del
entreno hablamos unos cuantos compañeros y lo que comentábamos era que teníamos
que ganar porque si perdíamos ¿Qué nos pasaría? Realmente teníamos miedo a
perder después de todo lo que nos habían dicho. Llegó el domingo y el tan
ansiado partido. Llegamos a la caseta y antes del partido se suceden los mismos
comentarios. Iniciamos el partido con ese miedo a perder y para más inri,
empezamos perdiendo 0 a 1. Los pocos comentarios que atino a oír desde el campo
son: ¡Pero muchacho! ¿Se quedaron durmiendo? ¡Jugad al fútbol cojones! ¿Pero el
equipo rival no es el último? ¿Por qué van perdiendo? Ahora desde el banquillo
se nos mandan mensajes de ánimo y de que lo estamos haciendo bien: ¡Vamos
chicos que lo estáis haciendo bien! ... Termina el partido y ganamos 6 - 1. Los
comentarios al pasar por la grada, de aficionados y directivos, ya son de:
¡casi perdéis! ¡Muchacho! ¿Qué les pasó? Si a este equipo teníais que meterle
veinte. Al llegar a casa no hago sino pensar en el partido y de qué forma había
pasado la semana, lo que tenía que haber un partido para disfrutar
tranquilamente de que teníamos la posibilidad de dejar atrás nuestra racha de
derrotas se ha convertido en un calvario de nervios que nadie de mi entorno me
ha sabido enseñar a canalizar. Para lo que tuve que pasar, prefiero seguir
perdiendo que por lo menos los únicos comentarios que escuchas son: ¿Esta
semana por cuánto perdemos?
Este domingo jugamos contra el líder y ya estoy empezando a oír
comentarios: como ganamos tan fácil la semana pasada al líder le vamos ganar.
Es aquí cuando te voy a confesar un secreto diario mío... entre tú y yo, este
domingo voy a fingir una enfermedad y a los entrenos no voy a ir porque me
inventaré que tengo que estudiar. Me quitaré la posibilidad de no jugar la
semana siguiente por arresto, pero encerrado en casa disfrutaré, cosa que no
puedo hacer últimamente en el fútbol con mi equipo. Diario... ¿Merezco yo esto?
Yo solo quiero jugar y divertirme"
¿Qué será de ese niño cuando llegue a cadetes o juveniles? No
metamos presión a los niños desde el entorno. Dejemos que el niño juegue y lo
haga como quiera y el entrenador que intente ayudar a canalizar a los niños esa
presión venida desde fuera, no a crear más. Los aficionados o padres no son los
futbolistas, ni directivos ni entrenadores. Los entrenadores no son los
futbolistas, ni directivos ni padres ni aficionados y Los directivos no son padres,
entrenadores, ni futbolistas.
Ayoze David Rodríguez Hernández
Tenerife
Entrenador