Revista Salud y Bienestar
Estamos tan habituados a seguir los dictados de los que nos parece evidente, que se nos olvida que la realidad que percibimos, la crea nuestro cerebro y pensamos que es la única realidad posible. Seguimos, fielmente, nuestra lógica deductiva y lo que nos parece muy intuitivo. Ese es el principio que guía la medicina, hasta el punto de que los mayores descubrimientos vinieron de la mano del acceso a los cadáveres para “ver” nuestra anatomía “real” pudiendo abandonar teorías de fluidos y argumentos basados en la teoría e imaginación. Conseguimos acceder al mundo microscópico y empezamos a elaborar conjeturas sobre la acción de los microorganismos en nuestro cuerpo y, típico de nuestra forma de pensar, dividimos el mundo de lo pequeño, en amigos, indiferentes y enemigos, llegando a proponer la esterilización de todo germen potencialmente patógeno como método preventivo y óptimo para mantener la salud.
Todavía mantenemos estos prejuicios, aun sabiendo que nuestra relación con los microorganismos es tan dependiente, que hasta nuestro humor puede verse afectado por la composición de microbios que viven en nuestro intestino. Sin embargo, la intuición nos hace separar, claramente, lo que es fruto de nuestro pensamiento -basado en conexiones nerviosas en nuestro cerebro-, de lo que comemos (que teóricamente afecta a otros sistemas orgánicos diferentes). Basándose en estos argumentos, se ha ejercido una medicina de órganos, aparatos y sistemas (el cuadro médico, se basa en especialidades que en muchos casos se solapan por completo). El tejido adiposo almacena grasa ¿Quién se iba a imaginar que producía hormonas y que mantenía un diálogo continuo con el resto de nuestro cuerpo?; El tejido muscular y el óseo tienen como misión producir movimiento ¿Cómo es posible que tengan tanta relevancia los señalizadores (mioquinas), con los que se comunican con el resto del cuerpo?
En este contexto, proponer el ejercicio y cambios en la dieta, como solución a muchas enfermedades, es una tarea de titanes. Los clínicos enseguida te muestran las guías, los consensos y, cuando no queda más, el refugio de la imposibilidad de aplicar estos métodos en la consulta médica del hospital o los centros de salud. Un clínico va a estar mucho más predispuesto a recetar un fármaco a un paciente depresivo (aunque el mecanismo por el que supuestamente funciona no se conozca apenas), que a cambiar su dieta y su modo de vida, introduciendo factores que en el campo de la investigación está sobradamente aceptado. Si a un ratón le introduces la microbiota de un paciente con un trastorno de ansiedad generalizado, le modificas sus patrones de conducta. ¿Somos capaces de llevar eso a la clínica? No. Y ello a pesar de que una dieta que cambia la microbiota, también puede alimentar al cerebro de cuerpos cetónicos y mejorar el rendimiento cognitivo (también probado). Es igual, es tan poco intuitivo, que el clínico te dará mil argumentos para seguir recetando. Lo de la dieta y el ejercicio, lo subestima y lo deja en manos del paciente, como el resto de buenas medidas higiénicas y saludables.
¿Qué pasaría con la física cuántica si se aplicara el mismo criterio de lo que nos parece incomprensible y alejado de nuestra intuición? ¿Cómo puede ser que el electrón pueda encontrarse en dos puntos a la vez? ¿Qué pasaría con nuestro mundo tecnológico si los físicos no aplicaran lo que no entienden?
La investigación en determinadas áreas de la medicina, se ve muy dificultada por el propio carácter no convencional de los nuevos criterios. Si intentas relacionar a pacientes con depresión con suplementos de omega 3 y ejercicio físico intenso, encontrarás todo tipo de dificultad. Estudios con resultados contradictorios, médicos poco dispuestos a poner en práctica su administración y pacientes muy poco interesados en nuevas vías alternativas a la clásica receta. Todos se mostrarán atentos, interesados y, finalmente, te dirán que siguen expectantes porque todavía no está aclarado su uso, pautas, dosis etc.
Es muy lógico y lo sabemos muy bien los que investigamos en este campo. De hecho, existen cuatro poderosas razones (y quizás alguna más), para que los resultados no sean tan fulgurantes como los de un fármaco.
1.- Los suplementos de omega3 no están suficientemente caracterizados y pertenecen al mundo de suplementos alimenticios, lo que los aleja del control farmacéutico y permite que cualquier cosa que lleve ácidos grasos n3 se venda con el reclamo saludable genérico. Sin embargo, es el DHA (docosahexaenico) el ácido graso clave, y su formulación, biodisponibilidad y consumo debe ser meticulosamente establecido
2.- Los cambios metabólicos y de membrana que deben generar, dependen por completo del resto de aporte de ácidos grasos en la dieta, por lo que se anula, absolutamente, su prescripción, si no se modifica adecuadamente el resto de alimentos consumidos
3.- El tiempo que hay que darle para generar modificaciones que el paciente perciba, así como la intensidad tan gradual con la que ejerce sus funciones, hace que el paciente poco motivado, inmediatamente deduzca una ausencia en la mejoría de sus síntomas, entre otras cosas, porque está habituado a la acción rápida del fármaco ( y a los efectos indeseables asociados, que hacen que se perciba enseguida su consumo).
4.- Estas medidas, alejadas de la prescripción clásica, han sido, inmediatamente, adoptadas por los charlatanes y los practicantes de las llamadas, medicinas alternativas, lo que ha generado un rechazo inmediato por la clase médica científica.
Bueno, es cierto que habría que decir que cuando hablamos de jercicio físico terapéutico no hablamos de andar, ni siquiera de realizar un ejercicio aerobio suave de tres a cuatro veces a la semana, sino de ejercicio intermitente, duro a veces, incluyendo entrenamiento de fuerza etc etc
Asimismo, cuando hablamos de dieta no nos referimos a comer de todo, con algo de pescado, verduras, pocos azúcares, algo de vino tinto etc, hablamos de eliminar alimentos procesados, no ingerir nada de azúcares simples y pasar a un consumo bajo de carbohidratos (siempre de grano entero). Hablamos de tomar gran cantidad de verduras (cocinadas al vapor), de comprar pescado azul de pequeño tamaño, de incluir alimentos fermentados etc etc
¿Solución? Empoderar al paciente y enseñarle al clínico los conocimientos actuales, rigurosos y bien acreditados, en este campo.
Disciplina, autocuidado, cultura, confianza en el médico y esfuerzo, mucho esfuerzo. Algo muy raro en una sociedad acostumbrada a tenerlo todo y tenerlo rápidamente.