El presente escrito fue publicado hace buen tiempo, dado que deseo abordar algunos temas relacionados con los medios de comunicación y la sociedad peruana me permito publicarlo por primera vez en un medio digital
¿Por qué existen en nuestro medio diarios, de circulación masiva, tales como: Ajá, El Chino, El Mañanero, La Chuchi, Ojo, Onda y otros?
Es conocido que éstos apelan a la “cultura” seudo-popular, con un estilo periodístico nada ético, con titulares procaces, fotos grotescas e incluso pornográficas. Las noticias que publican sólo contribuyen a incrementar el clima de violencia imperante, exacerbar los instintos de las personas y peor aún, ahondar el grado de desinformación sobre los problemas vitales que vivimos.
Trataremos de dar una explicación parcial al problema.
Asumamos, que le consumidor (lector) de nuestra economía, al momento de elegir su canasta de consumo (conjunto de bienes), actúa como si buscara maximizar la satisfacción de sus necesidades, asumiendo para ello un sistema de preferencias ordenadas jerárquicamente, es decir, establece prioridades en cuanto a la satisfacción de sus necesidades.
Podemos ordenar las necesidades en tres categorías: primarias (alimentos, abrigo, etc.), convencionales (relaciones interpersonales, lectura de diarios) y de orden superior (lujos), siendo las dos últimas formadas y moldeadas por el contexto social.
Las necesidades de nuestro lector son infinitas, al satisfacer una, aparecerá la siguiente, pero manteniendo la jerarquía de sus necesidades (por ejemplo: primero satisface el hambre, luego compra un diario: no al revés). No olvidemos que nuestro lector estará sujeto a un ingreso real, en el caso peruano, éste cayó 10,1% entre enero de 1995-1996, en el sector público. Por lo que cambios en su ingreso real (ingreso nominal entre IPC) le permitirán tener cambios cuantitativos y cualitativos en su canasta de consumo.
Es decir, a mediada que aumenta su ingreso real y satisfaga necesidades de mayor grado saldrán e ingresaran bienes en la canasta de nuestro lector, ya que éstos también están jerarquizados, los bienes que dejará serán los llamados bienes inferiores (dejará de leer La Chuchi, y leerá, por ejemplo, El Comercio).
En la Teoría de las Preferencias Lexicográficas (nuestra teoría para el análisis) se considera como bienes inferiores aquellos bienes de baja calidad, que a medida que aumente el ingresos, se sustituyen por otros que satisfacen tanto las necesidades iniciales como las de mayor orden (si leo El Comercio, estaré mejor informado que si leo La Chuchi).
Podemos catalogar a los diarios mencionados al inicio como bienes inferiores, pero ¿por qué son demandados?, porque la estructura de la demanda de bienes en la sociedad tiene relación con la distribución del ingreso. Y no debemos olvidar que en el Perú la diferencia del ingreso promedio de los hogares del 10% más pobre al 10% más rico es de 1 a 23. Tampoco olvidemos que existe cierta calidad en las canastas de consumo que nos permite reconocer los bienes y los grupos sociales a su consumo.
Con esas consideraciones, creo que ya vamos comprendiendo porque el 35,8% de nuestra población (23,1 millones es la población total) que lee diarios, una gran mayoría (de los estratos socio-económicos bajos) lee diarios catalogados como bienes inferiores. Ayudará más a la comprensión de esto si mencionamos que el 40% de los hogares más pobres del país perciben menos del 10% del ingreso nacional.
Si recordamos que 11 millones de peruanos viven en pobreza crítica, entenderemos porque para ellos comprar diarios cuyo precio promedio es de S/.1,5 aprox. (El Comercio, El Sol, etc.), significa adquirir un bien de lujo. Un compatriota con salario mínimo de S/.132 tendría que destinar S/.45 (34% de su ingreso), si desea mantenerse como mínimo informado en la actual era de la información.
En resumen, podemos afirmar que el nivel de ingresos de la mayoría de la población, condiciona la permanencia en el mercado de esos diarios de baja calidad periodística. Y dada la coyuntura publicar uno similar podría resultar lucrativo.
(Publicado en revista “Catalaxis”, N° 2. Lima, Mayo de 1996)