Lee las anteriores partes del diario de viaje a Portugal: parte I (viaje y llegada a Albufeira), parte II (llegada a Lisboa y catedral), parte III (Lisboa) y parte IV (Belém y sus maravillosos monumentos).Cascáis no es un modelo de coche.Cuando Mariví me dijo que quería ir a Cascáis la expresión de mi rostro debió de ser un poema. Me da vergüenza admitirlo, pero yo no sabía que Cascáis existía. El nombre me sonó al modelo de un coche que anuncian por televisión y que yo no pensaba comprarme por superstición, porque no iba a montarme en un vehículo que se llamara Cascáis, de “cascarla”.Cascáis es una preciosa villa a orillas del mar con una fortaleza y varios palacios, muy cerca de Estoril. (Estoril sí que la conozco). Lo llaman “La Costa del Sol portuguesa”. Caminamos por las calles y nos hicimos fotos en sus palacios. Me dio la impresión de ser un sitio muy pintoresco y romántico, hasta el punto de no comprender quién se iba a Estoril pudiendo quedarse allí.Un puentecito marcaba la entrada a uno de los palacios y cuando subía la marea el agua pasaba por debajo de él hasta acariciar las rocas a los pies del edificio. Los antiguos habitantes solo tenían que bajar hasta el último escalón para acariciar el agua sin mojarse los pies.
Cascais. Cascais. Uno de los tranvías de Lisboa. Una de las visitas obligadas de Lisboa son los elevadores. Hay dos clases: los que son como tranvías que solo hacen el recorrido de una calle subiendo hacia los barrios altos de la ciudad, y los que son torres donde puedes contemplar Lisboa desde las alturas. El famoso elevador de Santa Justa. Detalle de las puertas del Vistas desde el elevador de Santa Justa. La Lisboa moderna. -Os han dado una habitación con fantasma- se rió Mariví a la mañana siguiente cuando le contamos lo ocurrido con la tele. Edificios de la Expo 98. Parque de las Naciones.
¡Por fin!Nuestra apretada agenda no nos había permitido, hasta el momento, montarnos en ningún tranvía y eso que yo no olvidaba los saltos de alegría que había dado al verlos en “vivo y en directo”. No podía marcharme de Lisboa sin haber estado en uno.
elevador de Santa Justa.
¡Sorpresa!Antes de volver al hotel pasamos por un supermercado “Continente” y nos entretuvimos en debatir si sería del grupo que originariamente tenía ese nombre y que se “fusionó” con Pryca creando Carrefour o, simplemente, era un grupo distinto que se había aprovechado del nombre para ganar clientela. Cuando pasábamos por cualquier supermercado comprábamos latas de paté de sardina, que habíamos probado con asco en Albuferia y que nos había conquistado totalmente.Ya en el hotel, las chicas nos reunimos en pijama para cenar en nuestra habitación. Estábamos cansadas del largo día y de las maravillas que habíamos visto. De repente unos pasos se oyeron fuera de la habitación y un ruido en la puerta nos hizo guardar silencio. Desde el primer instante supe que estaban “forzando” la cerradura para entrar en la habitación, quizá creyendo que aún estábamos de excursión. Mi fértil imaginación voló, pero no llegó a alcanzar la verdadera razón de aquel ruido. Nadie intentaba forzar nuestra cerradura, de hecho tenían llave, una tarjeta plástica con los mismos agujeritos troquelados y el mismo número de habitación. La puerta se abrió, un viajero dio unos pasos mirando al botones que iba tras él y llevaba su maleta.-Obrigado- decía cuando la palabra se le congeló en la boca al ver a tres señoritas en pijama en “su” habitación. Menos mal que el huésped no poseía una fértil imaginación capaz de pensar que las chicas iban incluidas en el servicio y se quedó tan sorprendido como nosotras. Un silencio se hizo entre todos los presentes mientras el botones asomaba la cabeza para averiguar por qué el cliente se había quedado congelado. Cuando nos vio, palideció, se deshizo en disculpas y se marchó con viento fresco, con el visitante y la maleta incluidos.Nosotras atrancamos la puerta poniendo una silla en el pomo y así dormimos toda la noche sin estar del todo tranquilas.
La Expo 98Lo primero que me asaltó por la mañana fue una voz masculina que hablaba en portugués. Era la televisión que había vuelto a encenderse sola. Miramos la hora, pero no coincidía con la del día anterior, por lo que descartamos que estuviera programada.