LLevamos unos días en los cuales hemos ido cayendo enfermos uno a uno todos los miembros de la familia. Un virus que ataca al estomago nos ronda y, como era de esperar, David también ha caído en sus garras.
De unos días a esta parte, y como es lógico, apenas quiere comer y anda muy justito de energía, pero más o menos vamos tirando.
Lo más difícil llegó ayer, que cogió una rabieta espectacular por la mañana, y un berrinche gigantesco por la tarde cuando lo llevamos al pediatra. Por si esto fuera poco, a la hora de dormir también se puso lloroncete, algo rarísimo en el, puesto que es uno de sus momentos preferidos. Y cuando al fin se durmió y pensamos que podríamos descansar un rato tranquilos, se despertó de nuevo una hora más tarde, con un berrinche tremendo...
Pensamos que se trataba de una pesadilla, porque se le veía desorientado, llorando y señalando hacia un sitio y hacia otro, si calmarse con nada, pero la historia se repitió un par de veces más (con menor intensidad) a lo largo de la noche, un par de veces que se despertó.
Esta mañana nos ha hecho salir de la cama, llorando, a las 6.45...
Ha desayunado y ha empezado la mañana bastante tranquilo, pero papá me ha contado que volvió a coger una rabieta a mitad mañana. Ha comido y se ha dormido tranquilito, pero al despertar de la siesta vuelta a llorar y no ha querido separarse de nosotros en toda la tarde. Veremos como se presenta la noche...
No se a vosotr@s, pero a mi me hace sentir fatal ver a mi hijito llorar y no ser capaz de calmarle. Me siento completamente impotente.
Supongo que el que esté tan impaciente y con tan mal carácter se deberá a que está malito, pero tampoco es descartable que estemos entrando en la edad de las rabietas.
Sea una cosa o la otra, lo único que podemos hacer es armarnos de paciencia, ponernos en su lugar y tratar de comprenderlo, aunque a veces resulte difícil