NASA, ESA, G. Bacon (STScI) (CC BY 2.0)
" data-orig-size="640,480" sizes="(max-width: 300px) 100vw, 300px" data-image-title="NASA, ESA, G. Bacon (STScI) (CC BY 2.0)" data-orig-file="https://siempreenmedio.files.wordpress.com/2017/05/15200013865_194e2c3da1_o.jpg" data-image-meta="{"aperture":"0","credit":"","camera":"","caption":"","created_timestamp":"0","copyright":"","focal_length":"0","iso":"0","shutter_speed":"0","title":"","orientation":"0"}" width="300" data-medium-file="https://siempreenmedio.files.wordpress.com/2017/05/15200013865_194e2c3da1_o.jpg?w=300&h;=225" data-permalink="https://siempreenmedio.wordpress.com/2017/05/18/dias-intensos/15200013865_194e2c3da1_o/" alt="Supernova 1993J, una estrella que explotó en la galaxia M81 y cuya luz nos llegó hace algo más de veinte años / NASA, ESA, G. Bacon (STScI) (CC BY 2.0)" height="225" srcset="https://siempreenmedio.files.wordpress.com/2017/05/15200013865_194e2c3da1_o.jpg?w=300&h;=225 300w, https://siempreenmedio.files.wordpress.com/2017/05/15200013865_194e2c3da1_o.jpg?w=600&h;=450 600w, https://siempreenmedio.files.wordpress.com/2017/05/15200013865_194e2c3da1_o.jpg?w=150&h;=113 150w" class="wp-image-23278 size-medium" data-large-file="https://siempreenmedio.files.wordpress.com/2017/05/15200013865_194e2c3da1_o.jpg?w=500" />Supernova 1993J, una estrella que explotó en la galaxia M81 y cuya luz nos llegó hace algo más de veinte años / NASA, ESA, G. Bacon (STScI) [CC BY 2.0]
Hay días en los que me levanto intenso y me da por pensar en la Ley de la Conservación de la Materia. Así, en ayunas, según abro los ojos. Es como para darse la vuelta y seguir durmiendo.Pienso, ya les digo, en que todos los átomos metálicos del Universo han sido forjados en explosiones cósmicas de supernovas y estrellas de neutrones. En que algunas de las motas de polvo que alfombran mi mesa de noche bien pudieran haber sido las mismas que levantó el caballo de Gengis Kan en su imparable avance por las estepas del Caúcaso. Leves escamas arenosas, que han doblegado al tiempo y al espacio para aterrizar a unos pocos centímetros de mi cabeza.
Otros días en cambio, lo que me levanto es vago. Y según ruedan las pelusas pasillo abajo, rotundas como las aulagas en las películas del Oeste, sonrío al darme cuenta de lo bien que me viene todo esto para no coger la fregona.
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