Estar a dieta, en ocasiones, se convierte en un peregrinaje, en una forma de vida. En el fondo, es una búsqueda de la belleza y de la salud, es decir: de armonía y equilibrio. ¿Por qué se empiezan las dietas, en general? Porque no nos sentimos bien. Pero raramente nos llevan al bienestar, y seguimos en la senda tras la Dieta Definitiva. Quizá haya que cambiar el planteamiento. No somos lo que comemos: somos COMO comemos. No es lo mismo comer que alimentarse, ni alimentarse es sinónimo de nutrirse. Nuestros hábitos alimenticios son el fiel de nuestra balanza, el reflejo de lo que nos pasa por dentro.
Todo el mundo tiene cerca alguna señora mayor que resulta bellísima en su edad y a la que se le pregunta siempre lo mismo: su Secreto. Esta anciana maravillosa y longeva sonríe porque no hay secreto. Si acaso, sólo puede hablar de sus hábitos de vida, que para ella no tienen nada de particular: porque en los hábitos, salvo que sean perjudiciales y te persigan el médico o tu madre, no se suele pensar mucho. Se actúa como cada día y ya está. Ésta es la Dieta de las Ancianas Bellas.
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Comer con moderación, comer de todo, comer con placer…
Hidratarse bien, masticar cosas crudas, preferir alimentos sin refinar…
Madrugar, cenar ligero y pronto, hacer las cosas uno mismo…
Dar paseos largos, usar mucho el cuerpo y confiar en sus demandas…
Y si, por la causa que sea, se coge algún kilo de más, ésta es la auténtica Dieta: de cada plato quitar dos o tres cucharadas. Y medirse en vez de pesarse, sin obsesiones.
Esta fórmula que se nos brinda, consiste sin más en una forma de vivir que, antigua como el mundo, es la que mejor encaja en esta época que atravesamos. La que puede aportarnos verdadera belleza por dentro y por fuera y ayudarnos a triunfar de las dificultades.
Bañistas. Fuente: Flickr
Ser paciente, no pensar mucho en el pasado, no pensar mucho en el futuro…
Agradecer lo que se tiene, ser coqueto, cuidar de la gente cercana…
Asumir que la vida no es un traje a la medida, encajar los contratiempos…
Ser positivo, no desesperar, ser amable con los demás…
Tener la autoestima alta y el sentido del humor aún más…
Muy importante: ayunar de pensamientos negativos; cuantos menos, mejor. Es difícil, pero es posible. Hay una máxima interesante al respecto: no se puede hacer nada estando enfadado, salvo estar enfadado. No se puede comer, ni dormir, ni abrazar a tu amor: cualquier cosa que se haga en ese estado, sale mal o sienta mal. Tarde o temprano habrá que solucionarlo, pero mientras hay que encontrarle el interruptor. Por salud.
Una persona es bella porque lo es, porque todas lo son, al margen de su talla, de sus arrugas y de lo que diga la publicidad. Una sonrisa genuina y la chispa de una mirada vivaz, un gesto atractivo o una voz agradable es todo lo que, en realidad, queda de nosotros en los demás. Somos pura sensación.
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