JUAN MARTORANO
A 973 días del inicio de la contingencia en la República Bolivariana de Venezuela producto de la pandemia global de la Covid 19, en la finalización de la semana 139 de esta contingencia, y siendo el domingo 13 de noviembre de 2022, me permito formular una serie de reflexiones, en este momento que vive nuestra patria.
Generalmente, a través de los medios de comunicación, de cuando en cuando, se muestran estudios, encuestas que buscan reflejar, desde el punto de vista numérico, cuantitativo, cuál sería para la mayoría de la población, el principal problema que afecta el país.
Unos señalan que es la criminalidad, otros que es el tema económico, otros que la educación. En fin, hay estudios para todos los gustos y para todas las edades.
Pero, tal vez esto que me voy a permitir señalar, es poco tratado, queriendo pensar que es porque nadie se ha dado cuenta.
Y lo explicaré a través de una situación muy particular que a mí me tocó afrontar hace apenas 48 horas.
En la institución pública donde laboro, me correspondió por un rol que se definió, ser en este mes el receptor de la bolsa del CLAP que recibimos de manera gratuita por parte del ministro y los directivos de la misma. En ese sentido, el departamento de bienestar social, dependiente de la Dirección General de Gestión Humana, procedió a enviar vía whatsapp, un cronograma donde podía observarse el orden y la hora en la que los diferentes viceministerios y direcciones generales recibirían este beneficio de la Revolución.
Como las siglas de viceministerios y direcciones generales no estaban bien escritas, procedí a preguntar cuales viceministerios y direcciones generales eran, y que si los números de al lado era la hora estimada para la entrega de los beneficios. No tuve respuesta ninguna. Ahí es donde está la primera pifia.
La dirección general en la que laboro, de acuerdo a la lista y según lo que pude notar, le correspondía ser el número 15, y la hora estimada de entrega del beneficio tanto mío como para mis compañeros era las 2:15 de la tarde. Pero me llamó poderosamente la atención que uno de los departamentos que venía después del mío, sus trabajadores estaban bajando desde las 9:30 am a retirar sus correspondientes bolsas CLAP. Esta situación que me generó muchas suspicacias, inmediatamente hizo que bajara a las 10:30 am para proceder a preguntar en qué orden iban, para estar pendiente para cuando me tocará mi turno para recibir mis correspondientes bolsas.
Al informarme a las 10:30 am que apenas se estaba bajando y entregando las bolsas del CLAP a la primera dirección del listado, me quedé un poco más “tranquilo”, y me reincorporé a mis labores, pero pendiente de no perder el turno que me correspondía de acuerdo al listado que se nos había enviado horas antes.
A las 12:00 m procedí a bajar junto a uno de mis compañeros, a quien pedí el apoyo para poder descargar y recibir las bolsas de alimentos y poder organizarnos y así entregarla al resto de nuestros compañeros. Observando que la entrega se tuvo que paralizar por algunos minutos debido a la pertinaz lluvia que en esos momentos estaba cayendo en Caracas. Nos informaron que iban por el orden entre el 4 y 5 de la lista.
Preguntándole a una capitana de corbeta, que era la encargada de la supervisión y entrega de este beneficio, nos sugirió que diésemos una vuelta, fuésemos a almorzar y que estuviésemos allí a la 1:30 de la tarde, a ver por cual orden iban y así ver en qué momento nos entregaban nuestro correspondiente beneficio del CLAP. Mi compañero y yo procedimos inmediatamente a dirigirnos a la dirección general a la cual pertenecemos y aprovechar para informar a los compañeros sobre la situación de las bolsas, explicando que el proceso podría tardar un poco debido a la lluvia que en esos momentos caía.
A la 1:30 pm procedimos el compañero de marras y mi persona nuevamente a bajar para estar pendiente de la entrega de las bolsas. Había avanzado dos direcciones más de la lista que tenía, pero pudimos constatar, que muchas de las direcciones, la mayoría que precedían a la mía, físicamente no se encontraban debido a que la lluvia los hizo buscar espacios, primero para guarecerse y segundo, porque se ocuparon en otras tareas que siempre surgen. Una muchacha que estaba del Departamento de Gestión Humana y Bienestar Social, observando mi insistencia y la de mi compañero y preguntar el orden para estar pendiente, decidió, ante la ausencia de algunos responsables de recibir el beneficio para así agilizar el proceso; indicarme que de los allí presentes, yo sería el tercero en recibir mis 22 bolsas CLAP (incluyéndome) para así agilizar el proceso. En ese sentido, procedí a llamar a mis compañeros para que se fuese incorporando para de una vez entregarles su correspondiente beneficio, y agilizar así el proceso.
Pero cuál es mi sorpresa cuando en un momento, la capitana de corbeta que nos había atendido al mediodía apareció de la nada, le preguntó a la empleada de bienestar social que mencioné en el párrafo precedente, sobre cómo iba la entrega, porque una dirección que no estuvo en el momento que le correspondía, y que pertenecía a una de las direcciones del despacho del ministro de turno necesitaba ya sus bolsas, por lo que el orden que habíamos establecido comenzó a ser quebrantado; los que tuvimos que lidiar con la lluvia y estar presentes y pendientes teníamos que calarnos en silencio ese abuso, producto de la torpeza y negligencia de una persona que a todas luces mostraba que no posee experiencia organizativa en ese tipo de actividades, pese a su condición de mujer y de militar.
Pero peor aún, yo pese a eso, permanecí en silencio, sobre todo para no perjudicar a la trabajadora de bienestar social que mostraba la mayor de las disposiciones para ayudarme. De hecho le firmé un papel donde dejaba constancia de la recepción de las bolsas, aún sin haberlas recibido; y la capitana de corbeta se dirigió a mí de manera grosera y falta de respeto. Yo, sin perder en ningún momento el control ni la compostura, tuve que responderle y expresarle mi desacuerdo por la manera como esta señora estaba manejando la entrega de las bolsas, y como ella misma estaba desordenando esa jornada de atención integral por la discrecionalidad, por no decir arbitrariedad que estaba cometiendo en contra de nosotros. Y como ella quiso anteponer su trabajo, yo tuve que señalarle, con mucho respeto, pero con firmeza: “Así como usted tiene su trabajo y sus responsabilidades, yo tengo las mías”.
Pese a que de tercero que iba a entregárseme las bolsas de mis compañeros, pasé en cuestión de segundos a ser el 7 u 8, sin embargo no me quedé callado, e hice mis reclamos correspondientes ante esta evidente situación de abuso e irrespeto.
Una vez recibidas las 22 bolsas, lo triste era ver a algunos compañeros casi abalanzándose sobre las mismas. Puedo entender que había una situación de lluvias, y que la bolsa que supuestamente debían ser entregadas a las 2:15 de la tarde se concreto a las 3:00 pm, pero no era para perder el orden y la disciplina que previamente habíamos establecido. Evidentemente como responsable de esa entrega, asumí la responsabilidad y el sacrificio de quedarme con la peor bolsa.
A todas estas, y para no hacer el relato más largo, creo que el principal problema en estos tiempos complejos y difíciles que vivimos es la falta de valores, la falta de empatía, de ponerse en los zapatos del otro o de la otra. La indolencia, que si vemos que un hermano o hermana sufre, le pasamos por el lado como si no estuviera pasando nada, o si botamos un papel en la calle y no en el cesto de la basura, cuando irrespestamos las señales de tránsito. Cuando el motorizado o motorizada, pasa por las aceras a todas velocidad, por no decir cuando lleva a dos o tres personas además de él en la moto, en fin, la imposición de la filosofía del “pájaro bravo” dentro de nuestra sociedad pues.
Y eso que no estoy señalando cuando una persona que desde un puesto de autoridad lo entiende para beneficiar desde allí a sus panas, a sus amigotes, en vez de entenderlo como un servicio a los y a las demás, es que situaciones como estas, se repiten a diario en toda nuestra sociedad.
Acá yo expresó como lo dice mi gran amigo Gonzalo “Chalo” Azuaje: “Si no cambiamos los modales, no cambiaremos el modelo”.
Y cómo Silvio: “Seamos un tilín mejores y un poco menos egoístas”.
¡Bolívar y Chávez viven y sus luchas y la Patria que nos legaron siguen!
¡Independencia y patria socialista!
¡Viviremos y Venceremos!
* Abogado, Defensor de Derechos Humanos, Militante Revolucionario y de la Red Nacional de Tuiteros y Tuiteras Socialistas. , [email protected], [email protected] , [email protected] , cuenta tuiter e instagram: @juanmartorano, cuenta facebook: Juan Martorano Castillo. Canal de Telegram: El Canal de Martorano.