Frase escuchada perennemente por las madres... ¿O no? Y es que cada vez que nos encuentran con nuestros hijos, siempre hay alguien que saca el refrán a relucir refiriéndose al parecido de los vástagos con sus progenitores. Una de nosotras y su Julia (y esto lo corrobora la otra de nosotras) son un calco. La otra Julia está más mezclada, pero tiene el estilillo de su madre. Unas arruguillas en la nariz al reir confirman que tienen el mismísimo ADN. Nuestros varones, por contra, son el vivo retrato de sus respectivos padres, salvo (casualidades de la genética) su colorido. Los chicos son rubillos y los padres no. A lo que vamos. ¡¡Qué rabia da que te digan que no se parecen en nada a tí cuando los has llevado nueve meses encima (o dentro más bien)!!
Troncos y ramas, maderas y plantas, padres e hijos... Se parecerán o no, ¡pero juntos hasta el fin del mundo! (ojito...., no sirva esto para tomarse al pie de la letra, que después los niños no se van de casa hasta los cuarenta, y la armamos).
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Pues eso, que dichosa la rama que al tronco sale.