El Atleti jugó mal. Sufrió en una última media hora muy floja. Pagó, sin duda, el esfuerzo del Milán, ya se sabe que la Champions pasa factura. No encontró la forma de domar a un Espanyol muy serio. Era tarde, hacía fresco, no le pitaron un penalti, Courtois casi acaba en urgencias... En resumen, el Atleti tuvo todas las excusas del mundo para justificar un pinchazo que le despertase del sueño, pero ganó. Y estas victorias que no se conquistan, que se sufren, que se arañan, dan títulos. Una jornada menos, un triunfo más y a un tropiezo del líder. El resto es literatura.
El partido, para qué engañarnos, fue de los que llenan los bares un sábado por la noche. Los bares que no tienen tele. Aguirre no sorprende a nadie, pero lo previsible no convierte a sus equipos en débiles, sólo en aburridos. Ni una alegría, ni un despiste, ni un regalo. Suficiente para despistar en el laberinto a un Atleti sin más faro que Arda. Con Koke descansando, Simeone metió a Sosa y no a Diego y el argentino sólo aportó a balón parado, donde la pone de vicio. Pero cuando la pelota rueda, se vuelve transparente.
Por una vez, los mediocentros rivales igualaban en intensidad a los del Atleti, donde se agradeció el regreso de Tiago pero Gabi pagó el descomunal esfuerzo europeo y perdió varios balones poco habituales. Víctor Sánchez, que rasca y juega al mismo alto nivel, cortaba las líneas de suministro y el balón parado se convirtió en el único recurso rojiblanco: un cabezazo de Villa que despejó Casilla, una volea alta de Gabi, un córner que no pudo empujar Diego Costa en el segundo palo.
Mientras, el Espanyol sólo tenía una bala, pero era de plata. Sergio García, en una forma física desconocida en su carrera, generaba pavor sólo con asomarse, cual Jack Nicholson sonriendo en la puerta de El Resplandor. Alderweireld y Godín le siguieron toda la noche como los ratones al flautista de Hamelin, pero aún así encontró sus huecos. Un disparo desde la frontal que tocó en el belga obligó a Courtois a volar, poco antes de que Pérez Montero no pitase un penalti evidente de Fuentes a Diego Costa. La fortuna del Atleti con las penas máximas ha cambiado en la segunda vuelta más rápido que la carroza de la Cenicienta a medianoche.
En otra época, el Calderón hubiera vivido el descanso al borde de un ataque de nervios, pero los tiempos han cambiado. "Llegará el gol" y llegó. En el minuto 55, Villa, que llevaba tres cabezazos peligroso ya en el zurrón, cambio de rol y se convirtió en asistente. Filtró un gran pase en profundidad a Diego Costa que le hizo a Colotto lo que lleva haciéndole a los centrales toda la temporada: devorarle. Una vez ante Casilla, resolvió con mucha tranquilidad. Lleva 22 goles en Liga y 30 en total. Y Del Bosque sonríe.