"Sombras en la noche"
Miércoles, 25 de mayo de 2011.
Las primeras horas del día en Oviedo transcurren a toda velocidad. Apenas si he tenido tiempo de hacer las maletas, cuando menos de poder escuchar a algunos de los participantes en el festival ni de prepararme el necesario plan para ver cuáles serán las actuaciones elegidas. De modo que, casi sin solución de continuidad estoy metido en el avión que, nada más aterrizar, sortea una tormenta con buen aparato eléctrico en Asturias (lo cual es bien extraño, sí).
Barcelona nos recibe con 30º de temperatura y un sol reluciente que se cuela por cada poro del cuerpo.Por fortuna, la humedad no es asfixiante. Un pequeño descanso en el hotel, donde me doy un reparador baño, consigo acordarme de la contraseña del ordenador de mi madre -el mío está reparándose, otro de esos problemas prefestivales de los que hablaba ayer- y poner en marcha el wifi.
Cuando llego al Poble Espanyol son las 18:50 y, viendo la enorme cola para acreditarse, ya sé que apenas podré disfrutar de Comet Gain. Sé que es en el propio Poble gracias a que, vía facebook, mi amigo y veterano de múltiples festivales y conciertos Xavi Mercadé (entrad en su página en la lista de enlaces a vuestra derecha), uno de los mejores fotógrafos de rock del estado, me ha pasado los horarios y lugares. Esperando en la enorme cola es cuando uno se da cuenta de las enormes dimensiones del festival. Accedo al recinto a eso de las 20 h y aún permanecen Comet Gain desplegando sus armas. Sólo puedo verles dos canciones que apenas me sirven para hacerme idea de su propuesta mientras relleno mi tarjeta del festival con euros para el canje de bebidas en la barra. El sistema no me convence mucho, la verdad, porque en determinados momentos se producen enormes colas pero, si se trata de terminar con el dinero de papel y esto sirve para que se talen menos árboles, bienvenido sea.
Accedo a la recoleta plaza porticada del Poble y rememoro actuaciones de los dos Primavera Sound que vi allí: Sonic Youth, Tindersticks, unos White Stripes en medio de una intensa lluvia y, claro, Echo & The Bunnymen. Aún recuerdo aquella mañana en que, tras entrevistar al grupo francés Programme y ver una película de Dario Argento, escuché los acordes de una de sus canciones mientras comía junto a mi buen amigo, el fotógrafo Joan Fitó, que tantos festivales siguió para mi revista "Interferencias". Me asomé a esa misma plaza del Poble Espanyol, desierta en ese momento y ¡tachán! ahí estaban Echo & The Bunnymen probando sonido. Me quedé a la prueba completa y, en una parada, Ian McCulloch me hace un gesto imitando la postura en la que estaba, con las manos en los bolsillos de mi pantalón. Le devuelvo un gesto con mi pulgar alzado, McCulloch sonríe y habla con sus compañeros. Coge el micro y me ¡dedica una canción! "Nothing lasts forever".
Mientras tomo posiciones en la plaza, comienzo a encontrar asturianos a los que saludar, entre ellos José Antonio Vega, estupendo dj y verdadero enfermo de la música y de los festivales. Me cuenta el proyecto que ha realizado para el Festival do Norte, en Galicia, con adolescentes, explicándoles las múltiples salidas de trabajo que se presentan dentro de un festival. La idea me encanta y consigue relajarme de la ansiedad que tengo por ver de nuevo -creo que es la quinta o sexta vez- a Echo & The Bunnymen. La gran novedad es que van a tocar sus dos primeros álbumes "Crocodiles" y "Heaven up here". Este es uno de mis discos favoritos desde los años en que llevaba esas crestas afterpunk entre el propio McCulloch y Nick Cave, los tiempos en que junto a Fernando Abargues y Toni Casaprima pergeñábamos nuestro propio proyecto La Tortuga de Sheffield... Huuum, dejémonos de nostalgias, aunque algo de eso hay en el sobrio escenario barcelonés decorado con un camuflaje que también alcanza a las ropas de McCulloch, el gran Will Sergeant y sus otros cuatro músicos que ocupan los lugares de Les Pattinson y el fallecido Pete de Freitas. Juntos cuajaron unos álbumes históricos (la palabra aquí sí que es adecuada) que supusieron una de las piedras angulares del after-punk, o post-punk como ahora se ha impuesto. En aquellos años se hablaba también de neopsicodelia como la etiqueta preferida. Ambientaciones oscuras, entre sombras y humo, guitarras que invaden cada uno de los rincones de unas atmósferas cargadas. Comienzan con "Heaven up here" y "Stars are stars", pero no es hasta que el sol se pone del todo y las sombras llenan todo el recinto que la extraña fuerza de esas composiciones termina por imponerse. De acuerdo, Big Mac parece más preocupado en resaltar su militancia futbolera en el Liverpool (anti-Manchester United, pues) y en ponerse a gusto con constantes lingotazos a sus bebidas, pero aún así logro disfrutar. Canciones que nunca había podido escuchar en vivo, temazos inmensos como "Show of strength" o el vibrante "With a hip" me llevan a un culmen que se remata con un intenso "Over the wall", pieza esencial que nunca falta en sus conciertos. Brillan temas como "Happy death man" o "Rescue" a pesar de los pesares, una voz de McCulloch que, a sus cincuenta y dos años, ya no es la misma. El bis se remacha con un crescendo que discurre por "Bring on the dancing horses", "Nothing lasts forever" y, para dejarnos con buen sabor de boca, "Lips like sugar". Cuando las luces se apagan, me saluda Guillermo Z. del Águila (Rockdelux), otro amante de los de Liverpool y de esos sonidos de neopsicodelia. Hablamos de la voz de McCulloch, de otras voces que se marchitan y han de adaptarse a nuevas composiciones y proyectos y, cómo no, de fútbol. Me recuerda su sportinguismo militante y la esperanza de que "su" Granada ascienda. A ver.
Aprovecho con Vega para comer algo y regarlo con unas cervezas. Una baguette de jamón natural, 7€. Está claro: Barcelona es bona si la bolsa sona. Comienzan Caribou y Vega me cuenta su concierto en un festival berlinés en un increíble hangar, una de esas obras fastuosas de la ingeniería nazi. Aunque al principio no me dicen nada, poco a poco, a base de envolventes loops, unos ritmos bien trabajados, la luminotecnia bien adaptada y alguna que otra melodía atractiva (algo desaprovechada quizá) logran que pasemos un buen rato. Cuando terminan, aún tenemos ganas de darnos una vueltecilla por la noche de la Ciudad Condal. Una cerveza en el Tequila, un bar en cuya barra se ofrecen unos cascos para escuchar con más nitidez la música y un vino blanco del Penedés antes de cogerse otro taxi más (aquí sí que nos dejamos dinero) y de regreso al hotel. Que el jueves nos esperan P.I.L., Grinderman, Interpol, Flaming Lips... Prometedor.
MANOLO D. ABAD
Espero tener algunas de las fotos que ha hecho Vega esta noche en unas horas...