¡Más partes de mi novela cómica por entregas!; menos mal que esto es una ficción y viajar en avión no es tan complicado… ¿verdad?.
Nota 172
Corre Abelardo, corre, corre… voy a llegar, ya estoy en la puerta… que no me la cierren, ¡quiero entrar en el avióoon!… “retrasado”, pone en la pantalla, siete horas nada menos… tanto correr para nada… ¡no puede ser!, ¿y ahora qué hago?, pues nada, a memorizar mi best-seller, de alguna forma me tengo que entretener….
Nota 173
Estoy viendo a la gente muy alterada, corriendo hacia todos los lados y poniendo caras de angustia, dando gritos… ¿qué pasará?, a ver si veo a alguien del personal del aeropuerto para preguntarle.
Nota 174
-Ah -me responde una chica- no se preocupe, es que resulta que ha entrado un ligero viento del sur, y resulta que este aeropuerto está acondicionado para aguantar de todo: desde tornados y vendavales hasta nevadas… siempre y cuando vengan del norte, oeste o este… pero si vienen del sur, supone un problema y se bloquea todo… como eso apenas pasa dos veces al año, pues no estamos preparados. Así que se están cancelando la mitad de los vuelos, por eso la gente se está poniendo un poquito nerviosa.
-¿¡Qué!? -dije yo- ¿pero entonces mi vuelo va a salir o no?.
-Si tiene suerte sólo se retrasará un par de días… puede quedarse aquí a dormir, como toda esa gente de ahí -miré hacia donde me señalaba, y vi allí a un montón de gente, hacinados, como si estuvieran en un campo de refugiados… algunos se lo habían montado mejor y estaban cual camping: habían montado tiendas de campaña, sacado hornillos portátiles, tenían sacos de dormir… hasta vi a alguno intentando hacer fuego con los palitos aromáticos de la perfumería de al lado- pero déjeme ver su vuelo… umm, ¡va a tener suerte! -dijo mirando las pantallitas con las salidas-, su avión sale en treinta minutos, lo han adelantado; pero le han cambiado la puerta y la terminal… así que, veamos: estamos en la terminal 2 y usted tiene que ir a la 6… bueno, lo más fácil es que usted vaya a la planta baja por los ascensores de cristal (no coja los de metal o se perderá), siga todo el pasillo mecánico de 1 kilómetro, a continuación coja el bus interno que le llevará a la terminal 1 dónde deberá hacer trasbordo para ir a la terminal 4, desde donde deberá seguir hasta la puerta G340, donde debe preguntar si hoy está funcionando el otro transporte interno… que casi seguro que no, porque iban a quitarlo; así que deberá usted coger un autobús urbano para ir al centro de la ciudad desde donde coger otro bus que le lleve a la terminal 6, que es a donde usted tiene que llegar.
-¿¡Cómo!?, ¿eso es lo más fácil?, ¿y se puede hacer? -le pregunté a la mujer totalmente desorientado- ¿cómo voy a llegar a tiempo?.
-Mi labor es informar, no solucionar problemas; así pues, ¡tenga un buen día!.
Y se ha ido tan campante.
Nota 175
¡No me rendiré!, ¡no a estas alturas!, ¡pienso llegar a la puerta del avión aunque esté en el fin del mundo!, ¡o incluso más lejos! (y si quiero conseguirlo, debería dejar de escribir notas constantemente).
Nota 176
Apenas tengo aliento (y sin embargo, sí energía para escribir esto), he llegado a la puerta correspondiente a tiempo… y hay otro vuelo. ¿Lo habrán cambiado de puerta otra vez?, ¿ya habrá salido y el que hay será el siguiente?, preguntaré:
-No -me informa el trabajador de este aeropuerto de Naipes- lo que pasa es que lo han adelantado cuatro horas.
-¡Pero qué dice!, ¡porque entonces a mí me vendieron el billete tres horas y media después de que despegara.
-Ya bueno, siempre puede poner una reclamación, no le servirá de nada, pero al menos se desahogará… bueno, miento, a veces te regalan un neceser con la marca de la compañía… ¿con quién vuela usted?.
-Con Easyjetas -digo yo.
-Uff, pues nada, esos seguro que se inventaron el vuelo… si aún hubiera sido con Ibérica, tal vez hubiera conseguido el neceser.
-¡Yo no quiero un neceser, yo quiero viajar en el avión que he pagado!.
-¡Ja!, ¡pues lo tiene difícil amigo! -me dijo el trabajador de Naipes con una media sonrisa burlona mientras se alejaba.
Nota 177
¡Esto parece el maldito Titanic!, pero sin barco que se hunde, ni orquesta que toque música clásica hasta el último momento… lo más parecido que hay es el pop y el pachangueo de las tiendas del aeropuerto.
Acabo de ver a una pareja de extranjeros gritando:
“-¡¡¡Corre, Kate, corre!!!.
-¿Pero a dónde Leonardo, a dónde?.
-¡Yo que sé, tú corre, que es lo que hace todo el mundo!”.
Entre los campamentos de refugiados o los campings improvisados, y la gente corriendo y gritando; esto parece una película de catástrofes, no paran de oírse alaridos y conversaciones llenas de tensión:
“-¡Pepe!, ¡aquí, aquí, aquí sale un avión!.
-Pero cariño, este avión va a Surafrica, y nosotros íbamos a Zevilla a ver a la familia.
-¡Da igual! -responde la mujer con tanta desesperación como determinación- lo importante es salir de Naipes, una vez en cualquier otro aeropuerto, encontramos una conexión para ir a Zevilla seguro.
-Cariño, pero es que el vuelo en el que te quieres meter dura varias horas y hay que hacer un trasbordo en otro continente….
-¡Más horas hemos pasado en Naipes Pepe!, ¡lo importante es montarse en un avión!, ¡el que sea!, ¡venga súbete ya!”
-Pero amor mío, yo creo que…
-¡No puedo más, Pepe, no puedo más!, ¡hay que salir de aquí Pepe!, ¡¡¡hay que salir de aquíííí!”.
Sin mencionar momentos tan escalofriantes como este: a una mujer se le rompió la rueda de la maleta, y la amiga que la acompañaba exclamó:
“-¡Déjala, tienes que dejarla atrás, ya no puedes hacer nada!, ¡vamos, hay que seguir!.
-¡No, no!, ¡tenemos que llevarla con nosotras!, ¡no podemos dejarla aquí!.
-¡Vamos!, ¡corre o será demasiado tarde! -dijo mientras agarraba a su amiga para forzarla a continuar.
-Nooooooooo -chilló la que dejaba la maleta atrás a su equipaje- ¡volveré, volveré a por ti!, ¡te lo juro!”.
La situación ya alcanzó su apoteosis cuando vi gritar, cerca de la puerta de unos servicios, con cara de circunstancia, a un trabajador del aeropuerto:
-¡Las mujeres y los niños primero!, ¡las mujeres y los niños primero!, ¡por favor!, ¡las mujeres y los niños primero!.
-¿Por qué? -le grito yo-, ¿qué está pasando?, ¡¿me quiere decir que diablos está pasando?!, ¡dígame la verdad!, ¡exijo saber la verdad! -le digo completamente alterado, ya contagiado por el ambiente catastrofista que se vive en el aeropuerto, mientras cojo al empleado de Naipes por las solapas de la chaqueta y lo balanceo con fuerza.
-La verdad… es que… el baño de caballeros está estropeado, así que tengo que estar aquí para controlar la entrada, y dejar pasar primero a las mujeres solas o con sus hijos, y luego a los hombres.
-Ah, vale -le digo yo mientras lo suelto, me tranquilizo, y trato de preguntarle lo más cortésmente posible- ¿y mi avión?, ¿sabe qué ha sido de él?.
-¡Y yo que sé, mire las pantallas que para eso están! -me responde completamente desbordado.
Nota 178
Acabo de mirar las pantallas y he descubierto que mi vuelo se ha cancelado… voy a esperar cinco minutos y seguro que la cosa cambia. Le he preguntado al personal del aeropuerto (ya no sé para qué, pero bueno, así paso el rato) y me dijeron que el avión no estaba porque se habían equivocado de base aérea al venir, que habían puesto mal el radar y habían aterrizado en el que no era, al otro lado del mundo.
Nota 179
¿Por qué será que no me sorprende?; la situación ha cambiado, y además han puesto el vuelo justo en frente de la puerta en la que estoy… pues nada, ¡por fin!, ¡sí, sí, sí!, a subir al avión.
Nota 180
-¡No hay más plazas caballero! -me dice la azafata que está en frente de la puerta de mi vuelo- ¡hay overbooking!.
-¿¡Qué es el overbooking!?.
-Consiste en que vendemos más plazas de las que tenemos realmente, y luego hay gente que se queda fuera del avión -me responde ella.
-¡Pero esto es lo surrealista que me ha pasado en la vida!, -digo completamente exaltado e indignado- ¡¿qué es esto, una novela cómica de humor absurdo?!, ¡lo que me dice no tiene ningún sentido!, ¡mira que a mí me pasan cosas rarísimas, y me encuentro con gente de lo más peculiar, pero esto ya es el colmo!, ¡ni el mejor escritor del mundo conseguiría inventar algo tan ridículo!.
-¡Oiga!, -me respondió- que el día ha sido difícil para todos, la gente entraba en el avión como si estuviesen escapando de la guerra; algunos llevaban cuarenta años dando vueltas por el aeropuerto, esperando ir a la tierra prometida por el billete de su avión; se pasaban el tiempo mirando a las alturas, para ver las pantallas, y recibir una señal de cual sería la siguiente puerta a la que tendrían que ir; no nombraban nunca en vano al señor que decide donde van los vuelos, a la vez que acataban su voluntad y se sometían a ella sin reservas… mientras intentaban evitar la tentación del duty free, algunos incluso fueron fulminados por un recargo inmisericorde en sus tarjetas de crédito cuando, en su debilidad, sucumbieron.
-¿Pero qué me está contando? -dije anodado- y además, ¿todos estos cambios a lo largo del día con el vuelo para que al final no pueda entrar?.
-Oiga, todos los cambios que sufrió el vuelo tienen su lógica y se pueden explicar muy racionalmente: primero se retrasó porque el piloto quería echarse la siesta; a continuación, se cambió de puerta porque le daba mucha pereza ir a la que se había decidido originalmente; después se adelantó porque cuando se despertó, no se dio cuenta de que no había cambiado la hora de su reloj y tenía la de otro meridiano; entonces se canceló porque el piloto ya no sabía ni en que día vivía… pero finalmente, haciendo gala de su gran profesionalidad, ha decidido volar.
-Sí, todo muy lógico -respondí yo con cierta ironía.
-En fin, que lo siento mucho, tome este lápiz de promoción en compensación. ¡Y no se preocupe, podrá conseguir otro vuelo pronto, ya se sabe que tienen previsto abrir el aeropuerto de Castillón todos los domingos laborables!.
Me dejó boquiabierto, y antes de que me diera tiempo a reaccionar (o a pedirle una goma también, porque no era de esos lápices que la incluyen en la parte de arriba) cerró la puerta y se largó al interior del avión; me quedé paralizado hasta el punto de que mi cuerpo no me permitió moverme del lugar hasta que vi como despegaba el aparato. Cinco minutos después aun seguía allí tratando de asimilar lo que había visto.
Nota 181
He perdido el avión, aún no sé cómo; no me asiste ningún derecho, y además se me ha caído el lápiz y se me ha roto.
Nota 182
He vuelto a otro mostrador, yo no me voy de Naipes sin montar en un avión, que al parecer, es el mayor reto al que te enfrentas aquí.
-Quiero -le digo al vendedor- un billete en el avión más vacío que haya.
-Tiene usted muchas plazas en el último avión que va a Maló.
-Perdone, ¿pero en ese país no acaba de haber un golpe de estado, están en una guerra civil sangrienta, y todos los extranjeros son, en el mejor de los casos, secuestrados por los habitantes para obtener dinero de los países prósperos, de modo que puedan seguir financiando la guerrilla; o en el peor asesinados por la policía republicana del estado por ser sospechosos de espionaje internacional?.
-Sí, por eso es el último avión que va a allí… y hay tantas plazas.
-¿Qué otra opción hay? -dije yo.
-Hay un vuelo a Mongolandia… pero luego a lo mejor le resulta difícil volver….
-¿Por qué?, ¿por qué es un lugar tan paradisiaco del que nadie quiere volverse? -pregunté intentando creerme mi propia ingenuidad.
-No, es porque hay una epidemia de tifus griposo-tuberculoso que se contagia a través del contacto físico, emocional y espiritual; por el aire, la tierra, el fuego, el agua… y en general, según pongas un pie en el lugar. Es que varios países ricos fueron allí buscando mano de obra barata, pusieron fabricas contaminantes en los arrozales, y ahora el que es casi el único alimento nacional, es tóxico; así que han tenido que poner en cuarentena a todo el país… excepto un barrio de una aldea de las montañas del norte, dicen que allí quedan dos personas sanas.
-¡Qué tragedia! -exclamé yo.
-Da igual, si vamos a morir todos, dado que la integridad del arroz que consumimos se exporta de allí, seguramente ya estará contagiado, por lo que puede ir tranquilamente a Mongolandia.
-Es un consuelo -pensé mientras me preguntaba cuántas veces habíamos comido arroz en los últimos meses.
-Ciertamente, además, da igual cuantos mueran en esa parte del mundo; lo importante son los que fallezcen aquí, según empiece a pasar, ya verá como encuentran remedio a la enfermedad. Si lo mira con perspectiva, le estará haciendo un favor a los mongolandeses yendo a su país, enfermando, y viniendo aquí a morir y a contagiar la enfermedad, ¡qué solidario es usted!, ¿es misionero?.
-Casi que comeré la paella del bar de en frente y así me ahorro el viaje… pero eso a la vuelta; ¿sabe qué? -dije maquinando una nueva argucia- ¡deme un billete al destino más caro que tenga! -¿habéis visto lo listo que soy?, ¡cómo será carísimo no tendrá tantos pasajeros!… ni habrá que superar epidemias, guerras, golpes de estado, etc.
-Vale -me responde el chico- el destino más caro que tenemos hoy, es el pequeño país de San Marinero, dicen que hay millonarios que se han arruinado sólo tomando un café….
-¿Tan caros son?, bueno me pasaré al té….
-No, es que entre el parking, las pastas, el azúcar o sacarina, la propina, el periódico; los intereses y comisiones de la tarjeta de crédito; los impuestos directos e indirectos que van con todo lo anterior… y la limosna al ex-billonario que entró a tomar algo antes que tú y ahora está pidiendo en la puerta… todo ello acaba con cualquier fortuna.
-Bueno, al menos será un país seguro… -dije yo intentando ver el lado positivo.
-Eso sin duda, con eso no hay problema, porque teniendo en cuenta que es un paraíso fiscal, todo el mundo es culpable hasta que se demuestre lo contrario; hay muchos ladrones, pero no tienen la mala educación de abordarte bruscamente en medio de la calle para pedirte las cuatro perras que llevas encima, ¡qué falta de clase!; los que están en San Marinero son más sutiles, y lo que es más importante, ¡van vestidos de marca!, ¡al menos invierten bien el dinero que te roban!, porque yo los atracadores de la calle, de verdad, es que no sé donde compran la ropa….
-¿¡Sabe qué!? -dije yo intentando salir del embrollo a cualquier precio- deme un billete a cualquier avión en el que me vaya a poder montar.
-Bueno, usted se puede montar en todos, que para eso están… -le puse cara de asesino en serie.
-Y para un sitio en el que pueda pasar un tiempo.
-Uff, me lo pone usted difícil… puede ir a Finalandia….
-Me parece bien, démelo.
-Pero quizás pase un poco de frío, aparte de que en esta época del año normalmente no sube de los 50º bajo cero, en este momento concreto están viviendo la mayor bajada de temperatura de los últimos trescientos años….
-Ohhh -resoplé.
-También puede usted ir a las paradisiacas Islas de Pascuala….
-¡Paradisiacas!, ¡el paraíso al fin!, creía que sólo llegaría después de morir de desesperación en este aeropuerto….
-Aunque este lugar tiene el leve problema de que hay una ola de calor terrible, que ha provocado una plaga de mosquitos gigantes, que son los únicos que pueden respirar y sobrevivir con el escaso oxígeno que queda, debido a que también se ha intensificado la humedad del clima… pero, con todo, las playas siguen siendo preciosas.
-¡Qué bien!, ¡arrgghhh! -dije, ya sin poder contenerme.
-¡Un momento!, ¡acaba de salir una única plaza en un vuelo que va a la ciudad de Hamburguesa!, ¡y sólo vale 3 auros!.
-¿Dónde está la trampa?, ¿a ver, qué nos falta?, ¿tengo que vacunarme de cincuenta cosas previamente?, ¿tengo que viajar a otro país para conseguir el visado porque no tienen embajada en el nuestro?, ¿tal vez debo escribir al primer ministro para comprobar que no soy persona “non grata” porque me parezco físicamente al más peligroso de los criminales y disidentes nacionales?.
-Qué raro es usted -farfulló el chico- no, en absoluto, ha tenido muchísima suerte, es un vuelo que sale en un tiempo prudencial a un destino muy conocido por su gastronomía y su vida cultural, en la compañía barata Rayanteair….
-Jo, jo, jo -reí con incredulidad y desesperación-… hace un segundo valía 3 auros, ¿y ahora cuanto, 3000?.
-Señor, le he dicho que valía 3 auros y sigue valiendo 3 auros, ¿por quién nos ha tomado?.
-Pero estará lleno hasta arriba, habrá overbooking, claro….
-Imposible, está casi vacío, por eso han sacado esta oferta de última hora, además, esta compañía no hace estas cosas, tiene unas normas que puede leer aquí (me sacó un manual de, lo menos 5000 páginas, sin apenas márgenes y en hojas finas como el papel cebolla), y se rige de forma honesta y rígida por ellas.
-¿¡Dónde está la trampa, dónde está la trampa!? -le grité.
-¡Qué no hay trampa señor! -me respondió intentando que me tranquilizara-, usted va a poder comprar un billete de avión, subirse en él, y viajar al destino que ha elegido.
-¡Eso es imposible!, ¡esto es el aeropuerto de Naipes! -vociferé.
De repente hubo un silencio terrible, como si todo el lugar se hubiese paralizado para constatar mi afirmación sigilosamente.
-¿Sabe qué?, -le dije yo-, démelo, a estas alturas ya estoy de vueltas de todo, ¡es imposible que me pase nada más!.
Nota 183
Todo ha salido tan sorprendentemente bien que aún no me lo puedo creer, soy el primero de la cola para entrar en el avión y todo va a salir genial… ¡ay, mira!, ¡ahí vienen las azafatas!.
-Hola -dice una de ellas por megafonía- bienvenidos al vuelo de Rayanteair con destino a Hamburguesa, por favor, hagan cola para entrar ordenadamente en el avión -que organización, por fin algo bien hecho-… y ahora pasen primero los que tienen billete prioritario -pasan una manada de ellos-; a continuación los que tienen billete en primera clase -pasa otra turba-; ahora los que son familia, aunque sea lejana, hasta el sexto grado de consanguineidad de alguien que trabaje o haya trabajado en la compañía, aunque sea de prácticas y sin sueldo -pasan otro montón-; en este momento -continuó la azafata- pueden pasar aquellos que tienen su asiento entre la primera fila y la salida de emergencia situada entre la mitad y la cola del avión, siempre y cuando no sean asientos pares de filas impares, al revés y viceversa -pasan casi todos los que quedan-; y finalmente los mochileros del fondo, porque me han caído bien -también pasan ellos.
Miro hacia atrás, no queda nadie, sólo yo. Voy a pasar, supongo que será mi turno….
-¡Espere! -me dice la azafata indignada-, ¡no intente colarse, tenemos que organizar el avión que si no esto es un caos, todo sea por la seguridad!, aún tienen prioridad los que llevan ropa del mismo color corporativo de la compañía….
-¡Pero si no queda nadie! -exclamo yo.
-¿Usted va vestido de azul magenta?, ¿no, verdad?, pues a esperar, cada uno en su turno… si es que hay gente con más cara que espalda.
Nos quedamos cinco minutos de reloj mirando al aire.
-Bien -me dice la azafata muy amablemente cambiando totalmente el gesto- ya puede pasar.
-Gracias -respondo yo por decir algo.
-¡Espere un momento!, ¿qué lleva ahí? -dice mirándome como a un criminal- ¡uff!, esa mochila la tendría que haber facturado, eso no lo puede meter en el avión….
-Pero si es el equipaje de mano….
-Perdone pero aquí sólo permitimos un objeto como equipaje de mano; lo pone muy claro en las normas de la compañía que tienen el deber de enseñarle antes de comprar el billete, y que usted acepto al adquirirlo, como bien pone en él, ¿ve?, aquí, en la letra diminuta -me dijo mientras me lo enseñaba con un microscopio.
-Pero si no llevo nada más….
-¿Cómo que no?, ¡y tanto más! -exclamó escandalizada-, ¿qué pasa con el jersey, el pantalón, la camisa, los zapatos, etc? .. porque yo soy buena y hago la vista gorda, pero todo tiene un límite, ¡y usted se está aprovechando!.
-¡Esa es la ropa que llevo puesta!, ¿es que acaso tendría que venir desnudo?.
-A mí no me importa como venga, siempre y cuando sólo lleve un objeto… bueno, vamos a empezar por facturarle la mochila, en primer lugar, métala en este gálibo para saber si se adapta a las medidas normativas de la compañía para los equipajes.
Miro el gálibo, no es más grande que un cubo de rubik, obviamente la mochila no cabe por más que me mato a apretar.
-¡Vaya! -me dice la azafata con hipócrita desolación- ¡pero si no entra!, bueno, habrá que ver cuánto pesa -de repente saca de detrás del mostrador una balanza romana oxidada; como no veía desde que fui a una feria medieval en las fiestas de una aldea-, a ver, a ver… ¡ups!, ¡pero si esto pesa 70 kilos!.
-¿A quién está pesando?, ¿a mí o a la mochila?.
-Sí, perdone, a ver, que no he movido bien el pilón… errr, vale, a tantos euros por miligramo… se le queda en 300 auros pasar la mochila -la miré escandalizado-; por supuesto, siempre puede dejarla aquí y no meterla en el avión, pero ello equivaldría a incumplir el reglamento del aeropuerto acerca de limpieza y abandono de enseres, lo que le supondría una multa de 500 auros -empecé a combinar mi cara de escándalo con la de indignación y furia-… ¿qué quiere?, ¿qué se creía?, ¿qué empresa va a poder funcionar si usted sólo paga 3 auros por usar su servicio?, tendremos que sangrarles… esto, buscar otros ingresos por otras partes… además, la seguridad es lo primero, ¡no podemos meter tanto peso en el avión (a menos que se nos pague por ello, claro, entonces se puede meter un zoológico entero), porque está hecho de materiales de deshecho y no resistiría!.
-Claro que sí -dije agotado de discutir- aquí tiene el dinero.
-No caballero se está confundiendo usted -me respondió- 300 auros es el precio que se paga cuando el equipaje no entra en el gálibo, a continuación hay que contar todos los miligramos que se pasa del peso establecido, y por cada uno que se exceda son 60 auros.
-¿Quiere que ponga mi cuenta bancaria a su nombre?, acabamos antes.
-¡Qué gracioso es usted señor!, pero espere, para no liarle ni asustarle con cifras….
-Ah, qué bien que no quieran asustarme ni liarme -respondí con evidente sarcasmo.
-Ya le hago yo la cuenta total; porque claro, a la mochila hay que añadirle el anillo que lleva, las gafas… qué también son bultos aparte… espere que vuelvo a coger la balanza… y ahora el ábaco… y hago las cuentas en un momentito.
-Esta compañía invierte muchísimo en tecnología punta, ¿no?, están a la última, no he visto cosa igual desde la civilización mesopotámica, ¿dónde piensa escribir las cuentas, en una tabla de arcilla?.
-Pues menos mal que no ha visto la cabina del piloto… -murmuró- aunque entonces, probablemente, ya no se montaría en el avión…. -y continuó con voz en alto, pero siempre manteniendo una sonrisa muy azafatesca- es política de la empresa el estar comprometidos con la conservación del patrimonio histórico y las tradiciones….
-¡O sea que es eso!, yo pensaba que era por racanear lo más posible, a ver de dónde se puede evitar un gasto y sacar un ingreso más, ¡qué tonto he sido!.
-Sin ir más lejos, el avión en el que usted va a volar es de poco después de la última guerra mundial; por supuesto, le ponemos parches diariamente… quiero decir, le hacemos revisiones todos los días para asegurarse de que arranque… es decir, que pueda seguir siendo disfrutado por los viajeros. En cualquier caso, cada uno de sus viajes es histórico.
-Desde luego -respondí yo- básicamente porque es un milagro que siga levantado el vuelo, y cada vez que lo hace podría ser la última.
La azafata no supo que responderme, por lo que se quedó sonriendo de una forma cada vez más amplia, mientras se apretaba fuertemente las manos en una postura que claramente le habían enseñado a poner en situaciones como esta.
Nota 184
Bueno, al fin estoy dentro del avión, cuesta creerlo, pero es así.
Me han sentado entre una pareja que ha protestado porque apenas caben en los asientos… les han contestado que si están gordos, en vez de comprar un sitio tienen que comprar dos, porque Rayanteair ha diseñado las butacas basándose en las medidas de las top-models más internacionales, que, como todo el mundo sabe, son las medidas perfectas, así que no es culpa de la compañía si no se pueden sentar, sino de ellos, por no entrar en el canon estético imperante en nuestra sociedad.
Nota 185
La pareja ha tenido que comprar otros dos asientos, porque no podían más de la incomodidad… encima han diseñado las butacas con unos salientes puntiagudos para asegurarse de que según te roces te haga daño… y según se levantaban rápidamente aparecía una azafata para decirles que es obligatorio permanecer sentado.
Yo también estoy constreñido, pero me da igual, a mí no me quitan más dinero.
Nota 186
-¡Bienvenidos al vuelo de Rayanteair hacia Hamburguesa! -canturrea la azafata- a continuación, como la compañía es de otra nacionalidad, hablaré en el idioma de allí, ¡aunque este no tenga nada que ver con el país en el que estamos o al que vamos!; pero dado que es legalmente obligatorio que estén ustedes informados de las diversas medidas de seguridad durante el vuelo, deben ustedes adquirirlas en el librito que les venderá ahora mi compañero, que pasa con el carrito, ¡si no lo compran todos ustedes no podemos despegar!; no se admite que nadie lo comparta, ¡tienen que tenerlo todos y cada uno!, porque si hay una emergencia… ¡sálvese quién pueda! -dijo muy sonriente.
Aparte de eso, -continuó pizpireta- deberán alquilar los cinturones de seguridad, chalecos salvavidas, y por supuesto, las máscaras de oxígeno; añadir, que la cantidad de este gas que respiren, se les cobrará aparte de darse el caso; al igual que el uso del tobogán que se extendería de caerse el avión.
También recordarles, que son ustedes responsables de su butaca, o como en el caso de la gran mayoría, excepto las top-models internacionales, de sus dos butacas hasta el final del trayecto (tal y como ponen las normas de la compañía que aceptaron con la adquisición del billete), de modo que cualquier desperfecto que sufran, incluido si nos estrellamos, es su responsabilidad y quedará a su cargo, ¡trátenlas bien! -añadió alegremente.
Repentinamente, haciendo un calculo mental rápido, tuve la terrible certeza de que a esta gente le sale más a cuenta, hacen más negocio, estrellando el avión que haciendo el viaje.
Nota 187
La gente ya se está quedando dormida (hasta yo), por fin parece que la tensión empieza a disminuir y desaparece esta crispación de nervios colectiva….
-¡”Pinzón”, “Pinzón”, “Pinzón”!, ¡el detergente que mejor lava!, ¡no hay detergente como “Pinzón”! -berrea la azafata con la megafonía puesta a todo trapo… hasta al adolescente de la cola del avión se le han saltado los cascos y ha tenido que parar de oír su música porque no podía competir con el volumen de los altavoces del avión- ¡señora!, ¿qué tiene una blusa blanca, blanquérrima?, ¡use “Pinzón”!, ¡señor!, ¿qué no consigue que en su camisa de rallas amarillas estas destaquen sobre el fondo blanco porque la suciedad se le ha encasquetado del todo y ya no quiere salir?, ¡soluciónelo con “Pinzón”!.
-¡Basta!, -gritó un hombre completamente atacado de los nervios- ¡necesito dormir!.
-Pues lo siento, caballero -respondió muy sonriente la azafata- pero este es tiempo comprado por nuestros patrocinadores para sus anuncios… ¿han comprado ya “Pinzón”? ¿he dicho ya que si compras dos cajas de “Pinzón” el detergente que mejor lava, la tercera te sale al 20%?… aunque siempre puede usted convertirse en patrocinador y comprar algo de silencio, a 50 euros el minuto.
Vi al hombre resisitir, ponerse rojo mientras continuaban contándonos todas las bondades de “Pinzón” a voz en grito… y finalmente, pasados unos minutos sacó la cartera; no fue el único, pero a pesar de que casi todo el avión pagó, no fue suficiente para cubrir todo el tiempo de vuelo. Se acabó pactando escuchar todos los anuncios de la megafonía, de una tacada, al final.
Nota 188
De repente hace muchísimo calor, ¡Dios mío!, han puesto la calefacción al máximo, ¡te acercas al radiador y quema!.
-Azafata, ¡por favor! -implora una mujer, sudorosa a más no poder, y eso que casi se ha quedado en ropa interior- ¿no pueden bajar la calefacción?, ¡no hay forma de cerrarla o pararla!.
-Uy perdone, -dice a azafata con una sonrisa falsa- es que se nos ha estropeado y no podemos hacer nada… pero siempre puede usted adquirir bebidas de nuestro carrito para no deshidratarse, las tenemos frías y del tiempo… aunque le recomiendo las primeras, porque las segundas se han sobrecalentado y si les añadiéramos fideos podríamos hacer una buena sopa… eso sí, las frías son el doble de caras.
-No, gracias -responde la señora que se abanica nerviosamente con el librito de seguridad que todos hemos tenido que comprar.
-Muy bien, si cambia de opinión llámeme -dice la azafata fingiéndose amabilísima-, ¿pero señora?, es que no tiene vergüenza?, vístase inmediatamente, que en esta compañía existe un código de vestimenta para los pasajeros como bien pone en las normas, ¿lo ve?, aquí está escrito; aunque, si prefiere no vestirse, siempre puede pagar la penalización de varios miles de euros por escándalo público e indecencia notoria… comprenderá que yo no tengo la culpa de que usted no venga vestida adecuadamente para viajar.
La cara que se le quedó a la señora fue para enmarcar. Lo que no fue tan sorprendente fue que en menos de un cuarto de hora habían vendido todo el carro de bebidas y casi todas las reservas de estas a la mayoría de los pasajeros… lógico, habían subido 20º más la temperatura, y el que no compró fue porque le dio un soponcio, y ya no estaba ni consciente. Curiosamente, fue vender todas las bebidas, y la calefacción se arregló sola mágicamente.
Nota 189
No aguanto más en mi asiento, he decidido ir al baño para sentarme en un lugar mínimamente cómodo aunque sólo sea unos minutos… pero por supuesto es de pago, no se abre a menos que metas billetes; ¡y madre mía, si hasta tiene abertura para tarjeta de crédito!… en todo caso, no se puede activar sin la ayuda de una azafata, incluso después de haber pagado, ¿por qué?
-Caballero -me dice una azafata- ¿va usted a mantener relaciones sexuales en el baño?, porque eso supone un extra en el precio….
Nota 190
He vuelto al asiento, había pasado unos segundos en el baño cuando la azafata empezó a golpear la puerta y a vociferar de modo que la oía todo el avión:
-¡Caballero, caballero!, ¿se encuentra usted bien?, ¿no se habrá colado por el retrete y habrá sido expulsado al a atmósfera!, ¡caballero, caballero!, ¡responda!.
Medio minuto después de haberme visto obligado a abrir la puerta (y por tanto pagar otra vez) para responderle (porque, a pesar de que yo la oía perfectamente, al parecer, ella era incapaz de oírme a mí), volvió a dar tales golpes en la puerta que temí que la tiraría, mientras bramaba cada vez más alto, ahora a través de la megafonía (luego me dijo que lo había hecho porque sabía que había un altavoz en el aseo y supuestamente no podía comunicarse conmigo de otro modo):
-¡Señor, señor!, ¿está bien?, cuánto tiempo lleva ahí?; ¿está estreñido o tiene diarrea?… aprovechamos para recordarle que tenemos a la venta laxantes y las mejores infusiones del mercado para regular el estómago, ¡tome una y no volverá a sufrir al ir al baño!; ¡recuerden viajeros!, si alguna vez se encuentran como el caballero que está ahora en el aseo, los tés de “Hornovas” convertirán su ida y salida del baño en un placer, pues no pasarán allí horas y horas como el señor que está ahora dentro impidiendo que los demás puedan ir, ¡si hubiera pedido “Hornovas”, da igual en vaso de cristal o de plástico, ya habría salido triunfante!, sin estar acaparando….
Sobra decir que salí disparado, y dejé de lado mi proyecto de sentarme tranquilamente en el baño; aunque no pude evitar gritarle a la azafata:
-¿Pero no se le había pagado para que los anuncios fueran al final del vuelo?.
-Esto no era un anuncio, sino una mención publicitaria, y de eso no se ha hablado nada de nada -me dijo sin perder la sonrisa.
Nota 191
Un pobre desgraciado se ha atragantado, su mujer está pidiendo ayuda desesperada, un médico que no debe ser tan listo porque está viajando también en este avión, se ha acercado:
-¡Agua, agua!, por favor, tráiganle agua a este hombre -exclama con urgencia el doctor.
-¡Uy sí claro!, ¡por supuesto! -dice la azafata- pero es de la reserva, así que cuesta el triple.
-¡Este hombre podría morir! -grita el médico mientras el atragantado comienza a ponerse blanco.
-Un momento, se ha atragantado comienzo aceitunas… ¡y nosotros no vendemos esta marca en el avión!, me temo que voy a tener que penalizarle a usted o a su futura viuda, caballero, porque en las normas dice claramente -expone mientras saca el libro- que no se puede comer nada que no haya sido adquirido dentro del avión -dice la auxiliar seriamente, y mirando de forma recriminatoria al que se ahoga y su mujer.
-¡Camilo, camilo, mi camilo! -exclama la esposa, mientras su esposo se pone azul y ella busca agobiada en el bolso- ¡tráigame el agua ya!.
-¿Va a pagar con tarjeta?… -dice la azafata mientras saca el datafono- uy, no admitimos European Express, ¿no tiene otra?.
El hombre se está poniendo morado. El médico ha sacado un fajo de billetes de la cartera y se los ha tirado a la auxiliar de vuelo a la cara, esta reacciona indignada y exclama:
-Bueno, bueno, no es para ponerse así… que nerviosa se pone alguna gente cuando vuela, de verdad te lo digo.
Nota 192
-¡Y ahora ha llegado el momento de la solidaridad! -vocea exultante la azafata.
“¿Hacia los pasajeros?”, pienso yo, “ya iba siendo hora”.
-¡Compren la Lotería internacional de la infancia!, -berrea la azafata a pleno pulmón, se ve que no usa la megafonía porque aún estamos en los minutos que hemos tenido que pagar para evitar que lo haga- ¿no se sienten unas personas horribles (y deberían) por estar viendo mundo alegremente, viajando por ahí adelante, mientras muchos niños se mueren de hambre sin apenas tener que llevarse a la boca?, ¿no se sienten seres caprichosos, frívolos, despreocupados y desagradecidos? (y si no, no tienen corazón), ¿qué pasaría si fuesen sus hijos?, ¡ayuden a los niños del mundo!… y ahora vamos a ponerles una película en la que se muestra como el único viaje que hacen millones de infantes es caminar kilómetros y kilómetros a pie para conseguir el agua que ustedes han adquirido tan fácil, alegre y cómodamente… muchos de estos pobres niños mueren en el proceso, devorados por las fieras o violados por los soldados de una cruenta guerra religiosa que no acaba nunca; sin mencionar cuando se tuercen un tobillo y les tienen que amputar las dos piernas porque no cuentan con la tecnología para resolverlo de otra manera… pero ahora podemos solucionarlo, ¡ahora podemos ayudarles, con la Lotería internacional de la infancia!. A continuación, mis compañeras y yo pasaremos para que las personas con conciencia, moral, y mínimamente decentes, demuestren que lo son.
¡Madre mía!, están yendo persona por persona, no he visto cosa igual:
-Señora, usted viaja sola -dice la azafata- ¡que no haya tenido hijos no significa que no pueda apiadarse de los de los demás, venga, saque ya la cartera, que parece usted la Virgen del puño.
-¿Cómo que no quiere comprar? -le grita la azafata a un hombre- ¡ven señores, este es el tipo de persona insolidaria por la que el mundo va mal!, ¡una persona egoísta que sólo se preocupa de ella misma!, ¡si todos los que son como él desaparecieran, el mundo se arreglaría!; ¿no le da vergüenza señor?, ¡qué desalmado!.
Después de haber pasado, pasajero por pasajero, por todo el avión, la azafata dijo:
-¡Gracias por sus múltiples, generosas y desinteresadas donaciones!, ¡los hijos de los directivos de la compañía se lo agradecerán!.
-¿Cómo?, -exclamó una anciana- ¿pero no era para los niños que tenían que ir a buscar el agua a kilómetros, estaban en una guerra civil… y todo aquello?.
-No, nosotras nunca hemos dicho eso, ese vídeo se lo pusimos para su entretenimiento; las donaciones son para los niños del mundo en general, y concretamente, los hijos del consejo de administración de la compañía, que también forman parte del mundo, ¿o no?… cierto es que algunos de ellos ya no son niños, pero cuando se constituyó la fundación que vende la lotería, sí que lo eran, ¡además siguen teniendo gustos muy caros!, así que… es lo que hay.
Nota 193
¡Ay, pero qué niño más mono! -exclama una de las azafatas- toma, mira lo que te voy a dar, síii, ¡es un peluche con la mascota de la compañía!, a qué es precioso, tanto como tú….
He visto hacer lo mismo en varias zonas del avión por azafatas distintas… umm, ¿al final realmente existirá una preocupación y consideración por la infancia por parte de la compañía?.
Diez minutos después, reaparecen las azafatas y les quitan los peluches a los niños, estos claro, se ponen a llorar como condenados… el avión se llena de un griterío de críos terrible.
-Claro -dice la azafata- no le iba a dar el muñeco gratis, ¿qué va a ser esto?, tendrán que comprarlo -dice dirigiéndose a los padres-, sólo se lo he dejado para que viera si le gustaba.
-Tranquilo, tranquilo -dice una madre intentando tranquilizar a su hijo- ea, ea, ea ea -dice mientras lo acuna desesperada porque el bebé no para de llorar.
-Mujer, cómprele el peluche, no sea tacaña -dice a gritos para sobresaltar al niño-, si además es de diseño exclusivo para la compañía, claro que eso lo hace más caro….
Mientras tanto, a una niña más mayor, la auxiliar de vuelo le está preguntando directa e insistentemente:
-¿Tus padres no te quieren verdad?… claro, por eso no te compran el peluche -la criatura ya está llorando-, eh, ustedes no le pegarán a su hija, ¿verdad? -dice dirigiéndose a los padres, aunque continúa luego con la niña-, si es que lo eres, debes ser adoptada, que si fueras su hija de verdad, seguro que te lo habrían comprado… yo ya les veo capaces de todo, -dice con indignación a los progenitores- hay que tener el corazón duro como una piedra para dejar a la niña sufrir así, ¡con lo fácil que sería comprarle el muñeco!, ¿qué les cuesta?, ¿qué es el dinero comparado con la felicidad de su hija?.
Nota 194
¡Por fin, parecía que nunca sucedería, pero hemos aterrizado!; ¡qué espanto de vuelo!, ¡al fin, al fin, al fin abren las puertas!.
-Uehh, no tan rápido -exclama la azafata más espabilada- ¡impuesto turístico del aeropuerto de Hamburguesa, con motivo de la inauguración de la exposición local de ganaderos que se acaba de inaugurar!, no pueden poner un pie en el aeropuerto sin pagar 100 auros previamente.
Nota 195
Estoy yendo por el puente que se dirige desde el avión al aeropuerto mientras escucho las conversaciones ajenas, como la de una pareja de luna de miel:
-Cariño, hemos gastado más en el viaje en el avión que en la boda… y la vuelta es con la misma compañía, ¿qué hacemos?, ya no nos queda para comprar el piso… tendremos que volver a vivir con nuestros padres….
Nota 196
Ya estoy en la ciudad de Hamburguesa, ¡por fin!, dispuesto a empezar una nueva vida.
Me ha sonado el teléfono, voy a contestar.
Nota 197
-¡Papá! -es Ildefonso, al otro lado de la línea; genial, no he gastado ya suficiente en el viaje, y ahora también en móvil-, ¿dónde estás?, ¿por qué no hay nada hecho para comer?.
-Es que he salido a comprar el pan… -le mentí, ¿por qué le miento?.
-Oye, ¿no te habrá dado una de tus venadas y habrás hecho cualquier tontería por no ir al instituto?, mira que no te he visto en toda la mañana… -me dice casi con tono de reprimenda.
-Si hubieras estado tan ocupado en tus estudios como yo lo estoy en mi trabajo, seguro que no estarías tan pendiente de lo que hago o dejo de hacer, ¡ponte a hacer los deberes mientras me esperas! (más vale que todos los profesores le hayan puesto todos los trabajos por hacer en este curso y el próximo, para que no acabe antes de que me de tiempo a llegar).
-Bueno… -me responde con tono lastimero.
Empiezo a sentir pena por él, lo peor de todo es que quizás tiene, aunque sólo sea un poquito de razón. Además, si me espera para comer se va a morir de hambre; trataré de volver lo antes posible, pero visto lo visto….
-O mejor pensado, -le digo para solucionar el problema- hoy he decidido enseñarte a ser una persona independiente, así que coges algo de dinero, y aprendes a elegir un restaurante… y después me traes el ticket para que pueda comprobar cómo has escogido, y si has comido bien y a buen precio.
-Vale, ¿pero no vienes conmigo? -sigue diciendo con tono de pena.
-¿Y qué independencia sería esa Ildefonso?, ¡vamos!, ¡que para ser un hombre de provecho hay que aprender a cuidar de uno mismo y tomar decisiones responsables!, ¡venga!, que quiero ver como te las arreglas -le urjo, porque al paso que vamos, seguro que me hace alguna pregunta incómoda que ponga en cuestión todo lo que le estoy diciendo y pretendo enseñarle… ¿qué?, no es fácil ser padre.
-¿Papá, porque tu número de teléfono aparece como si estuviera llamando al extranjero?, ¿no habrás perdido tanto la cabeza que se te ha ocurrido huir del país para no volver al instituto?.
-¡Ildefonso!, -dije intentando disimular la rabia- ¿tú cómo sabes cómo se llama a un número del extranjero si puede saberse?, ¡según llegue… de comprar el pan… voy a mirar tu factura telefónica de arriba a abajo!, ¡tenemos mucho que hablar jovencito!… y hablando del instituto, ¿no habrá nadie de ese lugar contigo en casa, verdad?.
-No, papá -me he pasado toda la conversación intentando detectar si había una voz más, si no había alguien diciéndole lo que tenía que decir… creo que no miente.
-¿Y en el portal, en los alrededores, en la misma manzana? -dije un tanto paranoico.
-¡Pues no sé papá, no me he puesto a investigar todas las casas una por una! -me responde.
-Umm, vale, creo que voy a volver… de comprar el pan… ¡y alégrate, que voy a coger hamburguesas también!, me las he encontrado de lo más auténticas, ¡de la propia ciudad de Hamburguesa!.
-Papá, es que te crees todo lo que dice la publicidad… -me responde escéptico.
-No hijo, créeme, estoy seguro de que estas hamburguesas son de la ciudad de Hamburguesa, ¡seguro!, ¡hasta el pan lo va a ser!.
-Pero el pan no es típico de Hamburguesa… -dice Ildefonso extrañado.
-Bueno, yo lo llevo igual, si te gusta lo comes, y si no, lo como yo.
Nota 198
Tal vez he estado un poco paranoico con eso de mi huida del país y todo eso. Ya es hora de volver, tengo que hacerle las hamburguesas a Ildefonso. Mirándolo con perspectiva, no hice tan mal, así mi hijo podrá descubrir los sabores del mundo, al fin y al cabo, ¿cuántos padres toman aviones para ir a otros países a hacer la compra?, sí, sin duda he hecho bien.
Nota 199
Ya estoy en el mostrador del aeropuerto de nuevo, con una bolsa llena de hamburguesas de varios tipos, ¡ya que estoy aquí!… por otra parte, con este soborno, evitaré que Ildefonso me haga preguntas difíciles; tengo que volver a casa lo antes posible, si me doy prisa, podré decirle que había mucha cola en la panadería, también en la carnicería, y que por eso me he retrasado tanto….
Para volver no creo que tenga problema, la gente de este país es conocida por ser muy seria y eficiente:
-Hola, ¿cuándo salen los próximos vuelos para Espana?… para el día de hoy, por favor; preferiblemente que vayan a Madriz -pregunto yo.
-De acuerdo Herr; en el día de hoy sólo hay dos vuelos a ese país… aunque para los dos hay que hacer escala -me responde el del mostrador.
-¡Qué lata!, ¿En otro país del continente?.
-No Herr, en un aeropuerto de Espana, concretamente el de Castillón. Los dos únicos vuelos que hay son con las compañías baratas Easyjetas y Rayanteair… por cierto, a ver si usted que es del país me lo puede explicar, que me tiene intrigado, ¿cómo es posible que ese aeródromo de Castillón, que por lo visto nunca abre, aparentemente tenga siempre tanta actividad?, yo no me lo explico.
-Yo tampoco -le respondí yo.
Sin comentarios.
Continuará….
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