Rubia de pelo largo, alta, atractiva,elegante, segura de si misma, con un bolso en el que mete a su pequeño perro llamado Franco. Si no la conociese, seguramente la habría mirado de arriba a bajo pensando, “madre mía, hay gente para todo”. Pero es amiga mía, de esas que te complementan por ser tan diferentes a ti, de esas que te aportan tomando un café más que otras que supuestamente piensan como tú.
Esta rubia de pelo largo, alta, atractiva,elegante, segura de si misma, con un bolso en el que mete a su pequeño perro llamado Franco, de ideología opuesta a la mía, ha coincidido conmigo en la importancia de alejar de uno mismo a las “personas tóxicas”, personas que te hacen sentir mal. Hay muchas clases de tóxicos: el oportunista, el controlador, el entrometido, el sabelotodo, el narcisista yo-yo-yo, el instigador, el calculador frío, el mentiroso…
Una persona tóxica puede ser un jefe o un compañero de trabajo pero también un familiar o un amigo (lo que tú entendías por amigo). Y no cabe duda, que lo último es si no lo más difícil, sí lo más duro. Aceptar que un amigo ya no te aporta nada, que tras años de vivencias compartidas acabas sintiéndote mal tras cada momento que pasas a su lado,…duele. Pero como dice mi rubia de pelo largo, alta, atractiva,elegante, segura de si misma, con un bolso en el que mete a su pequeño perro llamado Franco, “hay que ser egoístas y no regalar tu tiempo, pasarlo con quien disfrutes y no vivir de recuerdos”.
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