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Diario de una abuela de verano (El paso del tiempo) de Rosa Regás

Publicado el 20 septiembre 2015 por Lu
Diario de una abuela de verano (El paso del tiempo) de Rosa RegásCuando ya se va terminando este verano, llega en forma de paquete postal este libro, junto a otros dos que he dejado prestados. Hacía muchos años que no leía nada de la autora, y me ha producido un cúmulo de sensaciones muy agradables.
Un libro tierno, divertido, inolvidable, en la que Rosa Regàs cuenta como son las vacaciones con sus nietos: Mis hijos las llaman las colonias de Llofriu; se me ocurrió que podría quedarme con los niños durante el mes de julio; así los vería y los disfrutaría. Un regalo que no ocupa lugar y que da sentido a la casa durante todo el año. ¿No será que, por más que los alargara, no me bastaron para satisfacer mis sueños infantiles, aquellas dos décadas de vida familiar, movida, divertida y en paz, que me consolaba del lento aprendizaje de la vida, del aprendizaje a la decepción? Lo que se desea en la infancia no tiene posibilidad de conseguirse en su perfecta plenitud porque pertenece al ámbito más íntimo de carencias del ser humano, las que nada ni nadie podrá nunca saciar.
Nº de páginas: 270 págs.Editorial: PLANETALengua: CASTELLANOEncuadernación: Tapa duraISBN: 9788408052227Año edición: 2004Plaza de edición: BARCELONA
Experiencias vividas en ese mes de julio, con la casa repleta de vida, de gritos de niños, chapuzones en la piscina, a la sombra del molino. Organización y ciertas reglas que se han de cumplir, secuestro de posesiones que no se recogen, garbanzos que provocan más de un puchero. La llegada del tractor, la comida en casa de Mercedes, los amaneceres tranquilos antes de que el reloj marque las 9, hora de levantarse.
De forma paralela reflexiona sobre la vida, el ser humano, la macro economía, la sociedad de consumo, el paso del tiempo y el oficio de escribir.
Es reconfortante pasearse por sus páginas. Es un placer ser testigo de su manera de enfocar la vida y el mundo. Sabias palabras no exentas de dolor y añoranza. Me ha trasladado muy lejos de mis preocupaciones cotidianas. Me ha ayudado a despedir este verano tan extraño, mientras el trabajo va acaparando más y más las horas y los pensamientos. Una delicia.
Todo está escondido en el paso del tiempo.
Con el tiempo y aún que luchemos por evitarlo, acabamos sufriendo por todo, aunque sepamos que no tiene demasiada importancia a nuestro dolor porque no corresponde la mitad de las veces a una causa real. Sufrimos porque tenemos el imprevisto, el susto, lo que pueda ocurrir. Pero también sufrimos por qué no apareces imprevisto y tenemos una vida sumida en la rutina y la costumbre. Sufrimos por los hijos, por los amigos, por los desastres que asolan el mundo, por la inutilidad de nuestras buenas intenciones. Y vamos arrastrando ese dolor como un fardo al que nos hemos acostumbrado y que forma parte de nuestro cuerpo de nuestra alma, como el dolor de espalda de jaqueca de los que no nos quejamos, o el que deben sentir los perros, los gatos, y todos los animales, dolor sin conciencia de dolor más que cuando, como ahora, hay que escribir y analizar y saber y descubrir sus causas y sus efectos.
Tal vez lo más sabio sea dejarse vivir sin más. No sé. Nunca me gustaron las despedidas. No sé decir adiós a los que se van, no tengo palabras para transmitirles cuánto les echaré de menos, no encuentro consuelo en quedarme tranquilamente pensando en las ventajas de la soledad, yo que soy un acérrima defensora de la soledad, yo que disfruto cada instante de ella, yo que he luchado desde que tengo uso de razón para encontrarle sentido. Como si la desolación pudiera más que la vida, el dolor más que la convicción,
No intentes saber cuál será el último díaque a mí, que a ti, los dioses nos han concedidoNo hagas juegos astrológicos más vale sufrir lo que venga, sea lo que sea,Tanto si Júpiter te ha otorgado vivir más inviernoscomo si éste fuera el últimoSé sensato: saborea la vidaya que la vida es breveacorta la larga esperanza Mientras hablamoshabrá oído envidioso el tiempogoza el día de hoyy no confíes en el mañana (Horacio, Odas).

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