Revista Opinión

Diario De Una Migrante Venezolana. De Como Le Vendi Mi Alma A Gussi.

Publicado el 07 octubre 2018 por Carlosgu82

El 2014  fue un año particularmente difícil. Ese año decidí que tenía que abrir horizontes. Trabajaba en la escuela alemana de Caracas, un colegio de prestigio, pero con muy bajo sueldo para todo la labor que allí realizaba. Era docente de historia de Venezuela, historia universal y de religión. Era coordinadora del departamento de Sociales, secretaria general del Sindicato de trabajadores e integrante de la Asociación de amigos y antiguos alumnos del Colegio. Para mantener a mi familia, conformada por mi papá, quien es jubilado del Ministerio de Justicia; mis dos hijas estudiantes universitarias para esa fecha, y yo docente de la República Bolivariana de Venezuela, tenía que trabajar muy duro y por muchas horas al día.

Mi jornada comenzaba desde muy temprano, a las 5.30 de la mañana salía de mi casa hasta por lo menos tres de la tarde en el Humboldt. Los miércoles era obligatorio quedarme en la escuela hasta las 4.30, y a partir de las tres de la tarde los lunes, martes, jueves y viernes; y de las 4.30 los miércoles, me iba a dar clases particulares.

Todos los días llegaba muy tarde a mi casa, entre 8.30 y 9 de la noche, todo el día dando clases, para de todas maneras tener que contar siempre el dinero porque igual muchas veces quedábamos apretados.

¿Cuántas majaderías le tuve que aguantar a los niños que ayudaba en las tardes? Ni se imaginan. Cuatro tardes tenía un alumno de bachillerato, adolescente, pero con un padre tan especial que fuera lo que yo necesitara siempre estaba allí para apoyarme en mi labor y autoridad. En cambio, dos noches a la semana tenía uno de primaria bien particular, que cuando le daban ataques no quería trabajar, quería que le hiciera todo y le dictara lo que tenía que escribir sin dedicarse un minuto a pensar, y ¿si se le atravezaba el día? se tiraba en el suelo sin querer hacer nada y tenía que convencerlo de hacer su trabajo, casi rogarle, y así, pacientemente, diligentemente, dos tardes a la semana, casi noches, cansada, ya agotada mentalmente, terminábamos las tareas e igualmente yo sorreía y volvía al día siguiente con el temor de que fuese otra vez una noche difícil. Pero tenía que aguantarlo, ni modo, era mi trabajo y necesitaba el dinero.

Multitud de tardes mi hija Rossanna me acompañó. Ella estudiaba en el Humboldt y por eso se iba conmigo. Andrea estudiaba en el Colegio italiano y se iba más temprano a casa. Rossannna se sentaba en una esquina a hacer sus tareas y a estudiar, y cada tanto levantaba su mirada y me veía con amor cuando presenciaba los ataques de Gussi, y su mirada comprensiva y su sonrisa amorosa me llenaban de energía para continuar con ánimo a pesar del cansancio. Pero Ross, así le decimos, también la llamamos nana, se graduó de bachiller en el 2012 y luego entró en la escuela de medicina de la Universidad Central, así que los años 2013 y 2014 me tocaron igual o peor de duros, con Gussi, más grande, malcriado y difícil, pero ya no contaba yo con la mirada energética de mi Ross, ella estaba ahora muy ocupada en la universidad.

Pero antes del 2014, en enero de 2012, viendo que mis dos hijas ese año se graduarían de bachiller y comenzarian sus carreras universitarias me había comenzado a llenar de algo de angustia pensando en los costos, especialmente de Andrea quien entraría a una Universidad privada a estudiar derecho, vale decir ahora que ya está graduada, que mi hija me engañó. La señorita Andrea al final se inscribió fue en Comunicacion Social, ¿pueden creerlo? ¿Comunicadora Social en Venezuela? Casi lloro cuando me lo dijo. ¿Realmente Andrea? ¿En Venezuela? ¿Donde los medios están siendo tomados por el gobierno? ¿Donde los comunicadores sociales de renombre si no están en el exilio tienen una mordaza y no pueden casi expresarse libremente? ¡Andrea por Dios! Y ella:  –“mami, es mi decisión, es lo que quiero, es lo que me gusta”. Pero esperó un buen rato para decírmelo. Ya habia sido aceptada y de paso ya estábamos las tres, Ross, Andru y yo, haciendo la cola en la Universidad Santa María para inscribirla. ¡Buen momento el que escogió la muchachita para decírmelo! Pero, ¿qué podia hacer? Darle mi bendición y buscar más clases particulares para pagar los costos. Eso sí, esperaba que no fueran “horas Gussi”.

Decía que en enero del 2012 decidí que algo tenía que hacer para ganar más dinero y vivir mejor, así que decidí estudiar, como si no habia estudiado lo suficiente ya, pero esta vez decidí estudiar algo que me abriera otra puerta, junto a lo que ya sabía, para conseguir un mejor empleo. Pensé en hacer un diplomado de profesor de inglés como lengua extranjera, pero al final no lo hice.

Yadri González, mi amiga y compañera del Colegio Humboldt, me guió. Le comenté lo que quería hacer, porque ella es profesora de inglés, pero me dijo:” nooo rosi, hazlo en español como lengua extranjera” y yo me quedé como dudando…. ¿en serio? ¿Español y no inglés? ¿Será? Y me puse a investigar. 

Efectivamente, comenzaba a ser un bum enseñar español a extranjeros y yo me dije,- “bueno siempre he sido buena en español, ¿por qué no? “ Y así comencé a buscar sitios donde estudiar para ser profesor de ELE. Fuí a dar a la Universidad Central de Venezuela, porque habiendo buscado primero en mi alma mater, la Universidad Católica Andrés Bello, me tropecé de frente con que no podía pagar esos precios, ni teniendo más “horas Gussi”; en cambio ese mismo año, a mejor precio y financiado, pude comenzar mis estudios de extensión en la ilustre Universidad Central de Venezuela. Así fue como hice mi diplomado de español como segunda lengua y lengua extranjera y al terminarlo me inscribí por FUNIBER en una universidad de Perú, vía online, para hacer el Máster en Español como lengua extranjera.

Y sí, tuve que agregar más horas Gussi, por lo que ahora -cuatro veces por semana, de 5 a 7 de la noche- en casa de Gussi- dejaba  parte de mi alma para pagar los gastos y mis estudios de máster buscando mejorar el futuro de todos en mi hogar.

Seguimos en otra entrega. 

Diario De Una Migrante Venezolana. De Como Le Vendi Mi Alma A Gussi.

Sindicato de trabajadores del Colegio Humboldt.

Diario De Una Migrante Venezolana. De Como Le Vendi Mi Alma A Gussi.

Asociación de Amigos y antiguos alumnos del colegio Humboldt.

Diario De Una Migrante Venezolana. De Como Le Vendi Mi Alma A Gussi.

Mi amiga Yadri, quien me convenció de hacer el diplomado de español.


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