Hace un año, me deshice de los diarios que había escrito desde los 25 años. 20 años de cuadernos manuscritos. Los guardaba como prueba de mi evolución personal. A veces recuerdo el pasado con nostalgia o por el contrario, peor de lo que fue en realidad. Al tener un registro de mis sentimientos, podía consultar mis diarios y saber la verdad. También me ayudaban a darme cuenta de que había pasado de ser una jovencita insegura y llena de temores a una mujer madura más serena, centrada y segura de sí misma. En tal caso ¿por qué me deshice de mis diarios? Solía escribir en ellos cuando no me sentía bien, cuando tenía un conflicto emocional que resolver. Durante los tiempos felices, me sentía satisfecha y no tenía necesidad de escribir.
El año pasado di un paso importante – otro más – en mi vida. Mientras empacaba mis libros y mi ropa, encontré mis diarios y los hojeé. Imaginé a mi padre, mis hermanos, mi ex-marido o a mis hijas leyendo esas entradas con una carga emocional que me pesaba incluso a mí, y no pude con la idea. Cuando ya no esté ¿quisiera que ellos – sobre todo mis hijas – conozcan mis secretos más recónditos, mis mayores miedos y mis más oscuros momentos de desesperanza? No. Pueden leer los libros que me han publicado, en los que hay huellas de mi lucha, pero también de mi victoria. Pueden observar mis acciones y saber que tengo lo que hay que tener para ser buena madre y buena persona, aunque siempre intento mejorar. Pueden leer el diario que comencé solo para ellas – y en el que llevo tiempo sin escribir, pero que es mi legado solo para mis hijas.
No he dejado de escribir un diario, pero he sustituido aquel en que volcaba mis angustias por mi propio “Diario del éxito”, en el que documento todo aquello por lo que estoy agradecida y cada éxito personal, por pequeño que sea. Ese diario lo guardaré para siempre. Creo que es más productivo para mis hijas saber que incluso en los momentos más duros fui capaz de centrarme en mis puntos fuertes y no dejarme llevar por los débiles, que supe mantener la vista fija en el horizonte y no en el espejo retrovisor.
Así, fue, por cierto, como se me ocurrió comenzar el blog Diario del Éxito.
Y tú, ¿escribes un diario? ¿Te importaría que lo leyeran tus hijos cuando no estés?
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