Revista Cine
Es curioso que, habiendo 'Clásicos' magistrales que definen a la perfección la "magia Disney", sea precisamente este el más taquillero y mi favorito absoluto. Porque 'EL REY LEÓN' se desmarca, no sigue la exitosa fórmula de los 'Clásicos' más recientes, ni tiene ese enfoque de "fantasía y diversión" que se adjudica a la productora, en ocasiones erróneamente. Porque sí tiene mucho en común con la espléndida 'Bambi', lo cual es señal inequívoca de que a lo largo de su historia Disney ha abarcado muchos estilos. El caso es que con esta cinta, Disney parece usar todas las herramientas perfeccionadas con el pasar de los años y los peliculones para hacer algo mucho más grande, serio, dramático y trascendental. Algo que se podría haber quedado en la mera ambición, pero que sin embargo triunfa en todos los sentidos. 'EL REY LEÓN' ya no fue solo una joya animada. Logró ser esa peli épica y grandiosa que surge cada cierto tiempo y que TODOS van a ver al cine. Pero las razones que la convierten en un icono de la cultura popular y el film de animación más taquillero de la historia (ajustando inflación y sin contar el añadido del 3D con el que cuentan otras) no se debe tanto a una extraordinaria campaña de marketing como al hecho de que Disney... bueno, le echó huevos y salió airosa, como ya he apuntado. Desafió al público y este respondió. Y queda ilustrado simplemente atendiendo a como se construye el personaje principal. Simba es el único personaje de Disney que no solo evoluciona, si no que crece, madura, sus sentimientos y psicología cambian a lo largo del film. Nos presentan a un cachorro con unas motivaciones y un perfil marcados, y a continuación lo destrozan. Y al crecer tiene un grave problema de autoestima y ya no quiere lo que quería, tiene miedo de la responsabilidad que conlleva, una responsabilidad que le obligaría a lidiar con un doloroso trauma. Simba es el único personaje de Disney que está... jodido. Jodido de verdad. Que necesitaría ir al psicólogo, vaya. Y que su lección moral va más allá de una moraleja de cuento: Niños, la vida es muy puta. Os van a pasar cosas malas. Pero el dolor del pasado no puede impediros ser lo que sois ni cumplir con vuestro deber. Sed valientes y tirad pa' lante. E incluso cuando nuestro héroe aprende esto y toma la decisión correcta, el resto no es un camino de rosas.
Y nos cuentan todo eso sin simplificarlo ni tomando por tontos a los críos, y sí de forma sofisticada, con una economía narrativa ejemplar y haciendo que cada diálogo o breve momento cuente. Tomemos como ejemplo la escena en la que Mufasa riñe a Simba. No es solo una lección para el protagonista en un momento y bajo unas circunstancias muy concretos. Lo de "ser valiente no significa buscarse problemas" y "hasta los reyes sienten miedo" tiene un impacto enorme cuando Simba es adulto. El tratamiento del valor, el sacrificio y la responsabilidad que se hace a través de Simba lo convierten irremediablemente en mi héroe Disney favorito, perfilado con una humanidad y realismo inauditos que se extienden al resto de personajes. El maravilloso y mítico Mufasa, definido, atención, en un solo plano (se trata de su primer primer plano, de hecho), y cuya muerte es sin duda una de las secuencias más espectaculares, intensas y crueles que ha hecho Disney. Scar, dotado de una dualidad fascinante que lo convierte en un personaje aterrador e insuperablemente malvado, de los pocos villanos que a la mitad de la peli logran ganar, y a la vez en alguien que una vez obtenida la victoria se revela como un ser patético, cobarde, inseguro y miserable. Y aún así conserva un poder aplastante: La capacidad de manipular a Simba. Me parece brillante que la terrible mentira que le cuenta al protagonista solo la conozca él, pues, irónicamente, es precisamente el único que puede revelar la verdad y desencadenar así la batalla final y darle a Simba la fuerza que necesitaba en un momento crítico.
Debo mencionar también a personajes más secundarios. Rafiki es de los que salen poco y sin embargo captan toda la atención. Simplemente asimilamos su sabiduría tan profundamente que cuando llora o ríe sabemos que estamos ante un momento importante de verdad, para bien o para mal.
Nala también me interesa mucho. Más que nada porque esta vez la subtrama romántica es eso, una subtrama, no el núcleo del film. Esto se aprovecha para crear una relación como no hemos visto hasta ahora, no tan enfocada en el cómo Simba y Nala se enamoran, si no en porqué lo hacen y qué significa eso para ambos. Dos amigos de la infancia que se reencuentran milagrosamente años después en un momento en el que ambos tienen problemones muy serios, que se empiezan a ver de otra forma tras el reencuentro y que descubren el uno en el otro un oasis de paz y felicidad. ¡Y esto es solo una subtrama!
El tratamiento de los personajes y sus relaciones desprenden una veracidad que nunca había visto en Disney y que no volvería a ver en la animación occidental hasta 'Los Increíbles'. Uno escucha ciertos diálogos y no parecen propios de un film animado para todos los públicos. Y es que me resulta llamativo que estemos ante una cinta de Disney tan estructurada en torno a las conversaciones.
Los que sí son más propios del cine de animación convencional son Timón y Pumba, pero aún así se realiza un movimiento arriesgado con ellos: No aparecen hasta bien entrada la peli, lo cual puede provocar que no encajen del todo en ella. Por contra, resultan totalmente necesarios para el personaje de Simba y para lo que la peli quiere contar. Simbolizan la vida despreocupada y fugitiva a la que Simba se aferra. ¿No es simbólico que la primera vez que vemos a Nala (que representa el pasado y el deber de Simba) como adulta sea en una secuencia en la que pretende cazar a Pumba? Una representación de la lucha interna por la que tendrá que pasar nuestro héroe... ¿Estoy leyendo demasiado entre líneas? Puede. Pero la peli lo admite. Con deciros que cuando Simba supera su crisis de identidad y vuelve a casa dispuesto a recuperar su trono, también veo simbólico que Timón y Pumba lo acompañen, como diciendo que para ser rey Simba no tiene porque renunciar al Hakuna Matata, pues también forma parte de él. Bueno, dejadme con mis cosas.
Voy a ir terminando, pero quiero hacer mención a la ESCALA de la peli. Sabéis que una de los rasgos de Disney que más me gustan es la grandiosidad que llegan a alcanzar sus películas. Y este es uno de los mayores exponentes. ¡Qué planos! Qué escenarios! ¡Qué colores! ¡Qué movimientos de cámara simulados! ¡QUÉ MÚSICA! La dirección del film me deja sin palabras. Todo está hecho a lo grande. A la escena en la que Simba asciende por la Roca del Rey y ruge me remito, aunque es solo mi ejemplo favorito, hay muchos más.
Bueno, ya no puedo decir más de esta Obra Maestra. Solo queda lamentarse porque es la última de Disney. Oh, aún nos queda un puñado de pelis estupendas, pero Obra Maestra, lo que se dice Obra Maestra... pues ya no vamos a ver ninguna. Y lo cierto es que las que me gustan de los años venideros (y algunas me gustan muchísimo) van a ser menos fascinantes de analizar que las más clásicas. Pero bueno, disfrutemos de lo que nos queda. Bajaré un poco el ritmo, eso sí. Hasta ahora he ido a toda hostia porque quería llegar a 'EL REY LEÓN' justo hoy, un día antes de ir a ver el musical homónimo a Madrid (YEEEEEAAAAAHHH BABY!!!). Una vez cumplido el objetivo, relax ante los 21 'Clásicos' que nos quedan, que ocuparan el espacio habitual, lejos de los tochacos que han requerido mis 4 favoritos.