Lee las anteriores partes del diario de viaje a Portugal: parte I (viaje y llegada a Albufeira), parte II (llegada a Lisboa y catedral), parte III (Lisboa), parte IV (Belém y sus maravillosos monumentos) y parte V (Cascais y regreso a Lisboa).
Una botella de Coca-Cola
De regreso a Albufeira tomamos las autovías de pago y el viaje fue más corto.
La botella de Coca-Cola gigante.
Volvimos al mismo hotel del primer día y la recepcionista nos reconoció. Nos saludó muy sonriente y dio a Mariví y Migue un apartamento con cocina y terraza porque ya no le quedaban habitaciones. A nosotras nos dio una de las habitaciones de la planta alta. Cuando subimos nos encontramos que el cuarto tenía vistas a una enorme botella de Coca-Cola, logo gigante de una discoteca. Así que pasamos la noche escuchando retazos de canciones cada vez que abrían o cerraban la puerta del local.
La tarde la pasamos en la piscina del hotel, donde las chicas hicimos toda una sesión de fotos turbando la paz de los bañistas. Uno nos miró mal y lo escuché murmurar entre dientes de forma despectiva: “españoles…”. Los demás aguantaron estoicamente y sin inmutarse nuestras correrías.
Rotonda en la carretera que sale de Albufeira.
Otro homenaje a los descubridores.
Rotonda en Albufeira.
Litros de Alcohol
Esculturas en el paseo marítimo de Albufeira.
Después de la cena nos fuimos de paseo al centro del pueblo. Justo al lado opuesto de los lugares que conocíamos. Aquello no parecía Las Vegas, pero tampoco faltaban los carteles luminosos. Por todas partes nos “asaltaban” relaciones públicas “invitándonos” a entrar en su local, nos ofrecían las copas a litros, un litro de cerveza, un litro de sangría, un litro de ron… Los locales estaban repletos y había fiesta de disfraces en más de uno. Los turistas de muy diversas nacionalidades (excepto españoles, que me dio la impresión de que esta vez éramos los únicos) se unían a las fiestas, entraban en locales VIP y se caían de borrachos.En la playa encontramos unas escaleras mecánicas, dos tramos muy empinados a los que subimos para contemplarlas vistas.
Fue extraño e impresionante entrar en un bar y que la camarera nos dijera: “sentaros ahí que ahora os atiendo”. Estábamos en casa.
Monumento a la
Virgen del Rocío.
Huelva.
Catedral de Huelva.
Me empeñé en ver la catedral. Al fin y al cabo nunca había estado en Huelva y quería ver lo que para mí, en nuestra ciudad, es el monumento más importante y que yo creía que lo sería en todas (¿es qué no había aprendido nada en Lisboa?). Todos me contaronlo desilusionante que era la catedral de Huelva, tanto tanto que cuando la vi no me desilusioné en absoluto. Es pobre, pequeña, pasa desapercibida entre los edificios pero es bonita. Pobrecilla.Después me empeñé en ver el Monumento a Colón. Si habíamos visto el homenaje que le hicieron a Henrique el Navegante en Lisboa… yo quería ver el que le habíamos hecho a Colón en Huelva. Migue fue todo amabilidad y consideración y me paró el coche en la margen del río donde está el monumento. Diez minutos. Salí del coche corriendo cámara en mano. Corrí y corrí sofocada por el calor pero sintiendo un viento fresco que me recordaba a Lisboa. Allí estaba el monumento de piedra, contemporáneo como los descubridores de Lisboa, pero menos cuidado, menos sublime, menos impresionante.Monumento a Cristobal Colón. Huelva.
Después de eso regresamos a casa.¡Quiero volver a Lisboa!Consideraciones varias:Al regresar a casa todo el mundo me preguntó por los tópicos de Portugal y por el bacalao, que es su plato típico. ¡A buena hora me venía yo a enterar! Nadie me había contado nada antes del viaje, pero después varias personas me dijeron que habían estado en el Algarve por las mismas fechas que yo y que nos podríamos haber encontrado al doblar cualquier esquina. ¡Qué impresionante encontrarme con un conocido en un país extraño! ¡Como en las películas! Eso le habría dado más vidilla a mi relato.
Me preguntaron si los portugueses eran antipáticos, si me habían tratado mal (porque todos sabían, menos yo, que odian a los españoles), si todo era muy pobre, si los escaparates de las tiendas tenían bacalaos colgados y si los precios eran muy baratos. Y a todo contesté que não.
A pesar de que puede que haya dicho alguna impertinencia más arriba, me he llevado muy buena impresión del país en general, de la gente y de Lisboa en particular.La maravillosa plaza del Comercio con la desembocadura del río Tajo vista desde el castillo de San Jorge. Lisboa.