Revista Cultura y Ocio
Antes del confinamiento, cuando todo era normal, y sobre todo los fines de semana que me tocaba trabajar, en algún grupo de wassap alguien comentaba que hacía un día de sol estupendo para pasear, yo contestaba en plan de broma “pues yo aquí estoy, a la sombra”, haciendo la gracia (que por cierto puede resultar cansina para los demás, pero no soy capaz de dejar de hacerla) de que estaba en la prisión, además en un control del que no podía moverme. Ahora que he cambiado de puesto de trabajo, disfruto de más libertad de movimientos y cada día tengo que cruzar un gran patio (lo llamamos el del donut, porque es redondo y tiene un círculo en el centro donde hay plantado un olivo) que separa la zona donde están los módulos de las oficinas. Los días de mucho trabajo puedo cruzar ese patio unas veinte veces al día, siempre con prisa. Ahora hay muy poco trabajo porque todo se ha suspendido excepto las libertades y los ingresos, y creo que hoy solo lo he cruzado cinco veces, pero lo he hecho disfrutándolo verdaderamente, porque lucía un sol espléndido y me he permitido quitarme la chaqueta y quedarme un ratito en el patio, sintiendo los rayos de sol en mi piel. Han sido unos minutos, pero he conseguido abstraerme más en ese momento en la prisión que en mi casa...no deja de resultarme curioso.
Por la tarde me han dado la noticia de la muerte de la madre de un compañero. Estaba en León, en una residencia. Ayer tenía unas décimas de fiebre, hoy ha muerto. No pueden ir al entierro porque solo pueden ir tres personas. Muy triste.