Durante las celebraciones por el título de la Copa América, Diego Forlán fue entrevistado a pie de campo. Qué complicado debe ser en ocasiones conseguir una palabras 'en caliente' de uno de los grandes protagonistas de la gran fiesta del fútbol CONMEBOL, pues no sólo eso ocurrió, sino que también regaló una bonita efeméride cuando recordó que acababa de conseguir algo inaudito en la historia del fútbol: que tres generaciones de una misma familia levanten el mismo título.
Forlán está viviendo su gran momento deportivo con Uruguay pasada la treintena: el histórico cuarto puesto en el Mundial, su Balón de Oro como mejor jugador del torneo y la consecución de esta Copa América se suman a los galardones individuales que ya acumulaba y da continuidad a ese mágico 2010 con el Atleti con el que consiguió la Europa League y la Supercopa de Europa. para dar paso a una etapa oscura en el Inter de Milan y un traspaso para el otro Inter, el de Porto Alegre, donde le está costando arrancar. Son muchos partidos en sus botas ya y quién sabe si podrá cumplir con las expectativas que levantó a su llegada.
Pero centrémonos en la historia familiar.
Su padre, Pablo, no tuvo la oportunidad de jugar en Europa. Tampoco le hizo falta: jugó en los dos grandes de Uruguay, Peñarol y Nacional, siendo con los primeros campeón, entre otras competiciones, de la Copa Libertadores de 1966 y de la Intercontinental de aquel mismo año. Después llegó su periplo por el fútbol brasileño, convirtiéndose en uno de los históricos, antes de jugar en el 'Bolso' y en Defensor.
Su llegada a Defensor coincidió con el nacimiento de Diego, quien jamás le vio jugar en Brasil y mucho menos ganar el Campeonato Sudamericano de 1967 con Uruguay, la antigua Copa América.
Distaba mucho aquel torneo del de hoy. Una liguilla a partido único donde no participó Brasil y en la cual Uruguay y Argentina se pasearon hasta encontrarse en la última jornada.
Hasta aquella última fecha, Pablo Forlán sólo había disputado los últimos ocho minutos del único partido que no ganó Uruguay, el empate a dos ante Chile. Seguro que jugando en casa, le hubiera gustado jugar más.
Y el destino le guardó de nuevo, otros ocho minutos, poco después de que Uruguay se adelantara con el gol de su compañero en Peñarol Rocha. Tuvo la oportunidad de celebrar el título en el campo y vestido de corto y aquellos dieciséis minutos ayudaron a completar hacer posible la efeméride de su hijo Diego.
Efeméride que empezó Juan Carlos Corazzo, el abuelo de Diego, el suegro de Pablo. Lo hizo desde el banquillo, ya que tras un gran paso por Peñarol como jugador, los grande éxitos los logró ordenando sobre una pizarra antes de los partidos.
Además, para sentar bien las bases del éxito familiar con Uruguay, lo hizo por partida doble: fue seleccionador del equipo que ganó el Campeonato Sudamericano en 1959 y en el que dirigió a su yerno en 1967.
El de 1959, si bien contó con cinco equipos sí que vio participar a Brasil, siendo un torneo potente en la época con el Brasil campeón del Mundo, Argentina, Uruguay, Paraguay y Ecuador, que ejercía de anfitrión.
De la mano de Corazzo, golearon a Ecuador (0-4), Argentina (5-0) y Brasil (3-0) permitiéndose el lujo de empatar con Paraguay ya como campeones matemáticos.
Así, la familia de Forlán, se postula como una de las sagas futboleras más importantes de la historia. Por si fuera poco, con su participación en la edición de 2011, Diego se convertía en el máximo goleador histórico de la selección. Venía de una mala racha y se presentaba en la final sin haber anotado un sólo gol en el torneo. Se los guardaba para la final, se los guardaba para hacer historia.