Revista Educación

Diarrea verbal

Por Siempreenmedio @Siempreblog

16 agosto 2014 por carlospu

Drug cocktail

drug cocktail © Anmari (openphoto.net)

Me gustaría empezar haciendo una declaración: creo honestamente que el Fortasec® es el mejor invento de la humanidad solo por detrás de la rueda y una nevera llena de cervezas, aunque a muy corta distancia de éstas.

Esta es una declaración que hago bastante a menudo, porque yo soy muy de declarar y porque, no daré detalles, le debo un par de favores al fármaco en cuestión. Así que cuando menos te lo esperas, si te estás tomando un café conmigo, o me preguntas cómo va el día, voy y te lo suelto. En esas estaba con unos compañeros de trabajo, cortadito mediante, y salió (saqué) el tema. ¡Hereje! ¡Apóstata! ¡Vicioso! ¡Circunciso! Pegaron a gritar cosas que ahora no recuerdo bien, pero que venían a señalar lo equivocado de mi aseveración. Cuando uno está “suelto” hay que dejar que el cuerpo expulse el mal, me decía uno. Bloquear el movimiento natural del cuerpo es lo peor que puedes hacer, me decía otro. Tú eres uno de esos que se inflan a medicamentos, me señalaba un tercero. Eres profarmacia, ¿no? Yo soy antifarmacia, concluyó un cuarto.

Yo me llevé la mano al bolsillo y acaricié la cajita de Fortasec® que siempre llevo conmigo para ganar confianza y evitar el sonrojo. ¿Profarmacia? ¿Antifarmacia? En serio, nunca hasta ese momento creí que existieran tales categorías. Para mí la farmacia siempre había sido un recurso, no una ideología; una ciencia, una tecnología, no una profesión de fe; una industria también, no mi equipo de fútbol. ¿Cómo evitar pensar en la cantidad de vidas salvadas por los fármacos? ¿Cómo pasar por alto también la cantidad de barbaridades que se ha hecho en nombre del dinero disfrazado de progreso? ¿Cómo no mencionar que no existen blancos ni negros sino el criterio de cada uno, logrado a base de educación y crítica? ¿Cómo pensar que todo es solo abuso y confianza ciega, que todo es solo muerte química y desconfianza absoluta? Yo soy incapaz. Así que respiré hondo, rebusqué en lo más profundo de mí las mejores y más educadas palabras, la disposición y la paciencia. Pero justo al abrir la boca una alarma sonó en el móvil, y me dio por consultar el reloj, y tantas cosas que me quedaban por hacer me vinieron a la memoria, y un poquito de pereza, por qué no decirlo, se me agarró a la garganta. Abreviando, quise acabar rápido y pronuncié las palabras mágicas: “¿Antifarmacia? Tú lo que eres es un perroflauta”. Y salí corriendo.

Ya en casa, encendí la tele. Vi a Mas y Rajoy darse la mano sin ganas, a Iglesias y Aguirre forzar la sonrisa, a Marhuenda y Tertsch afilar cuchillos, a Netanyahu batir de nuevo el récord mundial de neolengua. Vi todo eso y mucho más, incluido un mitin y varios partidos de fútbol. Y me consolé pensando que yo, al menos, sí había tenido la intención de dialogar.


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