Revista Cultura y Ocio
Antes de ponerme con este comentario estaba revisando el histórico del blog porque estaba convencido de que el autor de hoy no era la primera vez que aparecía, pero estaba equivocado y, de paso, extrañado. Digo esto porque desde que hace unos años un buen amigo y compañero de trabajo me dejó algunas de sus novelas traducidas al gallego es de esos autores de los que procuro leer todo lo nuevo que aparece. Creo que es uno de los mejores autores del panorama literario de la península, aunque sus obras aparecen primero en su lengua natal, el vasco. Hablo de Bernardo Atxaga al hilo de haber terminado hace poco su última novela, “Días de Nevada”, que me gustó mucho, como todo lo que escribe. Me gustó mucho “Obabakoak”, que creo que fue de lo primero que líes de este autor y luego quedé maravillado con “Siete casas en Francia”, una historia diferente pero al mismo tiempo llena de sus constantes. Ambas llegaron a mí en sus traducciones al gallego, pero no esta de hoy, que leí en castellano.
Bernardo Atxaga es el pseudónimo de José Irazu Gamendia, nacido en Asteasu (Guipúzcoa) en 1951. A lo largo de estos años tocó el cuento, la novela, la poesía o el ensayo, en todos los casos en euskera, aunque casi toda su producción puede leerse en otras lenguas peninsulares y de fuera. Padre carpintero y madre maestra, licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Bilbao en 1973. En 1972 escribe su primer texto, una composición teatral breve. Tras realizar el servicio militar trabajó en un banco de San Sebastián. En 1975 publica sus primeros textos en la revista “Panpina Ustela”. A finales de los 70 vuelve a Bilbao y desempeña varios trabajos, profesor de euskera, guionista de radio, vendedor de libros...) mientras escribía. En 1976 publica su primera novela, seguida del poemario “Etiopía” en 1978. A comienzos de los 80 decide dedicarse solo a la literatura. Se va a Barcelona y se licencia en Filosofía y Letras. Publica varios cuentos y empieza a aparecer todo lo relacionado con Obaba, donde transcurren muchas de sus obras. En 1988 publica su novela de más éxito, “Obabakoak”, traducida a 26 idiomas y ganadora de varios premios. Incluso algunos de sus relatos fueron llevados al cine. De esta serie pasó a cultivar la novela de tipo realista. En 2009 aparece “Siete casas en Francia” al mismo tiempo en todas las lenguas de la península, algo que se hace por primera vez. Además es autor de obras de literatura infantil y juvenil, además de novelas radiofónicas y obras de teatro. “Días de Nevada” (2013) es su última novela por el momento. Para más datos podéis consultar www.atxaga.org“Días de Nevada”, una novela que no es fácil clasificar, aunque como he dicho en varias ocasiones, tampoco es necesario catalogarlo todo. Una historia hecha a base de pinceladas, de flashes del presente y del pasado, de escenas que parecen sueltas pero no lo están, de pinchazos duros de una realidad y un presente complicados y cicatrices del pasado que no se dan cerrado y que vuelven a abrirse por culpa de ese presente. Es una especie de diario motivado por la estancia en Reno (Nevada) de un escritor vasco, su mujer y su hija entre mediados del 2007 y el 2008. Ella para dar clase, él para escribir y sus hijas que convivirán con ellos mientras estudian en un colegio americano. Conoceremos la historia desde el día que llegan hasta el día que se van, y aunque no sea para nada un relato exhaustivo de ese año pasado lejos de casa sí que nos podemos imaginar con gran facilidad cómo fue su vida durante ese tiempo. No es necesario que nos lo cuente todo, con esos momentos importantes algunos y más irrelevantes otros (aunque todos tienen su significado y su motivo dentro de la narración) podemos hacernos una idea perfecta de cómo fue su vida en ese tiempo. Ángela, Izaskun, Sara y él autor que nos cuenta ese diario, del que no sabemos ni el nombre, pero que tampoco tiene demasiada importancia. Lo importante es lo que nos cuenta, lo que pasa a su alrededor y en su mente, en sus recuerdos del pasado y cómo muchos de ellos vuelven a su cabeza por acontecimientos del presente en esa zona casi desértica de Estados Unidos, además de provocar una serie de extraños sueños que algunas veces casi se convierten en realidad o se relacionan directamente con ella en algún momento. Lo que vendrá a demostrar es que cada cosa que pasa en nuestras vidas, cada persona que conocemos, cada sensación o emoción y muchas más cosas permanecen con nosotros para siempre y pueden volver casi sin que nos demos cuenta, ya sea para golpearnos con gran dolor o para emocionarnos, provocando sentimientos y sensaciones encontradas.
El mundo desértico de Reno, mezclado con las falsas luces de los casinos se convierte en un ambiente duro, casi hostil y sobre todo lleno de violencia en casi todas partes. La Universidad, los viajes que aprovechan en las épocas vacacionales, las comidas o cenas con las amistades que hacen por allí, la gente que conocen... Todo esto se convierte en pequeñas detonaciones que despiertan en la memoria del narrador historias de su pasado en el País Vasco, de personas que conoció, de familiares, de amigos, casi todas también historias más o menos tristes. No hay demasiado optimismo en todo este ambiente, pero sí la idea de que todo lo que nos pasa en la vida es importante y nada es despreciable. Que todas las cosas que vivimos y toda la gente a la que conocimos deja una huella en muchos sentidos y ese recuerdo puede volver en cualquier momento. El mundo americano es vasto, duro, violento, lleno de espacios amplios pero casi vacíos. Este mundo lleva al narrador a algo más íntimo, más pequeño y entrañable, las historias del pasado y algunas del presente de todo lo que pasó antes de estar allí. O a historias de otros vascos que pasaron por Estados Unidos en el pasado o en el presente.
Alrededor de esto hay un montón de cosas más que aumentan el interés por la lectura. Porque no son solo las cosas que vivimos o las personas que nos rodean. Hay otras constantes en la historia que todos podemos reconocer en nuestras propias vidas. El deporte (sobre todo el boxeo), el cine (actores que todos conocemos, películas que vemos más de una vez o muchas como cuando éramos niños y parecía que no podíamos cansarnos de ver siempre la misma), los sonidos y los olores, o la música (cantantes y canciones que marcaron y marcan más de un momento de nuestras vidas y que vuelven a nosotros cada vez que las escuchamos). Es muy difícil concentrar tal cantidad de cosas en tan pocas páginas, porque no es una novela larga, pero Atxaga lo consigue de una manera magistral. Se nota que hay mucho de experiencia propia en todo lo que nos cuenta y que lo hace con gran cariño y sensibilidad, y esa realidad de lo relatado hace que todavía sea más interesante.
Me pareció una obra más madura, más complicada y compleja en muchos sentidos y más difícil. Sigue teniendo un estilo que no es nada recargado y que parece simple, pero que no lo es en absoluto. Cada palabra, imagen, expresión...está buscada con toda la calma del mundo para intentar conseguir en el lector aquello que él quiere y lo consigue con creces. Me gusta mucho tanto su forma de escribir como la forma en que lo hace y creo que es uno de los mejores autores del panorama literario peninsular, tanto en la forma como en el fondo. Esas historias llenas de intimidad donde vuelca sus impresiones no son fáciles de contar para llegar al lector y siempre lo hace. Historias que conmueven y, sobre todo, que nos harán pensar en nuestras propias vidas y en todo lo que nos rodea. Recomendable en todos los sentidos, al mismo tiempo que os recomiendo su anterior novela, “Siete casas en Francia”, tan distinta al resto de su producción y, al mismo tiempo, tan parecida.